Ya no es sorpresa para los que vivimos en constante relación con enfermos y afectados por los agroquímicos enterarnos de historias como estas. Aún cuando se siga repitiendo que no hay datos fehacientes de que los agrotóxicos causen daño a la salud humana, porque no se puede extrapolar lo que sucede con los mamíferos usados […]
Ya no es sorpresa para los que vivimos en constante relación con enfermos y afectados por los agroquímicos enterarnos de historias como estas. Aún cuando se siga repitiendo que no hay datos fehacientes de que los agrotóxicos causen daño a la salud humana, porque no se puede extrapolar lo que sucede con los mamíferos usados en laboratorios.
Hoy, una nueva nota en un pasquín porteño, el gerente de Expoagro hizo el triste papel de ser juez y parte en una búsqueda por mostrar la inocuidad de los venenos. Su entrevistado, ex-empleado de Monsanto y uno de los encargados de evaluar el Plan Colombia, lejos de aclarar sobre el tema, demostró una vez más quién paga su sueldo. La nota pudo llevar el título «Dos mercenarios en decadencia» e ir también a tapa.
La evidencia empírica no es suficiente para los necios que siguen pensando que las buenas prácticas son la varita mágica para convertir al veneno en sopa. Tratan de daños colaterales o casos aislados las enfermedades y nacimientos con malformaciones, sin contar los muertos, los abortos espontáneos y los que viven un corto tiempo debido a la imposibilidad de sobrevida de algunas patologías que se repiten, que se incrementan, que están a la vista de todos, pero nadie quiere nombrar al culpable: Agrotóxico.
Vivir en zonas agrícolas, consumir alimentos y agua contaminada o trabajar en el campo, es la pregunta obligada que hacen en el Hospital Garrahan, pero los datos epidemiológicos no existen, la genotoxicidad se niega y la teratogénesis se oculta. Los venenitos son imprescindibles, las personas no. La ceguera y la mordaza es moneda corriente, en un Estado donde nadie se hace cargo y donde todos cobran por ese silencio. Son los copartícipes de la matanza sistematizada.
El 5 de septiembre pasado Víctor Fabroni, desde Bandera Santiago del Estero me escribe informándome sobre una madre que pedía ayuda para su bebé de cinco meses que nació con malformaciones. El caso contrastaba con el de otra mamá que escondía a su hija con labio leporino y paladar hendido. Esta última hija de un productor rural y cuya madre trabajó en la venta y almacenamiento de agroquímicos. Ocultar es más fácil que asumir la causa. Los hospitales, un eslabón en la cadena de omisiones, colaboran sin registrar los casos ni las estadísticas.
-«Necesito datos para llevar el caso a las autoridades que puedan brindarle ayuda», le contesté. Pero Víctor sabe que es difícil lograr ayuda donde lo normal es negar y encubrir porque los intereses son más fuertes que la salud de un niño.
Hoy a un mes de esa charla esa madre pudo llegar a los medios.
El Noticiero 7 y el Diario Panorama de Santiago del Estero hizo un llamado a la solidaridad los días 5 y 6 de octubre: «Julieta necesita de todos para salir adelante» decía el informe.
Y Víctor no se equivocó, la madre no recibió ninguna respuesta de parte de las autoridades.
Alicia Gimenez cuenta que vive en Bandera, su hija Julieta tiene hoy 6 meses y es la última de 6 hermanas: -«Nació con hidrocefalia, parálisis cerebral, parálisis facial y de las cuerdas vocales. Múltiples malformaciones a causa de los agroquímicos que se usan en la zona agrícola donde vivo, según me dijeron los médicos que me asistieron en el parto. Tiene malformación de columna, cadera, brazos y manos. Los bracitos fueron operados y se los corrigieron con férula, pero los deditos no», relata con lágrimas en los ojos.
La pequeña tiene una derivación a Santa Fe para otra cirugía pero no cuenta con los medios porque el traslado en esas condiciones debe ser especial y adecuado para la niña.
Lo aberrante de la praxis que relata crispa mis manos y la impotencia que me invade se resume en dos palabras ¿Por qué?: -«La parálisis cerebral me dijeron que se debe a que se pasó de tiempo para nacer. El trabajo de parto duró 9 horas y Julieta sufrió convulsiones dentro de mi vientre. Los médicos que actualmente la atienden sostienen que debido a esto, la beba sufrió una parálisis cerebral. Tenía un horario de cesárea pero los médicos me dijeron que podía nacer por parto normal. Pero tuvieron que hacer la cesárea de urgencia», relata casi resignada, una pesadilla que podría haberse evitado.
La beba no regula la temperatura del cuerpo, si hace calor tiene fiebre hasta de 40 grados y si el día está fresco su cuerpo se enfría totalmente. Por tal motivo necesita una vivienda térmica para poder sobrevivir.
Los médicos le dijeron con respecto a las malformaciones que son causa de los agroquímicos. Por eso tiene otra derivación para noviembre, al Hospital de Niños Dr. Ricardo Gutiérrez de Buenos Aires para medir el dosaje de químicos que tiene en la sangre.
-«Julieta necesita sensor de saturación de pulso con plasma (Lsd), porque por la malformación de sus manos no puede meter sus deditos en otro tipo de sensor» repite su mamá. La pequeña necesita además una mochila de oxígeno y un nebulizador aspirador. Alicia comenta que golpeó muchas puertas buscando ayuda para comprar esos aparatos. Pero nadie se la brindo.
Gracias al director del centro hospitalario, hoy su hogar es una habitación del Hospital Colonia el Simbolar, departamento Robles, Santiago del Estero. Muy lejos del departamento Belgrano, donde está su pueblo Bandera. Vive allí con su marido y sus seis hijas, donde puede disponer de los aparatos que no puede comprar.
Habría que preguntarse por qué confió en otro centro de salud lejos de su hogar. Habría que preguntarle al Director del Hospital Público Dr. Osvaldo Vitar, que opina de este tipo de casos y su relación con los agroquímicos para entender porqué no se acudió a él. Habría que preguntarle al intendente Oscar Gorosito, que soluciones hay para estos pobladores en su gestión plagada de negación y de obsecuencia para tratar tres veces una ordenanza que regule el manejo de los venenos sin llegar a un acuerdo porque los señores feudales del pueblo presionan para que todo siga igual. Donde las tres pistas de aterrizaje para los aeroaplicadores parecen más importantes que el hospital y donde la pista de karting se asemeja a un centro de acopio de Agrolimpio, con el kartódromo marcado con bidones vacíos de glifosato.
Falta agua en Santiago del Estero, pero también falta respeto para no entorpecer el disfrute del derecho a la salud. Falta protección y es el estado el que debe adoptar medidas para impedir que terceros interfieran en el disfrute del derecho a la salud. Falta cumplimiento y adoptar medidas positivas para efectivizar el derecho a la salud.
Sobran campos sembrados y hay cientos de malformaciones al año por el uso de agroquímicos, denunciado desde el mismo Colegio de Ingenieros Agrónomos de la provincia.
Puedo ver al viejo labrador de Tejada Gómez repitiendo «La tierra estaba de antes, señor… ¿cuándo sembraremos flores donde está la alambrada?» Y el dolor de una madre, como tantas Alicias que desconocemos, en el medio de un pueblo.
* Ong Ecos de .- Romang
Fuente original: http://www.adital.com.br/site/
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