La victoria electoral de las derechas políticas en importantes territorios del país, fue recibida con profunda satisfacción por los sectores concentrados de la economía, conjuntamente con la Embajada Norteamericana, que sueña con que su hombre llegue al sillón de Rivadavia. Dicho de otra forma, el poder real respiró con cierto alivio con los resultados de […]
La victoria electoral de las derechas políticas en importantes territorios del país, fue recibida con profunda satisfacción por los sectores concentrados de la economía, conjuntamente con la Embajada Norteamericana, que sueña con que su hombre llegue al sillón de Rivadavia. Dicho de otra forma, el poder real respiró con cierto alivio con los resultados de las legislativas, puesto que ello generó un escenario donde se puso en fuerte discusión parte del rol regulador del Estado. Este hecho permite comenzar a delimitar la ubicación del poder real.
Resulta inocultable la dificultad de transmitir a grandes sectores del pueblo que la derrota del kirchnerismo en Buenos Aires, Capital, Santa Fe, Mendoza mejoró la correlación de fuerza del poder real; esto esta vinculado a la omnipresencia de un paradigma internalizado, de acuerdo al cual, el poder reside en la Casa Rosada o en las instituciones de la democracia, lo cual es inexacto.
Al kirchnerismo le ha resultado dificultoso exponer la ubicuidad de algunos tramos del poder real, es decir la totalidad de su composición orgánica, más allá de los oligopolios mediáticos. En este sentido, se torno indispensable denunciar la cartelización de las industrias madres, la extranjerización de buena parte de las más importantes empresas, la actitud depredatorias del sistema bancario, así como volver a focalizar el complejo agro industrial, sumado a los grupos mediáticos.
En otro orden de ideas, el grado de fragmentación de las derechas demostrado en las legislativas, les impide lograr coagular un proyecto de país, sin embargo no los inhiben de la apuesta decidida a desmontar las herramientas reguladoras del Estado. Pese a esa diáspora organizativa, sí tienen la suficiente capacidad de fuego para instalar un sentido común más conservador, que haga retroceder avances progresistas conseguidos. En ese sentido, la intervención oportuna de la Corte, apunta a restaurar cierto equilibrio.
Frente a este escenario, la salida, necesariamente, debe ser hacia delante. Si no se avanza se retrocede. Esa ha sido la respuesta utilizada por el kirchnerismo en otras situaciones adversas, y así debería ser en esta ocasión. La puesta en escena de ese enunciado debiera de traducirse en la «construcción de una nueva mayoría popular y democrática», debiendo re-politizar el proyecto.
Pese a la hipótesis marco presentada, debemos problematizar y cuestionarnos frente a dos fenómenos políticos resultantes del proceso electoral: Massa y el FIT.
La fuga de 1.400.000 de votos desde el FPV al trotskismo, invitan a una autocrítica y a una profunda reflexión en busca de respuestas.
El logro mayúsculo del kirchnerismo de resucitación de la política como única herramienta de cambio posible, estimuló las expectativas de muchos que vieron la centralidad de la política en el marco de un proyecto que paulatinamente se recostaba en la centro-izquierda, y constantemente rompía sus propios límites hacia la izquierda. La disminución de la correlación de fuerza producto de la potencia de las derechas, fue dejando la demanda de profundización de ese esquema insatisfecha. Esto fue astutamente utilizado por las diversas corrientes del trotskismo, quienes se instituyeron como los actores con capacidad de continuar el proceso. A tal punto se dio este fenómeno, que el propio FIT concede que los votos obtenidos no le pertenecen en términos ontológicos. Es más, la condición de posibilidad de retener o expandir los votos del FIT, recae «sólo» en el FPV. En este tren explicativo heterodoxo, una variante del el mismo argumento, podría presentarse diciendo que la cercanía al 50/50, alivió la tensión del argumento ideológico en la re-implementación de la política, dejando latente la demanda de profundización del proyecto hacia la izquierda.
Dejando a salvo el recorrido militante e histórico del trotskismo, resulta oportuno remarcar que en la coyuntura, la propuesta del FIT usufructuó a la derecha, recogiendo las heridas producidas al kirchnerismo por reclamos de derecha, como por ejemplo: corrupción; atento que son excluyentes las ideas de profundizar un proyecto, con la idea de una corrupción generalizada. Pero también al kirchnerismo, porque utilizó la re politización de la vida pública, la vuelta a la militancia como un valor, generado por éste, así como la «Reforma Política» que terminó dándole visibilidad mediática vía publicidad, equiparando oportunidades.
En el contexto de una economía ordenada, con capacidad de dar respuestas de recomposición del salario, y con eje central en el trabajo, se vislumbra otra demanda insatisfecha. En ese sentido, se la puede observar vinculada a un importante sector del pueblo, que optó por las variantes de las derechas. El proceso de reconstitución económico, social y político de grandes fracciones de argentinos, quedo en varios territorios acotado a una recomposición netamente material. Esta nueva posición con la que muchos se encontraron, alimentó una demanda por más y más. Riesgo previsible de una sociedad consumista. En ese terreno, una oposición construida sobre la base de promesas vanas, rescató la nueva demanda caracterizada por la imposibilidad de fusionarse con un ideal político, dejando el terreno preparado para la aparición de mesías, tales como los Massas.
A modo de conclusión, la política con mayúscula tiene una nueva oportunidad de cernir el debate político a las ideas dejando los nombres propios a un lado. Cuestionarse, re preguntarse para profundizar el proyecto nacional, popular y democrático es la tarea, es la tarea.
Mariano Massaro. Secretrario general de los judiciales de Quilmes, Varela y Berazategui.
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