Existen dilemas, paradojas y hasta contradicciones que afectan al seno de la política. Pero la mayor problemática que sacude a la representación es el descaro. La falta de verguenza es uno de los tantos males que sacude a dirigentes que se ven envueltos en forcejeos para alcanzar el poder sin pensar en el pueblo. La […]
Existen dilemas, paradojas y hasta contradicciones que afectan al seno de la política. Pero la mayor problemática que sacude a la representación es el descaro. La falta de verguenza es uno de los tantos males que sacude a dirigentes que se ven envueltos en forcejeos para alcanzar el poder sin pensar en el pueblo.
La gran paradoja, la madre de todas las contradicciones es que, si bien los políticos son exponentes de su país, el poder se debate entre una muestra de políticos muy poco representativos de las necesidades de las mayorías.
El Poder, palabra muchas veces utilizada vulgarmente, se encuentra merodeado por aves de rapiña que poseen la estructura para dejar sin efecto expresión de los oprimidos.
Los dirigentes sociales de base, los movimientos de masa, los luchadores silenciados por los medios masivos de comunicación se encuentran marginados de esa supuesta democracia «representativa». La contradicción de esta hipocresía disfrazada de pluralismo, surge de la descarada muestra de «representantes de las mayorías». La gravedad de tal situación surge de quiénes son los exponentes de la política y a las necesidades argentinas.
Veamos los ejemplos concretos a través de las posibles candidaturas presidenciales. Por un lado, el sector que las empresas periodísticas denominan «centro-derecha» (que, realidad representa la derecha más reclacitrante y conservadora de la patria contratista, estafadora y explotadora) encarnado por Mauricio Macri, por citar alguno de los nombres.
El centro está representado por el candidato del gobierno y el otro candidato que surgió del oficialismo haciendo críticas al presidente argentino Nestor Kirchner. Estamos hablando del ex ministro de economía Roberto Lavagna. El mismo que censuró el aumento de salarios «porque crea inflación».
Y por otro lado, los medios (y sus intereses) ya eligieron a la candidata de «izquierda» que representará esa franja ideológica en las elecciones presidenciales. Ella se llama Elisa Carrió, quién en realidad encarna un dudoso progresismo conservador cada día más adaptado a lo que conviene más para sumar caras patéticas como Enrique Olivera y Patricia Bullrich a su espacio político. El primero de ambos sospechado de corrupción y exponente de las viejas mañas a la hora de hacer política.
Bullrich es una dirigente que trabajó políticamente junto a los ex presidentes Carlos Menem, Fernando De la Rúa y el ex ministro de Economía Domingo Felipe Cavallo.
Esa es la clase política que tendrá el mayor lugar en los medios masivos de comunicación mientras que las multitudes de luchadores sociales y las mayorías oprimidas ven como la Democracia Representativa se manifiesta en Argentina como una perfecta burla a los que más sufren.
Millones de argentinos que hacen magia para llegar a fin de mes tienen que enterarse a través de los medios quién son sus representantes. Aparte, los operadores de la Democracia representativas ya eligieron en nombre del pueblo, entre quiénes hay que elegir.
A fines del año 2001, se produjo un hecho histórico excepcional, sin precedentes. El Argentinazo, fue una de las muestras de participación cívica más fuertes de la historia de nuestro país. Los luchadores sociales, las amas de casa, los estudiantes que se acercaron a ver qué podía pasar y qué se podía crear lucharon contra la peor de la tiranías. Aquella que utliza el miedo para gobernar.
Un gobierno como el de De la Rúa que hablaba a favor de la democracia pero le daba la silla de Ministro de Economía a uno de los presidentes del Banco Central en la última dictadura militar. Estamos hablando de Domingo Cavallo. Previamente, para demostrar que la muestra de una contradicción es una burla violenta cuando se le da lugar en un gobierno supuestamente democrático a gente como Ricardo Lopez Murphy, quién se formó intelectualmente con los mismos libros que Martinez de Hoz.
En esas manifestaciones del 2001 «los piquetes y las cacerolas» eran una sóla lucha. Se luchaba contra esa representación de minorías, de empresarios que aparecían en la revistas de farandula. Luego vinieron las asambleas barriales que brindaron un aire fresco para contrarrestar los contubernios y reuniones de buitres a punto de acechar el vacío de poder.
Eran los tiempos en los cuales todos ellos se tenían que ir.O sea, aquellos que siguen estando en (o alrededor del Poder) nunca se fueron y tampoco se piensan ir.
Para colmo de males (y el colmo es la más burlona de las paradojas) la política como herramienta de gestión y de cambio, es utilizada por los halcones de la Democracia Representativa para mantenerse en el Poder. Mientras las víctimas del modelo neoliberal siguen siendo mayorías sin expresión, la panza vacía de muchos espera por llenarse, igual que el espacio de los pobres en los lugares donde se deciden los problemas más importantes en la democracia auténtica.
Pero ceder espacio no está en los planes de los sospechosos de siempre. Y esa, en definitiva, es la estafa de los «demócratas» argentinos.
«Somos pocos y nos entendemos», parecen decirse mutuamente los candidatos a presidentes en el 2007. Pero jamás van a entender a las mayorías, palabra clave a la hora de brindar una definición sobre qué es la democracia y todos sus representantes.