El diario Página 12 titulaba ayer 24 de marzo «Un día para recordar, defender y exigir», en referencia al 39 aniversario del golpe militar en Argentina y la posterior dictadura (1976-1983), que se saldó con la desaparición de 30.000 personas, el robo de cerca de 400 bebés y múltiples violaciones de los derechos humanos. A […]
El diario Página 12 titulaba ayer 24 de marzo «Un día para recordar, defender y exigir», en referencia al 39 aniversario del golpe militar en Argentina y la posterior dictadura (1976-1983), que se saldó con la desaparición de 30.000 personas, el robo de cerca de 400 bebés y múltiples violaciones de los derechos humanos. A lo largo de todo el país, las organizaciones de derechos humanos y de víctimas celebraron actos conmemorativos. En el estado español el programa «Mujeres Libres» de Radio Klara (emisora comunitaria de Valencia) programó un conversatorio con tres mujeres argentinas que vivieron la época: Josefina Juste (historiadora, profesora de la Universidad Madres de la Plaza de Mayo y una de las fundadoras en 1999 de la Cátedra Derechos Humanos y Discapacidad de esta universidad); Alicia Trussi (profesora de Filosofía de la Universidad de La Plata, jubilada del sistema educativo pero activa en la enseñanza); y Gabriela Levato (politóloga afincada en España desde 1996, y que trabaja especialmente en el campo de la educación). La entrevista es una prolongación del debate radiofónico.
-¿Cómo vivisteis la madrugada del golpe, que abrió un periodo de represión y tortura que se prolongó durante siete años?
Josefina Juste: Además de la preocupación que supuso enterarnos de madrugada de los que estaba pasando, en mi caso estuve detenida durante dos meses (por la agenda de otros compañeros que también resultaron detenidos). Colaboramos en lo que pudimos. Nadie sabía al principio de la «desaparición» de personas. Por eso buscábamos detenidos en el Ejército, en la Policía, en las comisarías… Aunque no en los campos de concentración, eso se supo después.
Alicia Trussi: Lo recuerdo con alguna confusión. Previamente al golpe de estado, el gobierno de Isabel Martínez de Perón hacía una política igual a la de la dictadura, con la única diferencia de que era «legal» y «constitucional»: Se vivían momentos de mucha crueldad en el campo social, mucha represión y gente desaparecida. Especialmente en 1975, un año antes del golpe, los grupos paramilitares hacían desaparecer a gente. Así, cuando vino el gobierno de Videla, cuando la Junta dio el golpe de estado (la madrugada del 24 de marzo de 1976), dijimos: «Esto es un desastre, otro golpe más, pero antes también desaparecieron a éste o encarcelaron a aquél». Mucha gente, con gran ignorancia y pese a que éramos militantes, pensó que el nuevo gobierno no actuaría peor que el de Isabel Martínez de Perón. No acertamos a dimensionar lo que se nos venía encima. No dimensionamos los 30.000 desaparecidos ni el robo de bebés. En dos o tres días nos dimos cuenta de que estábamos en la peor de las dictaduras. Sólo se dio cuenta un genio que teníamos en la Argentina y al que mataron, el escritor Rodolfo Walsh. Vio que la dictadura vino acá para cambiar el perfil del país. Para meternos en el neoliberalismo.
-Gabriela Levato: En ese momento tenía once años. Viví la dictadura como un momento trágico, porque así me lo transmitieron mis padres. Me despertó mi mamá y me dijo: «Empieza el peor periodo de la historia argentina, Gabriela». Fueron años duros y oscuros en los que no sabíamos cada día si mi padre volvería del trabajo.
-JJ: En mi caso vine de Uruguay, siendo militante tupamara, y sabíamos lo que podía pasar. Los militantes de base tratábamos de sacar a gente de Uruguay (donde hubo un golpe de estado en 1973) y traerlos a Argentina, para después sacarlos a Suecia. Por la trayectoria política de mi familia (refugiados políticos españoles), por malo que fuera el gobierno de Isabel Martínez de Perón, había elecciones en pocos meses y la posibilidad de cambiar las cosas. Cuando llegué a Argentina, la gente estaba demasiado acostumbrada a que «total, un golpe de estado más, no supone nada». Pero para nosotros, extranjeros, un golpe de estado era algo muy serio, y más si había militares de por medio. La misma madrugada del golpe empezamos a sacar libros de casa. En mi vida quemé libros, pero entonces lo hicimos.
-¿Qué fue lo más importante de lo ocurrido ese día (24 de marzo de 1976) y de la dictadura subsiguiente?
JJ: Por primera vez se estableció algo que se desconocía en América Latina: la desaparición forzada de personas y la apropiación de los bebés. No la detención, sino la «desaparición» de la gente. Esto lo instala la dictadura argentina.
AT: Vivimos la peor entrega del patrimonio nacional (económico e ideológico). Estos años de la dictadura sembraron el «huevo de la serpiente». A la dictadura militar le siguió en un corto periodo un gobierno democrático (Alfonsín), cuando se abrieron algunas puertas. Después vino otra variedad de «dictadura», la de Carlos Menem, que fue un gobierno servil a los Estados Unidos.
