Las Revoluciones Inconclusas. Las revoluciones contra el capitalismo que han ocurrido en la historia de la humanidad han transcurrido en escenarios políticos que expresan transiciones que son una suerte de empate histórico entre la pretensión del cambio total y la permanencia de la institucionalidad derrocada. El viejo Marx, comentaba en la experiencia de la Comuna […]
Las Revoluciones Inconclusas.
Las revoluciones contra el capitalismo que han ocurrido en la historia de la humanidad han transcurrido en escenarios políticos que expresan transiciones que son una suerte de empate histórico entre la pretensión del cambio total y la permanencia de la institucionalidad derrocada. El viejo Marx, comentaba en la experiencia de la Comuna de París, como los obreros eran capaces de cambiar muchas cosas a las que se oponían, sin embargo una suerte de estupefacción ocurría frente a los símbolos heredados del poder burgués, así los bancos y la sede del gobierno transmitían este sentimiento colectivo de miedo.
En nuestro continente, durante la revolución mexicana a principios del siglo XX, cuando Villa y Zapata ingresan a México DF luego de derrotar a los ejércitos y poder federal, y se encuentran frente a la silla presidencial, esos revolucionarios sienten temor a su representación y optan por convocar a maestros aliados para que tomen ese simbólico lugar del poder. En nuestro país, luego de la revolución de 1952 y cuando la revolución había sido encabezada por mineros y proletarios que armados habían derrotado al ejercito oligárquico, el gobierno fue entregado al MNR, constituido principalmente por clases medias, que desde un discurso nacionalista asumió el poder por sobre los movimientos sociales victoriosos.
Todavía más cerca en el tiempo, ya en el proceso de cambio emprendido por este gobierno, una ministra de origen quechua y que vestía en su investidura su traje tradicional, recibió a quienes ingresaban a su despacho desde el frente del escritorio y con la sencilla y transparente explicación de que » no podía acostumbrarse a estar del otro lado del escritorio, del que recibe», cuando toda la vida anterior ha sido la de pedir, solicitar o ingresar a espacios que eran considerados de «otros», aquellos que siempre tuvieron el «poder» de estar del lado de los que mandan.
Estos son algunos de los escenarios que encontramos en la historia y que expresan la dificultad de que la revolución pueda ser lograda de manera inmediata y con actores nuevos, logrando sostener la gobernabilidad, la producción y el proyecto revolucionario. Lenin en la revolución del 17 y luego de que la economía entrara en un momento crítico en la naciente revolución, que propuso dar un paso atrás, para tomar el impulso necesario; de esta manera convocó a los capitalistas a retomar las fábricas y centros productivos para recuperar la producción, mientras a la par instruía políticamente a los cuadros obreros que aprendan todo lo más posible de esos procedimientos productivos para preparar ahora sí una transición a manos obreras.
También Mao en la revolución Cultural China que transcurrió durante varios años luego de la revolución de 1959, cuando el partido movilizó a millones de campesinos a las ciudades a que tomaran en sus manos la administración del naciente Estado, mientras otros miles de militantes urbanos de sectores medios eran desplazados al campo a sembrar y cosechar; buscaban que la división histórica del trabajo que había especializado de forma privilegiada a unos a usar las manos y a otros a utilizar la cabeza, empezara a desaparecer asumiendo la universalidad del conocimiento a través de iguales oportunidades. Fueron tiempos de fuerte aprendizaje político, que también significaron la caída de la economía con nuevas dificultades para el Estado Revolucionario.
En definitiva los procesos de transición a una nueva sociedad, arrastran el lastre de las exclusiones del pasado. Los obreros revolucionarios y victoriosos, que ética y revolucionariamente buscan marcar un rumbo revolucionario y que sin embargo se convierten en mandos y luego en burócratas que terminan defendiendo al Estado proletario que dejó de serlo porque una nueva élite estatal se hizo cargo del discurso y el poder, a nombre de los excluidos.
Los Privilegios del Poder.
Los partidos revolucionarios que hicieron ese camino, que transcurrieron desde su mando militar y político hacia una reproducida jerarquización del poder, que si bien mejoraron las condiciones de vida de la mayoría, una vez más hicieron un privilegio del poder. El Che entendía el peligro de la burocratización y el abandono de la ética revolucionaria, por eso desde cualquier lugar de mando en el Estado Cubano, era el primero en dar ejemplo de trabajo revolucionario junto a los trabajadores para recordar que el mando no debe alejar del trabajo real, aquel que permite la sobrevivencia de todos.
