El investigador brasileiro Elsio Lenardão [1] nos ofrece uno de los ensayos más sobresalientes y sugerentes del libro de la CLACSO Temas y procesos de la historia reciente de América Latina [2] . Sobresaliente porque toca un tópico problemático en el ámbito de las relaciones sociales y políticas, constitutivas no solamente […]
El investigador brasileiro Elsio Lenardão [1] nos ofrece uno de los ensayos más sobresalientes y sugerentes del libro de la CLACSO Temas y procesos de la historia reciente de América Latina [2] . Sobresaliente porque toca un tópico problemático en el ámbito de las relaciones sociales y políticas, constitutivas no solamente de las formaciones sociales sino, sobre todo, de las relaciones de dominación. Sugerente porque propone una interpretación dinámica de la complejidad inscrita en las relaciones clientelares. El ensayo o la exposición de la investigación titula Algumas razões da permanência do clientelismo político no Brasil contemporâneo . En adelante nos concentraremos en esta pródiga exposición, plagada de vetas que penetran en las composiciones geológicas de las relaciones de poder, de las relaciones de dominación, en tópicos poco estudiados, como es este de las relaciones clientelares [3] . Después nos abocaremos a reflexionar sobre dos investigaciones exhaustivas sobre el acontecimiento histórico-político-social-económico-cultural-territorial-vital llamado Brasil. Tomamos en cuenta el libro de Raúl Zibechi Brasil potencia [4] y el libro de Francisco de Oliveira El neo-atraso brasilero [5] . Además de considerar en la reflexión y en el análisis, en esta tercera incursión en la historia reciente, la intensa interpelación crítica de Camila Moreno al capitalismo verde; el título de este ensayo es Economía verde: En lugar de una solución, la nueva fuente de acumulación primitiva [6] .
Economía política moral
Se puede decir que los políticos son gente extraña; de todos los que trabajan o se dedican a su profesión, a su oficio, son los únicos que reclaman que se reconozca su sacrificio. Los demás consideran que lo que hacen es su trabajo, su laburo o labor, su oficio, su profesión; para eso se metieron a efectuarlo. En cambio, los políticos consideran que es una entrega, incluso renunciando a beneficios y oportunidades, que hubieran encontrado o realizado, sino fuera su entrega patriótica en aras del pueblo, del país, de la nación, de la patria. ¿Por qué ocurre esto? ¿Por qué no consideran, como los demás, que lo que hacen es el compromiso que adquirieron al inmiscuirse en estas tareas de representación, delegación, voceros, gestores, funcionarios, gobernantes? Empero, lo sorprendente de este comportamiento, de esta psicología, no queda ahí; el pueblo considera, de una u otra manera, crédulamente o con dudas y dubitaciones, que esto es así. O sea los representados también participan de esta interpretación, que podríamos llamar social, incluso popular. ¿Es así? Tendríamos que aceptarlo, ya que representantes y representados, gobernantes y gobernados, están prácticamente de acuerdo en esto. Sin embargo, sabemos, también, por la larga experiencia de los pueblos, de sus luchas sociales, de sus rebeliones y sublevaciones, de sus movimientos anti-sistémicos, que esta creencia política ha sido interpelada una y otra vez, ha sido cuestionada y puesta en evidencia.
La pregunta es entonces: ¿Qué es lo que empuja a este imaginario ególatra a los políticos? ¿Qué es lo que empuja al pueblo o parte de él, a compartir este imaginario, de una manera cómplice y concomitante? ¿Qué clase de relaciones se establecen entre políticos y pueblo, sobre todo con los políticos populistas? Elsio Lenardão encuentra una clave de estas relaciones de dependencia, de expectativa y esperanza, de economía política moral, que, en resumidas cuentas, puede figurarse como hurgar en el avispero de las necesidades. El político populista convoca al pueblo, a los «pobres», convocando a sus necesidades, hurgando en las carencias, en las demandas dichas y no dichas, empero manifestadas corporal y materialmente como escasez o falta. Los «pobres», los marginados, los discriminados, los vilipendiados, encuentran en el político populista al padre que no tuvieron, que los abandonó a su suerte. Al caudillo que los abraza, le muestra su afecto, que forma parte de su miserable hogar, pues los visita en el barrio. La relación es afectiva; el lazo es sentimental, el compromiso es moral, más que político.
De entrada Elsio Lenardão dice que la preocupación de la investigación es identificar los factores que expliquen la permanencia de las prácticas clientelares, que involucran a sectores populares, prácticas que configuran el campo político brasilero. A partir de la investigación empírica sobre relaciones clientelares en la ciudad de Londrina, al interior del Estado de Paraná, en el sur de Brasil, se contrastan interpretaciones sobre el mismo tópico; tesis evaluadas críticamente a la luz del develamiento hecho por los testimonios populares entrevistados. Entre los autores más notorios contrastados se encuentran Francisco Pereira Farias [7] y Jessé Souza [8] . El político de referencia es Antonio Belinati, quien establece una relación personalizada con sus electores, conformando una clientela. Elsio Lenardão dice que l a personalización de la relación política es esencial en la formación de clientelas. La proximidad personal y contacto directo con el votante, construyen relaciones afectivas, que le permiten crear y mantener vínculos morales, fundados en compromisos personales y de «amistad», que hacen de soportes de las relaciones clientelares [9] .
