Rodillo parlamentario, suspensión del gobernador de Tarija Mario Cossío, ofensiva contra el alcalde paceño Luis Revilla y el líder del Movimiento sin Miedo Juan del Granado, el mayor gasolinazo en treinta años: sin duda el de Evo Morales es el Gobierno más fuerte de las últimas décadas y su legitimidad de origen tiene mucho de […]
Rodillo parlamentario, suspensión del gobernador de Tarija Mario Cossío, ofensiva contra el alcalde paceño Luis Revilla y el líder del Movimiento sin Miedo Juan del Granado, el mayor gasolinazo en treinta años: sin duda el de Evo Morales es el Gobierno más fuerte de las últimas décadas y su legitimidad de origen tiene mucho de legitimidad revolucionaria, pero ¿no se estarán abriendo muchos frentes al mismo tiempo? ¿Queda suficiente cuerda para tirar?
Nadie duda que el acoso judicial a Revilla sea político. El 100% de los funcionarios bolivianos podrían ser descubiertos en «delitos» similares, y en muchos casos bastante más graves que no rendir adecuadamente 450 dólares. No sé si las masas saldrán a las calles para defender a Revilla de una acusación que de confirmarse se parece más a una cuestión administrativa que ameritaría devolver la plata que a una posible suspensión del cargo. Pero parece claro que con ello se pasó una línea: si hasta ahora los destituidos eran parte de la vieja élite enemiga del proceso de cambio (con Joaquino en una difusa línea gris), en este caso se trata de ex aliados, que acompañaron al MAS desde el comienzo, no se desmarcaron en los momentos más críticos de la polarización política y contribuyeron a contener a las clases medias urbanas paceñas en el bloque del cambio. Ya en las elecciones de abril la ruptura obligó a sectores medios tan emesemistas como evistas a optar, y optaron por el MSM en el nivel municipal; ¿llevará esta judicialización de la política a un alejamiento en el ámbito nacional? Es posible. No deberían subestimarse los reflejos pluralistas y democráticos de los bolivianos, como suele hacerlo el viceministro de Coordinación, Wilfredo Chávez, convertido en la tropa de choque del Gobierno en temas que van desde la corrupción hasta el cambio climático (que desconoce en absoluto). Sin duda, este proceso contribuyó a democratizar a Bolivia, en base a una renovada confianza en el Estado de sectores tradicionalmente excluidos, pero no deberían desdibujarse las líneas entre el desplazamiento de las viejas élites y el cierre del debate en las propias filas; menos aún sobreactuar la construcción de enemigos en el campo progresista. Eso nunca termina bien.
Si es por currículums ideológicos, posiblemente ni la alcaldesa de Cobija (Ana Lucía Reiss, ex jefa de la campaña de Goni en Pando y hoy masista), ni el gobernador pandino Luis Flores (allí la consigna fue que los candidatos no debían ser masistas), ni el tarijeño ex podemista Roberto Ruiz, ni el cruceño Roberto Fernández ni decenas de funcionarios gubernamentales pasarían la prueba de los archivos. Y muchos no pasarían el detector de oportunismo.
En medio de este frente político, se vino el paquetazo navideño, que más allá de los argumentos racionales que lo justifican, es un durísimo golpe a la economía popular. Al final de cuentas, también el 21060 tenía tras de sí el sello de la «necesidad». Como ha señalado alguien, si el argumento es nivelar con los países vecinos, también podríamos nivelar los salarios, la educación, la salud y otras muchas cosas. Pero la medida deja en evidencia las tensiones entre el discurso revolucionario y la prudencia economicista del ministro Luis Arce, que sirvió para mantener la estabilidad pero menos para generar una revolución productiva, incluyendo empleo de calidad. En las medidas contra el contrabando y ahora en la eliminación de los subsidios parece primar el equilibrio de las cuentas antes que un plan de desarrollo consistente, incluyendo la sustitución de importaciones. Revaluar el boliviano no es sinónimo de soberanía y favorece el control de la inflación mediante importaciones, algo no precisamente soberanista (fue la base del plan Menem-Cavallo en Argentina de los 90, el peso más alto fue la etapa de mayor entreguismo de la historia reciente).
Los próximos días dirán si esto es el fin de la luna de miel del Gobierno, o Evo tiene espaldas para soportar sin grandes costos los efectos de la medida más impopular de su gestión.