Sin embargo son menores los ejemplos a los que nos referimos, frente a la tentación permanente de hacer del poder un privilegio de unos pocos; de esta manera las revoluciones que tentaron cambiar la vida y la organización social, a pesar de los logros frente al capitalismo salvaje, reprodujeron nuevos privilegiados a nombre de los explotados.
Estos pocos ejemplos históricos que comentamos expresan la dificultad del tratamiento del poder por parte de los revolucionarios. Que no basta contar con el descontento y la rabia contenida por la explotación para desatar una revolución; ni siquiera de una vanguardia revolucionaria que sepa interpretar el momento adecuado para dar curso al proceso revolucionario (como ocurrió con Nicaragua con los sandinistas, que teniendo el poder y más allá de bloqueos y agresiones imperialistas, años después tuvieron que dejar el poder con el voto del mismo pueblo al que habían acompañado en la revolución).
Será fundamental en que a la par de la transformación de las condiciones de vida de las mayorías excluidas y explotadas, se realice una revolución moral y ética donde se proclame con el ejemplo lo nuevo que se busca construir y que pueda ser sostenible por los liderazgos y la acción del pueblo organizado para hacer que la revolución siga siendo tal en el tiempo.
La Revolución Simbólica de Evo.
El pueblo boliviano se atrevió a tentar el destino de la fatalidad, aquel que marcado por la colonialidad y el capitalismo salvaje, lo condenaba a tan sólo reproducir por generaciones las condiciones de miseria para la mayoría, así como la condición de eternos subordinados a los privilegiados del poder.
La primera revolución fue simbólica, porque tuvieron que caer en el imaginario popular algunos mitos iniciales sobre el poder, aquellos que históricamente se habían condensado en el presidente y su entorno blanco, con apellido, propiedades y recursos, finalmente letrado y con títulos académicos. Herencia colonial que reproducía una forma excluyente de comprender el poder como privilegio de designio divino.
Por eso la elección de uno de ellos, indio, pobre y sin estudios acabados de colegio se convierte en la sombra de la revuelta; pero todavía más por cuanto ese símbolo tenía unas otras características que lo diferenciaban del poder desplazado, sentía orgullo de su identidad, trabaja como presidente más que la mayoría de los empleados en el Estado, es honesto y no roba, tiene y vive con los recursos necesarios habiéndose bajado el salario, se relaciona directamente con la gente a través de las miles de manifestaciones en que participa a lo largo del país. Finalmente es miembro fundador de una organización política que no es partido, por cuanto representa horizontalmente a las organizaciones sociales.
Definitivamente un cambio trascendental en la historia, y que inició un proceso de transformación, de desmontaje de las estructuras coloniales empezando por el de desplazamiento de las élites hacia los nuevos protagonistas indígena originario campesinos y populares, quienes serán los receptores de las acciones sociales y económicas del nuevo Estado Plurinacional.
Asamblea Constituyente Plurinacional.
La Asamblea Constituyente remarcará una nueva tendencia en lo político, desde la representación elegida donde esa gran mayoría empieza a auto representarse para definir el camino de la transformación del país. No fueron pocas las dificultades para emprender ese camino, en el que a pesar de ser mayoría, tuvo un peso específico el conocimiento académico y la habilidad política de quienes habían sido parte del antiguo régimen. La gran mayoría que venía de la experiencia sindical y comunitaria, habían asumido que esta construcción institucional se realizaría en poco tiempo y dejando claro como en los ampliados y congresos, las líneas fundamentales para que puedan ser elaboradas luego.
No fue así y la deliberación en plenaria y comisiones encontró a estos dos actores sociales enfrentados real y simbólicamente por los sentidos de la transformación constitucional. Los pocos intentando sostener la antigua constitución para frenar los procesos de cambio en marcha, los otros buscando la transformación total, aunque sin tener definido el contenido de la proclamada revolución que ya se expresaba simbólicamente en su propia representación para cambiar el país.
Esa Asamblea concentro en su interior, decenas de años en los que nunca existió diálogo ni deliberación con la mayoría sino imposición y represión de las oligarquías. Era la primera vez que se veían obligados a estar frente a frente, con la pretensión de ponerse de acuerdo; los unos subestimando académica y racialmente a la mayoría; los otros sin tomar la dimensión de su mayoría, sin terminar de comprender los tecnicismos que se les imponía, y confiando inicialmente en las pocas clases medias aliadas que les traducían el lenguaje leguleyo.
