María de Jesús Patricio Martínez («Marichuy»), vocera del Concejo Indígena de Gobierno (CIG) concedió recientemente una entrevista a los compañeros de las Juntas Universitarias de Defensa quienes difundieron sus palabras. Como se sabe, hasta ahora Marichuy no registró su candidatura ante la Justicia Electoral y la utiliza para hacer propaganda de los objetivos del CIG […]
María de Jesús Patricio Martínez («Marichuy»), vocera del Concejo Indígena de Gobierno (CIG) concedió recientemente una entrevista a los compañeros de las Juntas Universitarias de Defensa quienes difundieron sus palabras.
Como se sabe, hasta ahora Marichuy no registró su candidatura ante la Justicia Electoral y la utiliza para hacer propaganda de los objetivos del CIG y para organizar detrás de los mismos a los indígenas y trabajadores de México. No compite pues con Andrés Manuel López Obrador por el sillón presidencial, al que no aspira, y ayuda en cambio a incorporar la vida ciudadana a cientos de miles de personas que -si no existiese esa candidatura sui generis del CNI y del EZLN- en el mejor de los casos habrían votado en blanco o anulado su voto y, en el peor, habrían abandonado sus derechos electorales absteniéndose o vendiendo su voto al mejor postor.
¿Qué les dijo Marichuy a los jóvenes universitarios que la entrevistaron? Nada nuevo pero sí algo muy importante que sólo las agrupaciones de izquierda anticapitalista (la Organización Política de los Trabajadores-OPT- y organizaciones revolucionarias como el PRT y otras) vienen sosteniendo y que desmiente contundentemente a quienes acusan a la indígena nahua candidata-organizadora de fomentar un fundamentalismo indigenista que excluiría a la mayoría mestiza de los trabajadores mexicanos de la acción política del CIG y del EZLN y que opondría al racismo de los opresores un racismo de los indígenas oprimidos, los cuales rechazan todo racismo.
Para Marichuy, según la entrevista, la lucha del CIG es la de todos los trabajadores y todos los revolucionarios y no sólo la de los pueblos indígenas, por las reivindicaciones de cada una de las etnias agrupadas en el CIG y de las más generales, reconocidas en el artículo 169 de la Organización Internacional del Trabajo.
Esto implica la participación en la campaña organizativa y propagandística del CIG-EZLN de las organizaciones anticapitalistas antes mencionadas (y de otras similares) y la transformación de la campaña de Marichuy en algo que supera en mucho las elecciones de 2018 pues plantea un frente de todos los anticapitalistas para unificar y coordinar todas las luchas sociales elevando al mismo tiempo el nivel de conciencia y de organización de obreros, campesinos, campesinos-indígenas más allá de las etnias respectivas y de los regionalismos y unificando así de hecho al país de los explotados contra el puñado de explotadores que componen la oligarquía que es agente local del imperialismo.
Esa posición implica construir poder y conciencia independiente a nivel de masas en cada conflicto local, sindical, popular, campesino y con motivo de cada acontecimiento importante desde el punto de vista de la defensa de la independencia nacional amenazada.
AMLO cuenta con la simpatía electoral de millones de personas que, una vez más, verán cómo les roban un triunfo electoral pues es evidente que la oligarquía gobernante, como se vio en el Estado de México, jamás entregará el gobierno a quienes considera peligrosos aventureros advenedizos.
Una campaña real y enérgica de los anticapitalistas sería fundamental para evitar la decepción y desmoralización de esos millones de trabajadores que creen en AMLO y en la vía electoral. Al mismo tiempo, una campaña anticapitalista de masas podría dar un centro a los millones de trabajadores de todo tipo hoy sometidos al racismo y la discriminación en Estados Unidos.
Una candidatura anticapitalista de frente único tendría mucho mayor peso que un esfuerzo exclusivamente indígena del CIG en la conciencia de los más honestos y combativos militantes de MORENA y sería fundamental para la unidad entre campo y ciudades y las diferentes regiones que, por primera vez, construiría sobre esas bases la unidad de los diversos Méxicos existentes.
Si Marichuy Patricio retomase el camino que inició Rosario Ibarra de Piedra, anticapitalista y defensora incansable de los derechos humanos, podría encauzar la protesta de las mujeres de México contra las violencias, la discriminación y los asesinatos cotidianos, que de hecho está contra el sistema, uniéndola con las de quienes conscientemente luchan contra él en otros campos, elevando a un nivel superior la lucha, importante pero limitada, de muchos ecologistas que creen todavía en un capitalismo respetuoso de la gente y de la Naturaleza.
La fusión entre la campaña indígena y del EZLN y los anticapitalistas de la izquierda revolucionaria y obrera permitiría disolver las dudas que existen incluso entre los simpatizantes de la lucha del CIG y de Marichuy sobre el contenido real del anticapitalismo, hasta ahora sobe todo declarativo, de una campaña que hasta ahora no aparece en la vida cotidiana de los trabajadores, a los que el electoralismo de los partidos procapitalistas aturde.
Esas dudas, dicho sea de paso, son abonadas también por la presencia en los actos neozapatistas de un puñado de personas con enormes retratos de Stalin, aliado clave y conservador del capitalismo mundial, enterrador del partido de Lenin y de la revolución rusa, jefe de un régimen autoritario y dictatorial que abrió el camino al derrumbe de la Unión Soviética y a su transformación actual en el imperialismo de Putin. Esos retratos de Stalin hacen propaganda a la represión de las ideas anticapitalistas, a la destrucción autoritaria de la agricultura campesina, al reino de la policía y de la escasez, o sea, a lo que es la antípoda de lo que desean los simpatizantes del EZLN y los que en el CIG aceptan el anticapitalismo.
Si las declaraciones de la vocera Marichuy fuesen apoyadas y confirmadas también por el EZLN y por el CIG ganarían mucha fuerza y podrían cambiar la situación política mexicana.
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