GL: Lo más importante fue la implantación de un estado «terrorista» que legitimara la violencia y la muerte, para detener el cambio. Argentina vivía movimientos importantes de jóvenes, trabajadores… que impulsaban cambios por más derechos y para avanzar en la democratización de los regímenes políticos. Esto sucedía en América Latina y en otros lugares del mundo. Argentina formaba parte de ese proceso. El estado «terrorista» y la detención del cambio empezaron con Pinochet y continuó en Argentina. Además, la dictadura constituye un punto de inflexión. Hay dos elementos: la «doctrina de seguridad nacional» y, como se llamó a sí misma, «proceso de reorganización nacional». Se instauró una idea de «guerra» y «terrorismo», lo que no había pasado antes en Argentina en esos términos. Fue fundamental para el exterminio de la disidencia.
-¿Se ha hecho suficiente labor de «memoria histórica»? Por otro lado, ¿quedan rescoldos de la dictadura en los actuales poderes del estado?
JJ: Lamentablemente, en este momento se nota en las generaciones más jóvenes el paso del tiempo, y hoy se recuerda la dictadura militar con más «suavidad». Pero el asunto está hoy instalado en la sociedad argentina y nadie se atreve a negarlo. Hubo unos años en que una parte de los argentinos negaba la importancia del golpe. El famoso «por algo será», «por algo te habrán detenido»… Hoy si alguien lo piensa, no lo dice. Hay reminiscencias de la dictadura. Pero fue fundamental que se decidiera el juzgamiento de los implicados. Los militares han pasado (y están pasando todavía) por los tribunales civiles. Además, se está juzgando a civiles por su complicidad. No olvidemos que el poder económico fue fundamental, de hecho, las empresas entregaban a los militares listas de delegados sindicales y de trabajadores que les molestaban. Esa gente desapareció.
AT: Desgraciadamente siempre se «filtra» algún hilo de la dictadura, aunque el gobierno sea democrático. El autoritarismo también está en la condición humana, nadie es del todo bueno y democrático. La dictadura sembró, y todavía hay gente que te dice la frase «con los militares estábamos mejor». O como que a la noche se salía a la calle y no había nadie, a mucha gente poco informada le parece que estábamos de maravilla; hoy, por el contrario (dicen), no sabes qué te puede pasar en la calle. Pero en la dictadura pasaba de todo, aunque estuvieran las calles aparentemente desiertas. Levantaban a cinco en una casa, en 15 minutos los subían a un camión del ejército y los desaparecían.
GT: A mí me parece que se ha hecho muchísimo en materia de «memoria histórica». En primer lugar, porque antes estaban en la lucha las madres y las abuelas, y hoy están los hijos. Así pudimos enlazar esta generación «perdida», que fue la de los desaparecidos. Además, se retomó la oposición a las leyes de «obediencia debida» y «punto final», con los que no se permitió la impunidad de todos aquellos que participaron en la represión siguiendo la cadena de mando. Eso era precisamente lo que nos preocupaba. Cuando estábamos en la universidad, decíamos en la calle «juicio y castigo a los culpables», y denunciábamos a toda esa gente que había participado en la represión y podía quedar solapada. Por otro lado, cuando voy a la Argentina, las nuevas generaciones entienden lo que fue la violación de los derechos humanos y el estado «terrorista». Se habla en el secundario, en las universidades y entre la gente…
-¿Tal vez el código genético de la dictadura pueda apreciarse hoy, principalmente, en la policía y el ejército?
AT: Los militares, las fuerzas armadas y los policías son herederos directos del poder dictatorial. Si puede, un policía de tránsito te pone una multa y te arruina. O bien te pide plata a cambio de no ponértela. Quedan resabios de la dictadura por todas partes, pero donde más se observan es entre las fuerzas de seguridad y en los militares. Los efectivos policiales han ido creciendo sin parar, tal vez para tapar la boca a la gente y a los medios que dicen que hay tanta inseguridad. Pero en la provincia de Buenos Aires hay cada vez más policía y más comisarías. Y no se resuelve nada. Además, el conurbano bonaerense quedó como destino final de toda la gente del interior que fue expulsada de su provincia por falta de trabajo; es también el marco ideal para ladrones, narcotraficantes… La policía tiene allí un «maravilloso» campo de entrenamiento. Los mismos represores de la policía bonaerense son también habitantes de ese «cordón».
GT: Hay algo que no se debe olvidar. La idea de seguridad, vinculada al narcotráfico, hace pensar por momentos en una idea de «remilitarización» de la sociedad. Como estudiante viví en una ciudad, Rosario, que ha estado recientemente sitiada por la gendarmería. Fue tomada por la gran penetración de las redes de narcotráfico, que con la complicidad (pienso) de las fuerzas de seguridad del estado, ha permitido la consolidación de estas redes en Argentina.