Algunos de esa mayoría asumieron la representación que llevaban y trabajaron, aportaron y aprendieron; otros se limitaron a estar y administrar o ahorrar un salario que nunca tuvieron y que como constituyentes les otorgaron. La inclusión conllevaba el acceso a recursos que antes no se tenía y que empezarán a plantear nuevos dilemas a un naciente proceso de cambio.
El proceso constituyente a pesar de lo conflictivo, logró la aprobación de la Constitución, que definió horizontes importantes, que habían sido planteados en forma genérica en el espacio constituyente en más de 750 artículos a la conclusión de la primera etapa. Sin embargo en la propuesta final y luego de la aprobación de Oruro; en el Congreso Legislativo, fueron las clases medias y académicas de las principales fuerzas políticas -Chaly Bohrt de PODEMOS y Carlos Romero del MAS- las que finalmente redactaron y ajustaron 144 artículos que redujeron la radicalidad del anteproyecto aprobado en Oruro, para que este pueda ser más aceptable por las clases medias y los sectores dominantes en el país. Este proceso se impuso bajo la sombra de la inexistencia de los dos tercios de mayoría que eran necesarios para la aprobación de la nueva Constitución en el Congreso nacional.
El Poder en el Estado Plurinacional.
Luego este momento histórico, el país empezó a generalizar la inclusión desde el naciente Estado Plurinacional. El congreso se vistió de mayorías que recorrían sus señoriales espacios republicanos, mientras en los ministerios los rostros morenos y originarios empezaron a ser más comunes junto a funcionarios de planta que durante años fueron parte de distintos gobiernos. Esa convivencia implicó una nueva condición para el aprendizaje, los nuevos ingresados del MAS, sin mayor recurso que su adhesión al proceso frente a años de función pública de personeros que cambiaron de color político según el gobierno de turno y que acopiaron un proceder burocrático que no sólo reproducía la discriminación sino el aprovechamiento en beneficio personal generalizando la coima como procedimiento de trabajo. Todavía más común históricamente en instituciones como la policía donde la corrupción venía a la par de los privilegios de los mandos y del escaso salario de la base.
A nivel jerárquico, donde ministras/os, senadores y diputados, así como en los después recién electos jueces y los propios vocales del Órgano Electoral, donde la gran mayoría impregnó estos puestos elegidos por el Congreso, en elecciones directas o bien en las elecciones municipales que impusieron definitivamente una nueva representación en las autoridades, expresando que una nueva élite se estaba constituyendo en el país.
Sin embargo esta nueva representación que tenía al liderazgo de Evo como referente, llegaba sin contenido ideológico revolucionario en su gran mayoría, algunos por primera vez tocaban el poder y la representación; y a pesar de la gran voluntad, para realizar gestión incorporaron no sólo a los técnicos de gestiones anteriores para trabajar, sino que empezaron a incluir a cercanos y familiares o representantes de organizaciones sociales; que en definitiva como resultado generaron en la gestión: una incapacidad de gasto que produjeron malas gestiones, o tremendos problemas en las rendiciones de cuentas por corrupción o por desconocimiento de las normas administrativas.
Otros que llegaron en esta tanda de nuevas autoridades fueron los conversos o «nuevos masistas» que siendo autoridades o funcionarios de anteriores gobiernos en otros partidos o bien se subieron a la posibilidad histórica de trabajar por el país de forma honesta y comprometida; o buscaron seguir en el poder para lucrar de él como lo hicieron en el pasado; apoyados en su experiencia política o administrativa frente a la gran carencia de servidores públicos del MAS que tuvieran la experiencia necesaria para realizar gestión pública.
Las nuevas Jerarquías.
Todavía más preocupante es el de autoridades jerárquicas nacionales y departamentales, que son nombradas o elegidas por la mayoría, y que además de tener las características anteriores, tienen los privilegios del cargo. No se han transformado los privilegios de élite del pasado respecto a estas representaciones, de esta manera, no sólo se tienen sueldos superiores y cercanos al presidente, que puso un tope de 15000 Bs. Para los sueldos y evitar el aprovechamiento; sino que gozan de las posibilidades del cargo con viáticos superiores, movilidades con chofer, tratamiento protocolar privilegiado, viajes y las posibilidades de colocar en los espacios laborales de sus dependencias a los adherentes que crean conveniente.
