«que en Chaparina, el gobierno fusiló a un bebé, que excomulgaron a cuatro ministros, que Evo es el yerno de la Chacollo, que el satélite se cayó, que el niño Fidel Ernesto Morales Zapata vive, y está escondido en el sótano de la Casa Grande,… que el nuevo Cardenal es un mujeriego y tiene varios […]
A lo largo de nuestra historia, las oligarquías implementaron una maquinaria de producción industrial de la mentira, escribieron libros, fundaron periódicos y canales de televisión, difundieron y difunden fake news (noticias falsas) para construir una realidad que los restituya en el poder.
Crearon mecanismos de ocultamiento de la verdad, utilizaron la infamia para beneficiarse de ella, desarrollaron (desarrollan) la ignominia, convirtiéndola en una eficaz arma de guerra. Su lema favorito es: «calumnien, calumnien que algo quedará». Esta práctica mitómana, les permitió capturar el sentido común y gobernar a sus anchas durante 180 años.
Su más reciente contribución al erario de la infamia nacional, consiste en torcer la significación de las palabras, cambiarles el sentido a los vocablos, asociándolos a otras significaciones.
«Bolivia se nos muere» dijo el presidente Estensoro. Por lo que terminaron haciendo después, también pudo haber dicho: «vendamos el país, antes que ya nadie nos lo quiera comprar, porque Bolivia está que se muere».
«vamos a relocalizar a los trabajadores» dijeron, y echaron de sus fuentes de trabajo a miles de obreros.
«Capitalizaremos Bolivia» afirmaron, y entregaron 220 empresas del país, a capitales extranjeros.
«El Estado es un mal administrador» repitieron una y otra vez, luego vendieron las empresas de Bolivia, y se las compraron ellos mismos.
«esto es una dictadura» dicen, pero este es un gobierno que ganó con el 67% de los votos.
La «creatividad semántica» de los sujetos neoliberales, no conoce fronteras, por lo que constantemente organizan estrepitosos festivales de mentiras y eufemismos.
En la actualidad, la oposición, minoría en ambas cámaras, aparece en canales de televisión, radios y periódicos, en desproporción al oficialismo, equilibrando la representación social en el plano mediático, lo que en los hechos no representa tal paridad. Su excesiva exhibición en los medios de comunicación, es una construcción falsa de la realidad.
En una acción coordinada la amnesia y la mentira, pretenden anular el ejercicio más elemental de pensamiento crítico, para comparar el presente con el pasado; procura evitar el debate y la reflexión sobre el devenir del país y el ejercicio de una memoria crítica y comprometida, que sustituya el inmediatismo de los medios de comunicación.
La amnesia refuerza la infamia, por eso no puede haber proyecto de país que no implique la elaboración de la memoria. Este es pues un ejercicio contra la amnesia colectiva que los grandes medios fomentan; pretenden que olvidemos que la oligarquía terrateniente, contrató mercenarios, asesinó a campesinos e indígenas y estuvo a un paso de instalar una guerra civil que pretendía dividir el país.
La reconstitución de la verdad, el ejercicio de la memoria que nos salva de la humillación, es el hilo conductor de la nueva historia nacional. Ejercer la memoria es un derecho inalienable de las naciones y pueblos.
Es imprescindible trabajar la memoria como una propuesta que nos haga conscientes de lo que hemos logrado y de lo que aún nos falta por lograr, que involucre hechos históricos conquistados de manera conjunta. La historia nos enseña que la desmemoria; es un lujo que los pueblos no se pueden dar.
«…pero la mentira tiene patas cortas» dicen los que dicen. Es verdad, pero aun sin patas, la mentira llega bien lejos, sino recordemos lo que hicieron el 21 de febrero de 2016.
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