JJ: No hay que olvidar de dónde vienen las fuerzas armadas y la policía argentina. Si ves fotos o películas de los que fue el ejército argentino, estás viendo al ejército de Austria y Alemania a principios del siglo XX. Es decir, lo peor que tenían las fuerzas armadas imperiales en Europa lo tomó el ejército argentino. Hay un documental de Osvaldo Bayer, «Panteón Militar», que da cuenta de ello. La policía federal argentina, que se funda a finales de los 40 y principios de los 50, fue considerada la más represiva y cruenta de América Latina. Todo eso continuó. En la segunda presidencia de Menem, y con Duhalde como gobernador de la provincia de Buenos Aires, recuerdo el «caso Cabezas» (1997). Un periodista al que mataron para dar un aviso. La policía nunca fue depurada. A la policía de la provincia de Buenos Aires no la «toca» nadie. Y eso que en las bandas de asaltantes y narcotráfico, es vox pópuli, hay gente de la policía metida. Hablamos de 60.000 agentes en la provincia de Buenos Aires.
-¿Ha terminado la época de las dictaduras militares en Argentina y América Latina? Si es así, ¿supone esto un avance democrático o más bien las dictaduras se han sustituido por otros mecanismos, más sutiles, de dominación?
GT: Hoy se utilizan los golpes «blandos». Hay poderes fácticos que se constituyen así a través de, por ejemplo, los medios de comunicación, las fuerzas del narcotráfico, los «fondos buitre», el estrangulamiento en materia financiera… El sector militar en argentina fue históricamente un guardián de los poderes económicos. Pero lo fue también en América Latina. No sé si hoy podemos hablar de un contexto parecido, el de las dictaduras militares, pero creo que sí hay una «necesidad» de volver a un orden que asegure ciertos intereses. Ahora bien, no podría decir qué forma va a tomar. Lo que sí digo es que los golpes que ahora llamamos «blandos» están ahí, y esperan recuperar un espacio.
AT: En Argentina continúan habiendo factores de dominación internos y externos. Entre los de adentro, la gente con mayor poder adquisitivo y de la banca financiera. Son los más ricos y poderosos del país. Fuera también están nuestros enemigos: los «buitres», gente de la banca internacional, que quieren cobrar deudas entabladas, intereses e infinidad de cosas que nos reclaman.
JJ: El momento actual ha de contar con otras formas de dominación, porque han aparecido otras fuentes de riqueza y de poder. Cuando el golpe militar en Argentina, en la década de los 70, se controlaban los países a través de sus dirigencias o de las fuerzas armadas. Hoy, la multinacional minera Barrick Gold tiene sectores y territorios ocupados en toda América Latina, y por supuesto también en Argentina. Actualmente no se trata sólo del entrenamiento de las fuerzas armadas en Panamá o Fort Benning (sedes de la Escuela de las Américas). De hecho, prácticamente toda la Patagonia argentina pertenece a capitales extranjeros, el más conocido Benetton. Es la propiedad privada, que va a ser respetada como tal por las leyes locales, y que consagran los derechos de los propietarios.
La dictadura argentina del 76 estableció principios absolutamente diferentes. Por ejemplo, la gran pelea con la dictadura uruguaya es que esta quería «reeducar» y «transformar» a los guerrilleros. Los metían presos en condiciones espantosas. De hecho, el presidente Mujica y muchos tupamaros lo estuvieron. La disputa con los militares argentinos fue diferente. A la oposición había que exterminarla, y los campos de concentración eran para tener a la gente más a mano, y así poder liquidarla más rápidamente. La idea de la dictadura argentina fue liquidar al diferente. Desde que se instaló hasta 1983.
-Por último, ¿qué representó el Mundial de Fútbol de 1978, en el que Argentina resultó vencedora al imponerse a Holanda en Buenos Aires?
JJ: Fue espantoso. Tuvo mucha culpa el entrenador de la selección argentina, Menotti, que era comunista y no dijo ni una palabra. Ni él ni nadie. Los jugadores sabían perfectamente lo que estaba pasando. Las Madres de Plaza de Mayo habían empezado a reunirse y hacer declaraciones a periodistas extranjeros, que venían al mundial. Los jugadores no podían decir que no sabían qué pasaba. Además, la Escuela Mecánica de la Armada estaba muy cerca del estadio del River Plate, donde se jugaron los partidos más importantes. Y por otro lado, el famoso cantito con el que nos machacaron: «mundial, mundial, fiesta deportiva sin igual».
AT: El mundial fue una gran «cortina de humo» para ocultar lo que estaba ocurriendo: desapariciones forzosas, torturas… Fue un «caramelito» que se comió la sociedad argentina. El mundial les vino muy bien a todos. Toda la República Argentina estuvo contenta durante un mes, en el que no se habló de otra cosa. Quedaron muy bien tapadas todas las tropelías…
GT: Había muchas calcomanías en los autos que decían «somos derechos y humanos», en respuesta a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, que visitó Argentina en 1979.
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