Lenardão define el clientelismo político como la modalidad que obtiene el control de un contingente de votos y retiene el apoyo político de su electorado cautivo, por medio de la cooptación o si se quiere, enganche, ofreciendo «favores», ya sea en forma de dinero, apoyo al acceso a servicios, como el agua, la luz, alimentos, construcción, así como el acceso a puestos de trabajo, también el acceso a la atención de salud, al tratamiento médico, a la obtención de medicamentos. En términos generales, se podría decir, que estas relaciones afectivas y de dependencia, forman parte de lo que hemos llamado economía política del chantaje [10] . Pues, en el fondo hay como una coerción; si votas por mi tendrás beneficios. Como Lenardão aclara, esta expectativa popular no forma parte de los derechos civiles, de los derechos ciudadanos, no se asume que sus demandas son derechos, que el Estado está obligado a atender, sino se considera comúnmente como logros posibilitados por mediación del compadre, del padrino, del político populista, que se acerca a ellos en códigos afectivos.
Lo inquietante del análisis de Elsio Lenardão es que su prospección, auscultación, geología, podríamos decir nosotros, de estas relaciones clientelares, de estos espesores de relaciones, que muestran su voluminosidad afectiva y moral, es que nos abre a interpretaciones de la complejidad componente de las relaciones sociales, ocultadas por los análisis formales de las ciencias sociales de la modernidad. Las ciencias sociales han reducido las relaciones sociales a lazos abstractos, a líneas de conexión abstractas, mejor si son susceptibles de cuantificación. Las relaciones dejan de ser así relaciones vivida, sufridas, afectivas, para llegar a ser relaciones de cálculo económico, de cálculo de costo y beneficio, en su forma más abstracta, o relaciones sujetas a procesos de racionalización, es decir, modernización. Este es el cuadro abstracto construido por las ciencias sociales. Nada más lejos, como ellos mismos dicen, los científicos sociales, de la «realidad». Las relaciones efectivas no dejan de ser nunca sino singulares, complejas, entrelazadas, afectivas, sentidas. La racionalidad efectiva, no la abstracta, la racionalidad integrada a la percepción y a la experiencia, interviene para interpretar, justificar, explicar, legitimar los actos.
Si las relaciones clientelares siguen siendo vigentes en el desenvolvimiento político de Brasil, también lo son en el desenvolvimiento político de América Latina y el Caribe, comprendiendo sus variedades, diferencias contextuales e históricas. Tampoco podemos llegar a decir, como de alguna manera se supone en la interpretación de Lenardão, así como de analistas latinoamericanos de prestigio, que esto del clientelismo, mejor dicho, en su amplitud, esto de las relaciones sociales en su espesor afectivo se dan sólo en las experiencias de las modernidades «periféricas». De ninguna manera, el mundo que compartimos, en su geopolítica diferencial y racial, que separa, representativamente, «centros» y «periferias», es un mundo integrado, a pesar de sus contrastes, de sus desigualdades, de sus contradicciones, de sus antagonismos. Lo que pasa es que en las «periferias» se manifiesta más elocuentemente el fenómeno descarnado del poder. Quizás, en las sociedades autonombradas como «desarrolladas», se logra, mas bien, ocultar estos fenómenos complejos de las dominaciones, salvo en momentos de crisis de valores, como cuando se dieron las emergencias del nacional socialismo, en Alemania, y del fascismo, en Italia.
En vano los científicos sociales, entre ellos los economistas del «primer mundo», pretenden mirar desde «arriba», con aire de superioridad o, mejor dicho, en el mejor de los casos, como evaluando una situación que habrían superado, situación reconocida como transición dramática de los países del «tercer mundo» y del «segundo mundo». Pues ellos, los «países desarrollados», a pesar de todas las apariencias tecnológicas y de acumulación de capital, nunca salieron de la naturaleza. Nunca escaparon de las dinámicas de la vida, entre ellas del acontecimiento proliferante y contrastante de los afectos. Les falta humildad para poder aprender, les falta, por lo tanto, predisposición a saber, a conocer, la complejidad del embrollo social donde ellos también están metidos. En este sentido las sociedades llamadas «periféricas», equivocadamente, enseñan descarnadamente sobre las dinámicas complejas de la modernidad heterogénea.
