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Saludo al Encuentro Continental de Mujeres Indígenas

«La violencia institucional ha generado más violencias en todos los órdenes de la vida»

Fuentes: Rebelión

Me dirijo a las mujeres indígenas que llegan desde pueblos y comunidades de esta América Latina a este Encuentro Continental, hasta Hueyapan (Morelos) para compartir vidas y experiencias de lucha, reunidas junto al verdor de los árboles, el verde de la esperanza reivindicadora de años y años en la exigencia de una justicia que no […]

Me dirijo a las mujeres indígenas que llegan desde pueblos y comunidades de esta América Latina a este Encuentro Continental, hasta Hueyapan (Morelos) para compartir vidas y experiencias de lucha, reunidas junto al verdor de los árboles, el verde de la esperanza reivindicadora de años y años en la exigencia de una justicia que no llega, mujeres que anhela que esta dolorida patria grande cambie, que sea «suave», que el hambre y la miseria no sean los eternos visitantes de sus hogares, que las enfermedades y el crimen no sieguen las vidas de los suyos, que el Ejército (pueblo uniformado) no sea el verdugo de los pobres, que siga siendo el pueblo hermano de los que nos dieron patria y lucharon en 1910 al lado de los que querían el bienestar para todos… pero que fueron traicionados por los ancestros de los vivales que siguen siendo dueños del usufructo de todos los sacrificios que la lucha de hace cien años abominaba de la dictadura.

Mujeres indígenas que me hacen recordar las enseñanzas de mi madre y de mi padre, que fueron sus enseñanzas y su ejemplo, como las cariátides que han sostenido mi dolor y mi tristeza; mi energía para luchar, mi decisión de ser solidaria con todos los que sufren penas gemelas de la mía, o distintas, pero que provienen del autoritarismo, de la corrupción, de la impunidad, y que se cobijan con la simulación y la hipocresía de los malos gobiernos. Mujeres que forman parte de este pueblo mexicano que nos apoyó; este noble, abnegado y bondadoso pueblo, ha sido siempre la fuerza que ha sostenido este país, a pesar de haber sufrido los desmanes de los malos gobiernos. Siento y pienso, lo imagino como un ejército de cariátides que han soportado el enorme peso de un país que no se derrumba por su estoicismo, por su valor y por su enorme bondad.

Quiero expresarles mi solidaridad a tantas mujeres indígenas que sufren violencia, como Valentina Rosendo Cantú e Inés Fernández Ortega, mujeres indígenas del pueblo Me’phaa, del estado de Guerrero, México, quienes fueron violadas sexualmente y torturadas por efectivos militares en el año 2002 y siguen sufriendo las agresiones y amenazas que hasta la fecha siguen enfrentando ellas, sus familiares y las organizaciones indígenas que las han acompañado y nuestra indignación por la falta de una respuesta efectiva por parte del Estado Mexicano.Por más de ocho años, Valentina e Inés han sostenido una incansable lucha por alcanzar la justicia, la cual recientemente rindió uno de sus más importantes frutos: La Corte Interamericana de Derechos Humanos dictó dos sentencias condenando al Estado Mexicano por su responsabilidad de haber violado los derechos humanos de ambas mujeres Me’phaa y posteriormente por haber negado su acceso a la justicia. Sin embargo, hasta el momento el Estado mexicano no ha mostrado voluntad para dar cumplimiento a las sentencias e implementar las medidas necesarias para evitar que los actos de amenaza y hostigamiento continúen.

Lo vivido por Inés y Valentina muestra la recurrencia en México de problemáticas como la falta de acceso a la justicia para las mujeres víctimas de violencia; los abusos ocasionados por la creciente ausencia de controles civiles sobre las Fuerzas Armadas; y la persecución que enfrentan quienes de manera organizada defienden los derechos de los pueblos indígenas.

Sin embargo, la perseverancia y valentía, de Inés y Valentina, ha puesto en evidencia la indignante situación de los derechos humanos de las mujeres indígenas en México, caracterizada por la violencia y la discriminación. Con su lucha, también han mostrado que, la extensión del fuero militar sobre violaciones a derechos humanos tan graves como la violación sexual sirve con frecuencia como un instrumento funcional a la impunidad y el encubrimiento.
Compartimos la preocupación sobre la violencia permanente y coyuntural que viven las mujeres indígenas y que ha afectado profundamente la vida de las familias y comunidades. Los efectos directos de la violencia de la guerra que se mantiene larvada en Chiapas y los efectos de la violencia y la pobreza causadas por el sistema patriarcal neoliberal.

Las mujeres indígenas, que generalmente son las responsables del mantenimiento cotidiano de sus familias, se ven sometidas a una angustiosa presión para dar de comer a sus hijos. En muchos casos las mujeres se han visto obligadas a romper bruscamente su cultura y sus roles tradicionales al integrarse a la economía de mercado como artesanas, comerciantas o trabajadoras de los servicios en una situación de competencia desigual, bajos salarios, discriminación y maltrato, ausencia de protección jurídica, capacitación y recursos insuficientes, desconocimiento de la dinámica del libre mercado, etc. Esta forma de integración las ha hecho víctimas de una despiadada explotación, sin salir de su pobreza. Las mujeres indígenas y no indígenas han vivido calladamente el dolor que les causan la destrucción de los bienes familiares y las muertes de sus hijos, esposos, parientes y miembros de sus comunidades, los retenes en caminos y carreteras, las revisiones y amenazas del ejército y las fuerzas de seguridad pública que se escudan en leyes autoritarias y antidemocráticas.

La violencia institucional ha generado más violencias en todos los órdenes de la vida, incluyendo el campo de las relaciones familiares y comunitarias en donde claramente se nota un aumento significativo de la violencia hacia niños y mujeres, de violaciones sexuales, expulsiones, así como un incremento del bandolerismo, el consumo de alcohol y drogas.

Saludamos este Encuentro Continental de Mujeres Indígenas como un espacio de encuentro en donde las mujeres indígenas y no indígenas, a través de ese intercambio de ideas y experiencias, surgirá no solamente la claridad necesaria para hacer una justa defensa de los derechos ciudadanos de las mujeres indígenas, sino argumentos y fuerza para aportar a la lucha y a las exigencias de justicia e igualdad de derechos desde las mujeres.

Atentamente.

Rosario Ibarra de Piedra