La Sociedad de la Información y el Conocimiento (SIC) facilita medios de comunicación, trabajo, consumo y ocio que en muchos casos superan las barreras del tiempo y del espacio, permiten racionalizar la necesidad de muchos desplazamientos físicos y reducir su frecuencia.
Vivimos en una sociedad interconectada por medios infotecnológicos que cada vez son más potentes y variados, y sin embargo la movilidad física sigue creciendo hasta el punto de que, aunque las infraestructuras viarias no dejan de ampliarse, el colapso circulatorio urbano es la norma y no la excepción. Miles de personas se mueven cada día por las mismas autovías camino de la periferia al centro urbano, del centro a la periferia, de casa al trabajo, del trabajo a casa, o para resolver en el mismo sitio y a la misma hora cualquier asunto burocrático en una dependencia oficial.
Varias razones y de diversa índole explican -que no justifican- esta paradoja. Por un lado, la desenfrenada especulación del suelo está impulsando un modelo de ciudad muy segmentado y compartimentado (un sitio para habitar, otro para trabajar, otro para el comercio, otro para estudiar, otro para el ocio, etc.) que es altamente devorador de espacios y genera una intensa movilidad obligada. Por otro, quienes tienen la responsabilidad de gestionar la ciudad mantienen esquemas organizativos de la movilidad más propios de la sociedad industrial -ya en declive- que de la sociedad informacional.
Así, se insiste en ampliar continuamente las infraestructuras para los vehículos privados motorizados (más carreteras, más autovías, más autopistas) en un empeño que, a la postre, siempre resulta insuficiente, contradiciendo, además, los nuevos valores emergentes ligados a la sostenibilidad ambiental, social y económica exigible a las grandes infraestructuras públicas en el siglo XXI.
Pero estando todo esto fuera de discusión en el plano teórico y, aun cuando el recurso a las TIC para obtener mayor productividad y eficiencia se está generalizando tanto en las empresas como en las administraciones públicas, persiste una clara renuencia a aplicarlas de manera concluyente en lo que se refiere a la movilidad.
Por ejemplo, aunque los medios infotecnológicos son cada vez más flexibles y seguros las Administraciones públicas siguen requiriendo la personación física de los ciudadanos en multitud de ventanillas desconectadas y dispersadas por toda la ciudad para realizar cualquier trámite burocrático, con lo que generan un alto grado de movilidad urbana no deseada.
Por su parte, las grandes empresas apuestan nuevamente por erigir verdaderas macro-ciudades corporativas en la periferia de las ciudades en las que agrupan sus efectivos humanos como en los mejores tiempos de la Sociedad Industrial. Esta cuestión resulta más paradójica si se tiene en cuenta que son precisamente las empresas con mayor dotación tecnológica las que se van a la periferia y agrupan a sus trabajadores en sedes centralizadas provocando el desplazamiento cotidiano y obligado de miles de trabajadores.
Finalmente, es sabido que la insuficiente inversión en medios y tecnología en los transportes públicos hace que pierdan competitividad frente a los vehículos privados, cuando la aplicación intensiva en TIC (sistemas de regulación, navegación, información, etc.) podría atenuar los colapsos, las masificaciones, las demoras, etc.).
Son ejemplos claros de la disociación existente entre las posibilidades de la Sociedad de la Información y el Conocimiento (que todavía es virtual) y el mundo real.
En el caso de las Administraciones Públicas, la renuencia a habilitar una ventanilla única electrónica, con la que se podrían evitar miles de desplazamientos innecesarios, tiene motivaciones más políticas y de reparto de poder que tecnológicas. Es de todo punto incomprensible que en plena Sociedad de la Información la ventanilla y al trámite único no se haya incorporado el acerbo del derecho ciudadano.
No parece que las cosas cambien demasiado con el flamante Consejo Asesor de Administración Electrónica que asesorará al ministro a diseñar y poner en marcha medidas para impulsar la administración electrónica en España. Este Consejo2 está formado casi íntegramente por empresarios. Los representantes de las asociaciones de usuarios, administrados y ciudadanos brillan por su ausencia o están escasamente representados. Esta asimetría no augura «buenos consejos» al ministro en favor de la ciberciudadanía y de los nuevos derechos digitales.
Por otro lado, en el origen de los macrocentros empresariales, que además generan la necesidad de levantar costosísimas infraestructuras de acceso con cargo al erario público, no está la eficiencia laboral o productiva, ni mucho menos la generación de empleo, sino las plusvalías que se obtienen por el cambio de uso de los edificios abandonados en el centro de las ciudades3 . Es claro que el teletrabajo en sus diferentes modalidades y el desarrollo de la empresa-Red supone una alternativa eficiente a este disparate organizativo, urbanístico y ecológico. Hace más de 30 años, Jack Nilles, pionero del teletrabajo, anunció la necesidad de que en la sociedad informacional debiera ser el trabajo el que transitara por las redes virtuales y no los trabajadores por las carreteras y el asfalto. No parece que a estas alturas a las grandes empresas, ni a las administraciones públicas les haya interesado aprender la lección.
La Sociedad de la Información y el Conocimiento exige nuevos modelos de comunicación, de movilidad, de ordenamiento urbano y participación ciudadana y debe incorporar las ventajas de las TIC para integrar y mejorar los sistemas de movilidad atenuando sus impactos negativos en la estructura social y el medioambiente. Pero para eso es necesario invertir en conocimiento, no en cemento.
Mientras los países europeos más dinámicos exploran todas las posibilidades de la sociedad informacional e invierten en el desarrollo de las TIC y, especialmente, en la formación en e-habilidades de sus trabajadores, el grueso de la economía española, empezando por sus empresas más importantes, siguen anteponiendo los réditos cortoplacistas y especulativos del ladrillo a la apuesta por el conocimiento. Así nos va. De momento, España ha vuelto a descender dos puestos en el ranking mundial de tecnología de la información, pasando del 29 al 31.
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1 Presidente y vicepresidente de fiap (foro de investigación y acción participativa para el desarrollo de la sociedad del conocimiento) http://www.fiap.org.es
2 http://www.map.es/prensa/notas_de_prensa/notas/2006/04/2006_04_06_02
3 Por ejemplo, la «ciudad financiera» del SCH en Boadilla del Monte, a 14 kilómetros de Madrid, ha costado 480 millones de euros y se ha financiado con la venta de otros activos inmobiliarios de la capital por un importe de 800 millones de euros (El País, 050406). El caso de la ciudad de Telefónica en Las Tablas, también a las afueras de Madrid, es similar, si bien la plusvalía de los edificios urbanos en venta (edificios de centrales y oficinas) parece tener una importancia económica mucho mayor.