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Entredicho entre Brasilia y Buenos Aires

¿Laissez faire o auténtica integración?

Fuentes: Agencia Periodística de América del Sur

A mediados del mes de mayo de 2011, Brasilia comenzó a aplicar sin previo aviso licencias no automáticas al ingreso de automóviles fabricados en el extranjero. Tras ese episodio, en Buenos Aires debió tratar algunas heridas surgidas en apenas una semana, cuando 3.000 automóviles y camiones Made in Argentina quedaron varados en la frontera con […]

A mediados del mes de mayo de 2011, Brasilia comenzó a aplicar sin previo aviso licencias no automáticas al ingreso de automóviles fabricados en el extranjero.

Tras ese episodio, en Buenos Aires debió tratar algunas heridas surgidas en apenas una semana, cuando 3.000 automóviles y camiones Made in Argentina quedaron varados en la frontera con Brasil.

Ambas capitales acusan a la otra de «proteccionista» , claro que con el lenguaje de la diplomacia. No obstante, durante 2011 se multiplicaron los casos de medidas unilaterales para regular el comercio bilateral.

A partir de febrero, Buenos Aires incrementó de 408 a 577 los productos a los cuales les aplica licencias no automáticas. Este tipo de herramienta comercial es permitido por la Organización Mundial de Comercio (OMS) y consiste en la posibilidad de restringir el ingreso de bienes por hasta un plazo máximo de 60 días.

La semana del 10 de mayo, Brasilia comenzó a aplicar este mismo tipo de medidas a los vehículos automotor producidos off shore. Esto desencadenó la reacción de la Casa Rosada, ya que la mitad de los autos que se fabrican en Argentina se exportan al mercado brasileño.

La ministra de Industria, Débora Giorgi, envió una carta de manifiesta dureza a su par brasileño, Fernando Pimentel, con la venia de la presidenta Cristina Fernández. Entre otros conceptos, la funcionaria argentina afirmó en la misiva que las trabas que Brasilia pone al ingreso de productos argentinos significan pérdidas por unos 7.000 millones de dólares al año.

Argentina tiene superávit en su comercio exterior desde que devaluó su moneda, a fines de 2001. Pero con Brasil mantiene un déficit bilateral crónico desde la década de 1990. Las cifras del intercambio entre las mayores economías de América del Sur adquiere valores de Primer Mundo: 33.000 millones de dólares.

Pero cuando de dinero se habla es fácil que surjan problemas. Las quejas son las mismas de siempre: los exportadores se quejan por las trabas que padecen para vender su producción, y los industriales por la competencia extranjera. Y aunque en este entredicho no hayan aparecido ni Asunción ni Montevideo, ambas naciones también elevan en forma periódica sus quejas por iguales motivos.

Pero más allá de los números, los desaires diplomáticos y los camiones varados, en el fondo el tema es qué tipo de Mercado Común del Sur (Mercosur) quieren los Estados y pueblos de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. Si uno donde haya libre circulación de bienes y servicios sin ninguna restricción y que sobrevivan los más fuertes -el darwinismo social- o una integración consensuada y equitativa, donde el crecimiento de uno no sea en base a la miseria del otro.

Siempre existieron roces comerciales entre naciones aliadas. En algunos casos se llegó a establecer guerras comerciales (no en el sentido literal) que no benefician a nadie. Pero una deuda que mantiene el Mercosur es el de lograr el crecimiento armonioso y el desarrollo de sus integrantes.

Resulta obvio que el comercio intra-bloque se ha multiplicado desde 1991 a la fecha, pero aún no se ha avanzado demasiado en las integraciones industriales y en cierta «generosidad» de los miembros mayores hacia Uruguay y Paraguay.

Si se hará caso a los grupos económicos que son los máximos responsables del comercio dentro del bloque, el Mercosur no tendrá mucho futuro. Como muestra sólo basta un botón: el stablishment paulista celebró la medida y la calificó como «represalia», al tiempo que sostuvieron que su país «malacostumbró a sus socios», puede leerse en la prensa de ese país.

Pero si se busca un crecimiento más balanceado, y en la integración sudamericana para, como región, tener mayor peso en el mundo, entonces sí se podrá pensar en un Mercosur más inclusivo.

Este camino no estará exento de inconvenientes. Más si tenemos en cuenta los poderosos intereses en pugna -no olvidemos la cifra de 33.000 millones de dólares. Pero este andar será más beneficioso para los sectores populares y para una integración sin recelos, donde algunos creen que salen perjudicados a causa de la nacionalidad de otros, y no al poder que tenga una clase para imponer sus intereses si fueran el de todos.

Brasilia comenzó a liberar el ingreso de autos argentinos a su mercado. A la vez, Argentina suspendió algunas restricciones que pesaban sobre neumáticos y otros bienes.

Y más allá de que sobre fines del mes probablemente se supere este traspié y las administraciones de Cristina Fernández y Dilma Rousseff salgan sonriendo en la foto, si no se avanza -al paso que sea- en el sentido de una integración más profunda, cortocircuitos como el reciente serán recurrentes.