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Editorial de ¡Ni un paso atrás! Programa del 23-06-05

La vida sin Kosteki, Cisneros y Santillán

Fuentes:

Tres y un años ya sin ellos. Cuando se recordaban los dos años sin Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, los verdugos del pueblo se cobraron en la vida de Martín «El oso» Cisneros la decisión popular de continuar la lucha, de no abandonarla ni por un poquito así. Tres años, entonces, de motivos renovados para […]

Tres y un años ya sin ellos. Cuando se recordaban los dos años sin Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, los verdugos del pueblo se cobraron en la vida de Martín «El oso» Cisneros la decisión popular de continuar la lucha, de no abandonarla ni por un poquito así. Tres años, entonces, de motivos renovados para proseguir la pelea por cambiar la vida, para no dejarla sola. Pelea que fue de ellos también. Y cuánto que lo fue. La revolución por la que luchamos tuvo en los cuerpos, las conciencias y los corazones de Santillán, Kosteki y Cisneros, una síntesis plena y cabal de su vigencia sobre la Tierra. El socialismo son ellos. Sus muertes son de toda la clase trabajadora y no pesan sólo sobre las organizaciones en las que estos compañeros militaban. No hay fin de la historia, ni posibilismos democráticos, ni globalización que puedan con su ejemplo. Los trabajadores con empleo y no, tienen razón en su rabia, en su rebeldía y en su terca ternura porque, entre otras fundamentaciones, tres de sus hijos se levantaron un día en medio del horror y la miseria y dijeron, simplemente, escandalosamente, ¡viva el pueblo, viva la clase social explotada!

A tres años de aquel 26 de junio, los compañeros de Darío y Maximiliano se mantienen firmes en las calles. Prenden fuegos para abrigar la memoria y la denuncia en la puerta del Tribunal Oral que juzga las responsabilidades materiales en la matanza pero que se inhibe puntillosamente de investigar las culpas políticas de aquella represión. Instalan carpas para descansar allí durante meses y lograr con su presencia la única condena que habrá para los culpables gubernamentales de la masacre de Avellaneda. Porque quienes dispusieron el operativo conjunto de las dos Policías, Federal y de la Provincia de Buenos Aires, más la Prefectura, y dieron la orden de fusilar a dos piqueteros -aunque podrían haber sido más, muchos más-, lo hicieron para lograr que el movimiento social desaparezca eternamente y se impida la profundización de su lucha. Es claro y evidente que hubo un móvil político en las muertes, que los crímenes no fueron un hecho irracional, obra de un loquito suelto, y que el Tribunal se cuida muy bien de no averiguarlo. Entonces, la presencia de todas las corrientes piqueteras en la puerta del juzgado de Lomas de Zamora ya es la gran y única sanción para los verdaderos criminales: la mafia del duhaldismo. Fanchiotti y su patota dispararon las municiones de guerra que cargó en sus escopetas el aparato de Partido Justicialista bonaerense, que por aquel entonces moraba, también, en la Casa Rosada. Creían que con el asesinato salvaje, delante de reporteros gráficos y cámaras de televisión, y la difusión mediática de una grosera mentira justificatoria, el movimiento de desocupados capitularía definitivamente. Y se equivocaron.

Como se equivocaron hace ya un año, cuando sicarios a sueldo, matones en negro al servicio de la muerte, asesinaron en su casa del barrio de La Boca a Martín Cisneros, justamente un 26 de junio. «Se mataron entre ellos», justificaron en Avellanada; «fue una riña protagonizada por un delincuente común», inventaron en La Boca. Mentiras para encubrir la saña del poder. Misteriosas paradojas que no dejan de ser un mensaje mafioso y pandillero al conjunto de las organizaciones populares, desde las más activas hasta las menos.

Bajo el manto apolillado de la democracia argentina, los hijos del pueblo caen luchando en las calles, con tiros policiales en la espalda, a la altura del coxis, y los asesinos del pueblo mueren de viejos, por un infarto, en el Hospital Militar Central. Los pobres que luchan por trabajo están encerrados en las cárceles del Servicio Penitenciario Federal, pero los saqueadores de las riquezas de la patria son absueltos y hacen campaña política. El radical Fernando De la Rúa, responsable de la masacre del 20 de diciembre, está libre de culpa y cargo y desliza que estando él de Presidente no se hubiera producido el desastre de Cromañón. Y nuestros jóvenes privados de futuro, empleo y salud tienen vedado hasta el derecho a divertirse barato y seguro. La deuda externa que se paga puntualmente y los niños con hambre que se organizan en caravana, desde Tucumán hasta Plaza de Mayo, para demostrar que existen, que todavía están vivos, que la falta de alimento es un crimen que asesina a cien de sus hermanitos cada día, todos los santos días del año. La burguesía que todavía tiene el poder y el pueblo que sigue teniendo razón.

¡Que vivan los justos y hermosos y valientes y solidarios Kosteki, Cisneros y Santillán! ¡Que viva el pueblo! ¡Que vivan los que luchan, siempre!