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Las clases sociales y la salida de la crisis

Fuentes: Rebelión

Razones por las cuales el «sentido común» de las capas medias está hegemonizado por las ideas y los intereses de la alta burguesía. Sin embargo es indispensable que la clase asalariada logre aliarse con ellas y otros sectores populares para construir la relación de fuerzas necesaria para impulsar políticas progresistas alternativas al neoliberalismo. Que la […]

Razones por las cuales el «sentido común» de las capas medias está hegemonizado por las ideas y los intereses de la alta burguesía. Sin embargo es indispensable que la clase asalariada logre aliarse con ellas y otros sectores populares para construir la relación de fuerzas necesaria para impulsar políticas progresistas alternativas al neoliberalismo.
Que la política neoliberal del gobierno de Cambiemos ha sumido a los sectores populares en una profunda crisis de desempleo, pobreza, indigencia y angustia, mientras endeuda gravemente al país y objetivamente favorece la obtención de obscenas rentas por el capital financiero especulativo, es algo tratado abundantemente por muchos analistas, al igual que abundan los datos que lo confirman. La gran cuestión es cómo podrían los sectores populares encontrar una salida que revierta esta realidad. Para abordar este asunto es siempre indispensable analizar la situación en la sociedad de las clases y capas sociales que la componen.

Los sectores sociales que le dieron el triunfo a Cambiemos son por supuesto la alta burguesía, que aun con contradicciones internas considera al neoliberalismo como conveniente para sus intereses y, asunto cuantitativamente mucho más importante, la gran mayoría de la pequeña y mediana burguesía y, sobre todo, de las abundantes capas medias.

La pequeña y mediana burguesía y las capas medias se beneficiaron ampliamente con las políticas de los gobiernos kirchneristas, pero en su gran mayoría odiaban a esos gobiernos y, contrariamente, se ven gravemente perjudicadas por las políticas de Cambiemos, a quien apoyaron masivamente y aún hay una parte muy importante de esos sectores que mantienen su apoyo al actual gobierno. No deja de ser una desconcertante contradicción.

El gran pensador italiano Antonio Gramsci se preguntaba cómo podía ser que luego del triunfo de la revolución rusa de 1917, los trabajadores de los demás países europeos no hubieran hecho también la revolución en sus respectivos países, siendo que las condiciones objetivas de su explotación eran esencialmente las mismas. Se dedicó entonces a estudiar las condiciones que afectan la subjetividad de aquellos sectores de clases y capas sociales que están objetivamente sometidos a explotación. Para ello investigó asuntos ideológicos tales como cultura, educación, religiones, medios de comunicación, justicia, discurso transmitido por los poderes económicos y los gobiernos que les responden y la influencia de todo esto en lo que denominó el «sentido común» de las personas. Gramsci llegó a la conclusión de que el «sentido común» de gran parte de esos sectores sociales está ampliamente hegemonizado por el discurso y los intereses de la alta burguesía y no por la conciencia de sus propios intereses objetivos.

Y son sobre todo las capas medias y la pequeña y mediana burguesía las que son víctimas de tal colonización de su «sentido común». Es muy importante considerar al sector de capas medias, por ser tan numeroso en la mayoría de los países, como ser en el nuestro. Las capas medias tienen la particularidad de estar insertas en el proceso económico realizando sus actividades en forma individual, sin necesidad de colaborar con otras personas. Es el caso de profesiones tales como plomeros, gasistas, electricistas, techistas, jardineros, pileteros, kioskeros, verduleros, carniceros, remiseros, prestadores de servicios personales como profesores de gimnasia, yoga, tenis, etc; también ciertos profesionales universitarios cuando trabajan por su cuenta, como contadores, escribanos, abogados, odontólogos, etc. Son personas que no son asalariados y prácticamente no emplean asalariados. Esta situación particular de su inserción individual en el proceso económico, donde no colaboran con otros para realizar su actividad, produce condiciones objetivas para que se genere en ellos una ideología individualista. Y, muchas veces, del individualismo al egoísmo social hay solo un paso y de ahí a la xenofobia, e incluso a veces al racismo, suele haber solo otro paso.

El resultado concreto de la hegemonía de la alta burguesía en el «sentido común» de las capas medias y pequeña y mediana burguesía se puede constatar observando cómo en nuestro país mayoritariamente apoyaron todos y cada uno de los golpes militares, también al menemismo y a la Alianza y luego a Cambiemos, a pesar de sufrir en carne propia las consecuencias de las políticas de esos gobiernos, favorables a los grupos más concentrados y en general extranjerizados del poder económico, dedicados crecientemente a la parasitaria especulación financiera.

Diferente es la situación de la masa de asalariados (excepto los que cumplen las funciones del capitalista, como por ejemplo los gerentes) ya que al tener que colaborar entre ellos en el proceso económico, desarrollan un sentido de cooperación y de solidaridad, lo cual conlleva a su organización en, por ejemplo, sindicatos y organizaciones sociales.

