Durante las últimas dos décadas en Bolivia se han producido profundas transformaciones que han significado la irrupción y el trastocamiento de las representaciones y los modos de concebir, percibir, sentir y pensar de los sectores sociales y clases subalternas constitutivas de la sociedad boliviana.
Las referencias al mundo simbólico, sin embargo, han sido abordados limitadamente y constituyen un campo vital de reflexión y confrontación en el proceso histórico actual.
Si tomamos en cuenta que «Es fácil hacer una revolución aprovechando la crisis neoliberal. Es mucho más difícil anular el orden neoliberal en el espíritu, en el habla, en la ética, en la forma de organizar la vida cotidiana, en el sentido común». (García Linera, discurso Caracas)
Y que «El poder simbólico, es decir, el poder de constituir lo dado enunciándolo, de actuar sobre el mundo al actuar sobre la representación de éste, no radica en los «sistemas simbólicos» bajo la forma de una «fuerza ilocucionaria». Se verifica dentro y mediante una relación definida que da origen a la creencia en la legitimidad de las palabras y de las personas que las pronuncian, y sólo opera en la medida en que quienes lo experimenten reconozcan a quienes lo ejercen.» (Bourdieu, 1995 p. 106)
Por tanto, el valor de la representación del poder de las palabras dichas (el poder simbólico del discurso) no depende sólo del acto de emitir el discurso, depende de la legitimidad de quienes lo difunden ante quienes otorgan dicha legitimidad a esos discursantes.
En el caso de los discursos de Gonzalo Sánchez de Lozada, representativo del neoliberalismo en Bolivia, estos tenían poder simbólico por la legitimidad que él detentaba frente a quienes le conferían esa legitimidad. Elementos como: la importancia del FMI en las decisiones sobre la economía boliviana, la importancia de la «ayuda» norteamericana (USAID, DEA, etc.) , las condiciones en que se establecieron, en aquel momento, los contratos con las transnacionales, la reducción del Estado a su mínima expresión, la premura de la privatización de las empresas nacionales, la extinción de las empresas nacionales, las «ventajas» económicas de la «relocalización» de los trabajadores, la flexibilización laboral (que permite al empresario explotar al trabajador), etc.
Es decir, un conjunto de ideas fuerza que constituyen el armazón o cuerpo sistematizado del discurso neoliberal, configurando un discurso definido con intereses específicos y orientados a beneficiar a las transnacionales y a un ínfimo sector privilegiado de la sociedad boliviana.
Lo sórdido de este discurso se materializó en la crudeza de la aplicación del Programa de Ajuste Estructural (PAE) que golpeó despiadadamente a la mayoría de los bolivianos. Tuvo amplia legitimidad, aceptación y éxito en los años ochenta y noventa del siglo pasado en sectores altos, medios e incluso en cierta gente de «izquierda» pragmática y, paradójicamente, en personas afectadas por la ejecución práctica de este discurso.
¿Por qué poner como ejemplo a un político tan añejo como Sánchez de Lozada, quien, hace mucho tiempo, ya no forma parte del escenario político boliviano?
Es simple, actualmente no se vislumbra entre los políticos neoliberales a alguno que posea fuerza de poder simbólico o de convocatoria.
En cuanto a la desplazada, carcomida, venida a menos y debilitada representación simbólica de la derecha, hoy, ésta la ejerce la Iglesia Católica, pero, además las corporaciones, empresariales mediáticas, también llamada prensa de derecha, vinculadas a los intereses de terratenientes agroexportadores, bancos, grandes comercios de importación y exportación y transnacionales.
La potencia simbólica -que puede ser predominante pero nunca absoluta- ha sido arrebatada por los sectores populares indígenas de Bolivia constituidos en sujetos sociales del proceso histórico presente, iniciado en 2006 con la presidencia de Evo Morales, conformados por movimientos sociales populares y campesinos, sindicatos de trabajadores, organizados en el Pacto de Unidad, las juntas vecinales populares, la COB, etc.
Esta potencia simbólica del discurso, que ha desplazado la legitimidad del discurso neoliberal, que ha subvertido la «normalidad del orden político» y de la actividad política, ha instalado la pulseta de una nueva dinámica política entre el sector cooptado por la versión neoliberal y la posición emergente de amplios sectores populares que, a tiempo de insertar en la actividad política sus propios códigos de vida y de organización, vuelcan el tablero de la organización social al asumir el poder y la conducción del gobierno del país. No sólo se trata de nuevas visiones, códigos, significados, prácticas políticas y el conjunto constituido por la pluralidad simbólica de los pueblos originarios.
Los pueblos indígenas originarios de Bolivia «tienen identidad, cultura, modo de vida, modalidades productivas, sabiduría, saberes, pensamiento, historia, cosmovisión y cosmopercepción propias, que sobrevivieron a la avalancha de la modernidad llegada con la colonia» (Rauber, 2017 p. 46)
Esta visión, estas prácticas y este discurso «No representaban una amenaza al poder constituido. Pero ¿qué ocurre cuando los pueblos de las comunidades se constituyen en gobierno o en parte de un gobierno que los representa, que los reconoce y promueve el reconocimiento político, económico y cultural de la diversidad que estas comunidades representan, que reconoce su justicia comunitaria, los códigos de convivencia y todo lo que ellas representan como baluarte civilizatorio?» (Idem, p. 46)
La emergencia de Evo Morales como líder de un proyecto alternativo y emancipador lo ha convertido en el sujeto de un discurso legítimo y respaldado sostenidamente en acciones prácticas y políticas en la medida en que ha conseguido una articulación virtuosa con la conciencia colectiva de los sectores mayoritarios del país que se traduce en la existencia de indios que no sólo se sienten dueños de su país, sino que también están dispuestos a gobernarlo.
En síntesis, ¿qué significa este reemplazo del campo de lo simbólico? Significa cruentas luchas y enfrentamientos encarnizados, obviamente. Pero, obviando lo indicado y viendo más allá, constituye el fundamento del cambio del tipo de sociedad sacudida en sus cimientos y en las concepciones modernas que la sostienen, dichas sociedades, no sólo no funcionan ni son posibles sin la exclusión, la invisibilización, la postergación y la pobreza de la mayoría de la gente, sino que, además, éstas son condiciones imprescindibles para que este tipo de sociedades puedan existir. Todo esto ha sufrido un terremoto.
Referencias:
1995
Bourdieu, Pierre. «Respuestas por una Antropología Reflexiva», Ed. Grijalgo. México.
2016
García Linera, Álvaro. Discurso en Caracas en Abril 2016. Venezuela.
2017
Rauber, Isabel “Refundar la Política”, Peña y Lillo, Ed. Continente. Buenos Aires, Argentina
Virginia Gonzales Salguero. Socióloga boliviana.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.