El fracaso del nuevo paradigma y la fuerza propia en el aporte ajeno
Lo llaman el gobierno de los ricos, pero es criticado por los empresarios y «bancado» -en última instancia- por los sindicatos y los llamados movimientos sociales. Esa es la aparente paradoja que cierra el primer año de administración de Mauricio Macri y Cambiemos.
El paradigma que el nuevo gobiernodiseñó hace un año y sus consecuencias en la orientación económica y política, resultaron un fracaso en sus grandes trazos.
Medido con su propia vara, Cambiemos no logró prácticamente ninguno de los grandes objetivos que bosquejó de entrada: correr el eje hacia el «inversor» terminó siendo una ilusión que chocó con la cruda realidad, no se produjo lluvia (ni si quiera garua) de inversiones; disminuir el déficit fiscal, ese anhelo tan preciado por elestablishment quedará como una simple expresión de deseos; aumentar la productividad en los términos en los que desde su lógica económico-política sería necesario, es una tarea pendiente.
El «protocolo antipiquetes», la temprana bandera de la nueva administración que obraba como amenaza de garrote para disciplinar el malestar, duerme el sueño de los justos en algún cajón del escritorio de la apagada Patricia Bullrich Luro de Pueyrredón. La ministra, que vestida de guerrera debutó atrapando varias a veces a los mismos tres presos que -como Pedro a Jesús- antes que el gallo cante, la negaron tres veces en el conurbano bonaerense y entre los arrozales santafecinos.
Pese a todos los límites del plan original, la devaluación y la consecuente inflación, los tarifazos y el planchazo de la economía, producto de las altas tasas de interés del Banco Central, implicaron un ajuste y un deterioro de las condiciones de vida de las grandes mayorías, con la pérdida del poder adquisitivo del salario y el derrumbe del consumo como evidencias inocultables.
El gobierno que asumió con la promesa de «pobreza cero», doce meses después decreta la emergencia social por tres años y porotea en el Congreso ofreciendo el porcentaje más conservador de aumento del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias, mientras había jurado eliminar ese tributo que se aplica sobre el salario.
El meta-relato que coronaba este camino al éxito (al que estamos condenados los argentinos, según el filósofo de Lomas de Zamora), era la vuelta al mundo, justo cuando está cerrando sus compuertas, producto de la debacle de la llamada globalización.
Mauricio Macri no termina de conformar a su núcleo duro, aumenta el fastidio en sectores cada vez más amplios de la población y ofrece el retorno a un mundo al que no le falta sólo un tornillo, se le derrumba la estantería entera.
Los dadores voluntarios de gobernabilidad en el terreno sindical y social, así como en la escena parlamentaria, combinados con la moderación de su programa máximo, fueron la clave de la estabilidad de Cambiemos.
En el Congreso logró la aprobación de prácticamente todas las leyes que necesitaba, gracias a los buenos servicios prestados por los peronismos varios, un dato que puede festejar el Gobierno, hasta que se le recuerda que Fernando de la Rúa también consiguió aprobar la mayoría de los proyectos en los primeros dos años, como recordó con un dejo de ironía el agudo politólogo Andrés Malamud.
Pese a todos estos contrastes, los números de la imagen del presidente se mantienen relativamente dignos, contrariando los índices que miden las percepciones sobre la economía y la gestión que se ubican por el suelo.
Pero el sustrato de esta precaria conciencia media está hecho de un material absolutamente endeble: la bronca contra el pasado y la esperanza sobre el futuro (después de todo, algo de verdad tiene la sabiduría popular que asegura que «es lo último que se pierde»).
«El gobierno vive de cierta inercia social antikirchnerista, sumado al handicap de la confianza», escribió certeramente el periodista Andrés Fidanza. Macri debería construirle un monumento a José López que le obsequió una postal, una imagen de realismo mágico que vale más que mil palabras.
Pero la vida sigue y el show debe continuar, empezó a aumentar la temperatura y de manera directamente proporcional comenzaron los cortes de luz, el dólar amenaza con un alza todos los días y diciembre es un mes inflacionario por naturaleza.
Gracias al invalorable aporte de las mal denominadas oposiciones y los aparatos que administran la protesta social (bendecidos por el Vaticano), Macri quizá pueda decir «felices fiestas, la casa está en orden». Pero inmediatamente caerá encima el 2017 que empieza con Donald Trump asumiendo en la Casa Blanca y la campaña electoral en la que las fuerzas políticas tradicionales se sacarán los ojos por el botín del Estado.
Cambiemos cumple un año y tiene todavía el pescado sin vender, parece no tener idea de los bueyes con que ara, varios tiros que salieron por la culata y sus primeros trapitos al sol, en un país que siempre, aunque a veces no lo parezca, fue de pocas pulgas.
Fuente: http://www.diarioalfil.com.ar/2016/12/07/las-paradojas-del-primer-ano-gobierno-macri/
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