La alta burguesía ejerce una acción cultural y psicológica cada vez más sofisticada y subliminar sobre toda la sociedad, a través de los medios de comunicación que les pertenecen, crecientemente cuantiosos y diversificados, y en combinación con la amplia hegemonía que tienen en los poderes judiciales, penetrando con mayor facilidad en los sectores más objetivamente propensos a ser víctimas de ello, particularmente las capas medias por las razones antes expuestas.

Un ejemplo de lo anterior es que se califica de «populismo», otorgándole a esa categoría un contenido altamente negativo, a las políticas de orientación neokeynesiana alternativas a las neoliberales. Sin embargo, hay que recordar que en general los países capitalistas centrales se desarrollaron precisamente mediante políticas keynesianas, de fuerte intervención del estado para promover industrialización y crecimiento del mercado interno, lo cual incluye mejorar salarios, ocupación, retribuciones previsionales, inversión en salud y educación públicas y política exterior independiente, entre otras orientaciones, pero que luego de eso sus sectores monopolistas hegemónicos impulsaron políticas neoliberales, principalmente para los demás países del mundo, porque necesitan total desregulación económica para captar renta mediante especulación financiera y además muy bajos salarios y flexibilización laboral para aumentar sus tasas de ganancia en sus demás actividades económicas en esos países. Es tan ilustrativo como patético observar como Trump aplica actualmente ciertas políticas de regulación keynesianas en EE.UU. mientras simultáneamente impulsa políticas de desregulación neoliberales en países como el nuestro.

Otro ejemplo lo constituye el caballito de batalla de «la corrupción», empleado por los grupos que dominan el capitalismo a nivel mundial contra gobiernos y dirigentes que no se subordinan a sus intereses, con el que intoxican a la población mundial, principalmente al grupo más vulnerable a ello que son las capas medias. Por caso, en nuestro país hay dos procesos judiciales vinculados con el financiamiento de campañas electorales por empresas privadas, que como es sabido es algo a lo que recurren espacios políticos diversos, oficialistas y opositores, en todo el mundo capitalista. Un caso es el de las fotocopias de los inexistentes «cuadernos», mediante el cual se presiona a empresarios, abusando obscenamente de la figura del «arrepentido», para que declaren que aportaron dinero para financiar campañas del Frente para la Victoria, so pena de dejarlos presos por lo menos hasta que termine el proceso investigatorio, asunto mediante el cual la dupla «justicia-corporación mediática» arma un gran escándalo en contra del gobierno anterior. El otro caso judicial es el de los aportantes truchos a la campaña electoral de Cambiemos, más de 2000 identidades robadas a ciudadanos, haciéndolos pasar como «aportistas voluntarios» para tapar así el origen ilegal del monto global correspondiente a esos aportes, todo lo cual es «piadosamente» ocultado y/o minimizado por el conjunto mediático-judicial, dedicado a blindar al gobierno de todo tipo de trapisondas, a pesar de que este caso configura, además, un grave delito de apropiación de identidades. Esta es la doble moral y el doble discurso del bloque de poder dominante.

Todo esto implica un muy importante problema para la clase asalariada, ya que además de tener que preservarse de la acción cultural-psicológica de la alta burguesía, debe tratar de ganar para su causa el apoyo de la pequeña y mediana burguesía y más aún de las capas medias, que en general y por razones que ya explicamos, tienen un «sentido común» alienado que los lleva subjetivamente a creer que sus intereses coinciden con los de la alta burguesía, siendo que la historia enseña que objetivamente coinciden con los de la clase asalariada, ya que cuanto mejor le ha ido a esta mejor aún les ha ido a las capas medias y pequeña y mediana burguesía. Para construir la relación de fuerzas necesaria para impulsar políticas progresistas alternativas al neoliberalismo, la clase asalariada debe indispensablemente conseguir la alianza de las demás clases y capas populares, como campesinado pobre, pequeña y mediana burguesía y sobre todo de las capas medias. Para ello una base de apoyo importante es que siempre ha habido un sector minoritario, pero significativo, de esos sectores sociales que ha tomado posiciones progresistas y de izquierda. De hecho, buena parte de los cuadros militantes de organizaciones sociales, político-culturales y partidos políticos progresistas provienen de capas medias e incluso de la burguesía.

En Argentina existe una base socio-política organizada importante y en crecimiento para la construcción de la relación de fuerzas que se requiere, con la confluencia en pleno desarrollo entre organizaciones sindicales combativas, como la Corriente Federal de los Trabajadores en la CGT, las dos CTA, el gremio de camioneros y sus aliados, las organizaciones sociales como la Central de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) y organizaciones político-culturales, lo cual podría dar la base social para la formación de un amplio frente político, que incluya a los demás sectores populares, para disputarle el gobierno a los grupos más concentrados del poder económico, actualmente instalados en el mismo. La responsabilidad histórica de esta inmensa y siempre muy cuesta arriba tarea recae principalmente en la clase asalariada y sus organizaciones.

Carlos Mendoza, ingeniero, escritor, especializado en temas políticos y económicos, miembro del Consejo Editorial de Tesis 11, Argentina.

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