En definitiva no se han cambiado las reglas del privilegio del pasado, y más bien se han convertido rápidamente en el canal de conversión de las nuevas autoridades a la defensa de sus privilegios nuevos y a la ampliación de los mismos. Asumen plenamente en la práctica el dicho de que el cargo será la única posibilidad con la que contarán no sólo para contar con recursos que no tenían sino a beneficios y capital simbólico que les permita generar clientelismo adherente.
Algunos de ellos han recompuesto mayores relaciones de poder y protocolo que en el pasado republicano, generando una cada vez mayor separación con quienes los han nombrado o elegido para cumplir un servicio desde el Estado Plurinacional. En definitiva han reposicionado los viejos privilegios en la recomposición de la nueva élite, ahora más morena y plurinacional, pero que no ha atinado a transformar la esencia del poder de acuerdo al mandato constitucional y al proyecto político contenido en ella.
Liderazgo Colectivo aún ausente.
El perfil ético y político del liderazgo de Evo, así como el académico del Vicepresidente, se han convertido en un referente admirado y único pero no en una postura a emular en gran parte de la función pública. Situación que también es resultado de la no transformación de la estructura estatal de acuerdo a los horizontes políticos revolucionarios que la Constitución propone, se mantienen no sólo a los funcionarios del pasado que reproducen una conducta institucional del viejo estado y que pervierte las conciencias, sino que la estructura jerárquica reproduce la posibilidad de acumulación de privilegios en la cúpula haciendo menos posible una estructura estatal más horizontal que exprese precisamente el horizonte político y la forma de poder como servicio, que hará precisamente posible un «gobierno de los movimientos sociales».
Más complicado aún si incluimos la variable política del MAS, en tanto al no ser más que un exitoso instrumento para victorias electorales; no producen ideología y línea política que genere no sólo adhesiones, disciplina y actitud revolucionaria; sino sobre todo coherencia en el perfil revolucionario que deben tener los militantes del cambio que sean parte de la función pública o bien desde las organizaciones sociales que deben desplegar el control social y la participación política junto a la formación de liderazgos que sean consecuentes e íntegros con el proceso en el lugar que les toque estar. En definitiva si el instrumento no asume el papel político de generar cuadros que le permitan sostenibilidad al proceso de cambio, solamente se quedará en su papel de apoyo, seguimiento y admiración al liderazgo; así como de lograr pegas a militantes que se distinguen por su color político más no por su capacidad y liderazgo político.
De la Democratización a la Revolución.
Finalmente y para concluir esta reflexión provocativa desde el proceso de cambio debemos decir, que lo logrado hasta hoy es irreversible en cuanto a la inclusión, que se refleja en la presencia de la mayoría disputando espacios en todos los espacios estatales y fuera de ellos. Este requisito democrático sigue siendo un éxito liberal nunca alcanzado por la República, que en sí ya es revolucionario, pero aún no termina de definir el camino de la transformación revolucionaria que haga posible el Vivir Bien. Para que esta revolución continúe necesitamos la transformación real de los principales instrumentos de la transformación revolucionaria: El Instrumento Político, el Estado Plurinacional y las propias organizaciones Sociales.
Es necesaria la construcción revolucionaria de cuadros políticos que renueven y construyan esos instrumentos revolucionarios, que permitan que la horizontalidad sea una aspiración revolucionaria y no el goce de privilegios individuales, que el Estado como portador de lo común sea un servidor donde los que trabajan sean los más sacrificados y esforzados así como los que tengan mayor formación política. Las leyes anticorrupción y los castigos más fuertes están bien, pero siempre serán insuficientes si no se trabaja en la conciencia de los servidores públicos, para que la honestidad sea un valor reconocido y apreciado, no fruto de la oportunidad que relativice su plena vigencia social.
Que las organizaciones sociales tengan una seria preocupación no sólo por la formación sino también por generar propuestas políticas que le permitan proponer al Estado Plurinacional, la profundización del proceso revolucionario. Son el motor de este proceso revolucionario y les corresponde trascender los intereses sectoriales para generar propuestas estratégicas para la sostenibilidad y avance del proceso revolucionario. Sino abordamos estas tareas estratégicas que están contenidas en nuestra Constitución, el momento revolucionario que vivimos se agotará en la democratización liberal sin que podamos avanzar a la construcción revolucionaria del Vivir Bien.
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