Hace 150 años, el poeta Isidoro Ducasse de Lautréamont aconsejó remplazar «la melancolía por el coraje, la duda por la certeza, la desesperación por la esperanza, la maldad por el bien, las quejas por el deber, el escepticismo por la fe, los sofismas por la frialdad de la calma y el orgullo por la modestia.» […]
Hace 150 años, el poeta Isidoro Ducasse de Lautréamont aconsejó remplazar «la melancolía por el coraje, la duda por la certeza, la desesperación por la esperanza, la maldad por el bien, las quejas por el deber, el escepticismo por la fe, los sofismas por la frialdad de la calma y el orgullo por la modestia.» Las Madres de Plaza de Mayo, en el lejano sur del mundo, le hicieron caso. Seguramente no habían leído al poeta nacido en Montevideo y muerto 24 años después en París. Pero el amor incondicional a sus hijos, la intuición de madres y su inquebrantable compromiso con la vida hicieron el resto. Esas mismas certezas, que son constitutivas de su identidad colectiva, las llevarán a ocupar políticamente la Plaza de Mayo, entre las 15:30 de hoy y hasta las 6 de la tarde de mañana.
Hace menos de 15 días que la derecha empresarial y pronorteamericana ganó las elecciones presidenciales en nuestro país, y las Madres ya convocan al pueblo a alistarse en las calles para enfrentarla. Algunos califican de exagerado el llamado. Apresurado, juzgan. Se equivocan, sin embargo. Así como hay que reconocer la legitimidad y legalidad del nuevo gobierno, nadie puede impedir el derecho soberano de un pueblo a oponerse a él. A las Madres suele darles más razón el tiempo y la historia, que los editoriales de los diarios contemporáneos a sus actos. Ni ingenuas, ni dóciles, ni mezquinas. Para las Madres también está primero la Patria, y después sus cuerpos.
Mauricio Macri ya dio suficientes señales del camino que transitará su gobierno como para que las Madres no extiendan durante 24 horas su primera marcha semanal bajo la nueva gestión del Estado. Que nadie se confunda, sin embargo: como en todas sus movilizaciones, la marcha de las Madres que comienza hoy será absolutamente pacífica, profundamente simbólica y marcadamente política.
Razones para resistir
El flamante presidente anunció que una de sus primeras cruzadas será relevar de su cargo y mediante un inconstitucional decreto a Alejandra Gils Carbó. Macri en persona, y luego varios de sus colaboradores, desde el titular de la cartera de Justicia hasta el ministro en las sombras Luis Majul, afirmaron que si no fuera por un DNU, la actual Procuradora General de la Nación se irá invariable e inmediatamente mediante alguna otra fachada institucional, que, no obstante, no podría disimular la profunda ilegalidad del acto. La estabilidad del cargo de Gils Carbó está fijada en la ley orgánica del Ministerio Público Fiscal, que reglamenta una clara disposición constitucional: la condición de órgano independiente, con autonomía funcional y autarquía financiera, del Ministerio Público. Esa condición iguala al Procurador con los ministros de la Corte. Uno y otros gozan de estabilidad vitalicia en el cargo, y tanto el acceso a la función como el cese en ella (excepto en caso de renuncia voluntaria) son facultades del Congreso de la Nación.
Macri, sin embargo, quiere hacerle creer a la sociedad democrática, a través de una cadena de impunidad y blindaje mediático nunca jamás vista, que el cargo del Procurador no le pertenece al pueblo de la Nación, ni a la Constitución, ni a la democracia que consagra como un bien mayor la independencia de los poderes, sino a él. El conflicto (y su posible «resolución») son paradójicos: si el presidente cometiera la ilegalidad de echar mediante un inconstitucional DNU a la Procuradora, el Congreso (que Macri no controla) podría proceder contra él con el constitucional mecanismo de Juicio Político.
El problema, sin embargo, excede las formas constitucionales. Es político. El objeto de quitar a Gils Carbó del medio es cumplir las órdenes emanadas de los generales Clarín y La Nación. Mientras Héctor Magnetto juró vengar a la actual Procuradora desde que la entonces fiscal general en lo Comercial vetó la fusión de Cablevisión y Multicanal, La Nación la necesita afuera de la Procuración para desandar el camino de la sanción penal de los genocidas, y no alcanzar nunca el juzgamiento del rol que tuvo el poder económico en el terrorismo de Estado. En 2007 Gils Carbó firmó un dictamen lapidario en el que denunció un fraude millonario en el Acuerdo Preventivo Extrajudicial con los acreedores de la empresa de cable del Grupo Clarín. «Abuso y fraude», opinó entonces la actual Procuradora. Sobre la segunda razón, basta releer el editorial del centenario diario de la oligarquía publicado el día siguiente a la elección del 22 de noviembre, que clamó por el «fin del revanchismo» y el regreso de los Dos Demonios.
Si el nuevo gobierno echara a Gils Carbó, el eventual (y de facto) nuevo jefe del Ministerio Público Fiscal ordenaría a los fiscales federales que promueven junto con las querellas los juicios a los genocidas en todo el país, un alto el fuego en esos procesos, que volvería inútil la comisión bicameral que investigará el rol de los grupos económicos en el genocidio, y que podría comprender los turbios negocios que La Nación y Clarín hicieron con la dictadura en Papel Prensa.
El Partido Judicial, por su parte, no ayuda demasiado en limitar los aires de emperador que engalanan al nuevo presidente. A través de una vergonzosa presentación judicial, Macri logró que ese poder del Estado interrumpa abruptamente el mandato de la presidenta saliente hasta el fin del día anterior. La vía judicial al neoliberalismo del siglo XXI, comenzó cuando en la intempestiva charla telefónica que Macri y Cristina tuvieron el pasado sábado, el nuevo presidente avisó a los gritos que si la mandataria saliente no le entregaba los atributos en el lugar que él quería, los recibiría de manos del titular de la Corte Suprema. Macri anunció así su plan para los próximos cuatro años: gobernar sin Congreso y sólo con el favor de las estructuras más encumbradas y reaccionarias del Poder Judicial.
Así las cosas, el escenario político más inmediato surge nítido: una derecha que viene de atropellada, y en su loco camino quiere confrontar con el pueblo, arrebatarle derechos, frustrar sus expectativas, y borrar de un plumazo la legalidad que construyó en los últimos 12 años. En ese mezquino esquema de construcción de poder, la respuesta popular también surge clara: resistirlo. El nuevo presidente encontrará a las Madres en el lugar que las situó la historia: la Plaza de Mayo, resistiendo al poder real (ahora también político) junto a sus iguales de clase. Sin jactancias, ni mayores dramatismos. Apenas luchando como siempre lo hicieron. ¿A qué se debe tanta preocupación?
Fuente: http://tiempo.infonews.com/nota/198445/las-madres-tienen-razon