Acompañado de dos gigantes de la corrupción sindical y del uso de métodos gansteriles, como son el petrolero Carlos Romero Deschamps -cuya hija pasea a sus caninos por Europa en vuelos privados- y el ferrocarrilero Víctor Flores Morales, indiciado por robo de jubilaciones de trabajadores, el presidente Enrique Peña festejó el Día del Trabajo con […]
Acompañado de dos gigantes de la corrupción sindical y del uso de métodos gansteriles, como son el petrolero Carlos Romero Deschamps -cuya hija pasea a sus caninos por Europa en vuelos privados- y el ferrocarrilero Víctor Flores Morales, indiciado por robo de jubilaciones de trabajadores, el presidente Enrique Peña festejó el Día del Trabajo con la buena nueva de que el producto interno bruto creció 2.5 por ciento, por encima de las proyecciones de especialistas y corporativos.
Plausible, el logro económico trimestral -aunque tres meses como las golondrinas no hacen verano-, que el titular del Ejecutivo atribuyó a la estabilidad en el trabajo y la ausencia de conflictos obrero-patronales que obliguen a realizar huelgas, clima laboral que también festejó el secretario del Trabajo que, jura, se dispone a impulsar la creación de nuevos sindicatos frente a la bajísima tasa de sindicación, en la que abundan los «blancos» o de «protección», dirigidos por gánsteres que actúan con registros otorgados por la Secretaría del Trabajo.
Olvidaron los oradores en Los Pinos que mineros de Cananea exigen desde hace nueve años a German Feliciano Larrea el pago de los salarios caídos durante nueve años de huelga y de las utilidades, además ante la ausencia de justicia, acudieron a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. También se ocupa la CIDH de investigar la «remediación incumplida por Grupo México» de los derrames en los ríos Sonora y Banacuchi de minerales tóxicos.
El crecimiento de enero-marzo del PIB no altera, ni remotamente, lo que el entonces secretario de Hacienda, Luis Videgaray, denominó «crecimiento mediocre» de los ahora últimos 35 años de la ruta del capitalismo salvaje, y que ronda el 2.2 por ciento, razón de sobra, postulaban, para aprobar las reformas estructurales. Aprobadas todas y festejadas hasta la náusea están en acelerado proceso de «aterrizaje», pero el crecimiento económico no supera la mediocridad y a los que dicen Mover a México se les acaba el tiempo y ya se avizora como casi imposible que uno del grupo compacto despache donde lo hace Peña.
Otras nuevas buenas presidenciales son que las exportaciones crecieron 11 por ciento en este mismo periodo, la tasa más alta en los pasados cinco años, porque »la confianza de los inversionistas está en aumento». En consecuencia, las plazas laborales crecieron en 2.7 millones, 377 mil en el primer trimestre de 2017, alcanzando 19 millones, y se proyecta una meta de 20 millones al concluir el sexenio. La recuperación del poder adquisitivo del salario, en lo que va del sexenio, fue de 3.2 por ciento, y del salario mínimo de 13 por ciento, por encima del 2.5 por ciento de los dos sexenios anteriores.
Datos y juicios presidenciales que cotejó la Confederación Patronal: 40.3 por ciento de la población ocupada gana de uno a dos salarios mínimos, y de esos trabajadores 22.3 por ciento en la economía formal.
Las muestras demoscópicas evidencian que la ciudadanía no comparte la percepción gubernamental. Y acaso tampoco el triunfalista «tras afrontar una de las mayores pruebas de su historia reciente», México es reconocido en el mundo «como una nación fuerte y decidida que ha logrado hacer frente a sus desafíos».
Los desafíos -incremento en el tipo cambiario y el precio de los combustibles, así como el cambio en la administración de Estados Unidos, como los denominó EPN-, allí siguen y estarán mientras las negociaciones con la Casa Blanca no lleguen a buen puerto.