Es avisado pretender una epistemología del sur, cuando somos un mundo integrado en su diferenciación, contrastes y contradicciones. A estas alturas de las investigaciones históricas, ya sabemos que el sistema-mundo capitalista, que, si se quiere, contiene el núcleo del modo de producción capitalista, que no puede ser sino mundial, nace, como sistema, en lo que llaman los teóricos de la dependencia «periferias». Las empresas, los emprendimientos descomunales, con todas sus violencias desbocadas, con todos sus conglomerados, mezclas, entrelazamientos, sosteniendo la versatilidad y la vertiginosidad de la modernidad, se dan primordialmente en las llamadas «periferias». Ahí están como ejemplo las plantaciones de caña, de café, de tabaco, de frutas; también están los campamentos mineros; en su envergadura descomunal, el tráfico y comercio de esclavos. Ahora, podemos hacernos la pregunta: ¿Dónde está el núcleo del capitalismo? No está en lo que se ha identificado en la geopolítica del sistema-mundo como «centros», sino en las «periferias». Los que apuestan por una epistemología del sur están equivocados; no se va encontrar la posibilidad de la emancipación en los lugares no tocados, no enajenados, o, si se quiere, mejorando el ejemplo, para que no sea tan simple, en la pureza de lo propio, en el sentido de lo que resiste, en sentido que guarda las tradiciones, aunque mezcladas con los toques de la modernidad. Esto es buscar en la utopía de un pasado o en la utopía de un presente, pretendido virgen, la tierra prometida. Esto no deja de ser mesianismo y cristianismo heredados, traducidos a lenguajes políticos y teóricos modernos. La importancia de la inmensa «periferia» dominada por un «centro» dominante es que el secreto del capitalismo se encuentra precisamente ahí, en la inmensa geografía diferencial de las «periferias». Las «periferias» son el lugar del despojamiento, la desposesión, la explotación, el abigarramiento y la suspensión, dadas en magnitudes descomunales. Para decirlo de una manera ilustrativa; el capitalismo no es exactamente la acumulación, como ha creído la economía política y la crítica de la economía política, sino lo contrario, es el despojamiento, la desposesión, la explotación. El capitalismo sólo se puede descifrar por la magnitud, la elocuencia desgarradora, de sus violencias desbocadas, en contra de la naturaleza, tanto humana como de todos los seres de la madre tierra.
La tarea de la crítica no era ponderar el capitalismo por el progreso o por el desarrollo, menos, como dicen los marxistas, por el desarrollo de las fuerzas productivas. Al capitalismo habría que conmensurarlo por su capacidad destructiva. Para decirlo metodológicamente, lo que llaman progreso y desarrollo son efectos de la destrucción. Los economistas, los científicos sociales, han construido su explicación a partir de los efectos, no de las causas. Aunque suene dicotómico, incluso reductivo, lo que decimos pretende poner, como se dice, las cosas en su sitio. Ciertamente, es simple considerar esta relación lineal casualista, incluso determinista, de causa y efecto. Sin embargo, tiene un valor; mostrar el absurdo de la interpretación unilateral de las ciencias sociales y de las ciencias económicas, así como del propio marxismo.
Retomando el tema, dejemos el contexto mayor en lo siguiente: la generación del capitalismo no parte del llamado «centro» del sistema mundo sino de la llamada «periferia».
La investigación y el análisis, en el que está involucrado Lenardão, es el recorrido descriptivo y analítico de una pesquisa que toca un tópico fundamental, por así decirlo; el espesor de las relaciones políticas. Esta investigación y el análisis nos dan la oportunidad de develar, de hacer visible, lo que ha ocultado el racionalismo formal y abstracto de las ciencias sociales y económicas. La complejidad de relaciones que se dan en dinámicas que conjugan y combinan plurales disposiciones corporales, la multiplicidad inherente a la experiencia social y a la percepción social. Aunque en las llamadas «periferias» se de esta relación de manera descarnada, y en los llamados «centros», mas bien, se oculte, pero no desaparezca, lo importante es comprender que las relaciones sociales, entre ellas las relaciones políticas, se dan en los flujos y compulsiones de espesores sensibles, de hombres y mujeres. Este acontecimiento, que deviene de la vida, en su pluralidad, es el substrato de todas las contingencias y devenires sociales, aunque aparenten, racionalidad, formalismo, representación abstracta. Esto no es más que una comedia, para decirlo categóricamente.
La tesis es la siguiente: No hay «centros» ni «periferias». Esto puede parecer contradecir a los elaboradores de la teoría de la dependencia. Aunque parezca paradójico, es afirmarlos. Ellos nos enseñaron el secreto del capitalismo, fueron más allá de Marx, nos enseñaron que el desarrollo produce subdesarrollo, que el subdesarrollo produce desarrollo, que nos encontramos en un sistema-mundo cuya geografía diferencia «centros» de acumulación y concentración de capital y «periferias» despojadas y desposeídas de sus recursos. Ellos nos enseñaron que el capitalismo significa dependencia. Nunca hemos reconocido suficientemente el aporte conceptual de los de la teoría de la dependencia, teóricos del Sur, por lo tanto epistemólogos del Sur. Ahora pretendemos superarlos, sólo poniéndole el membrete de epistemología del Sur a un viaje de las actuales carabelas en la nueva conquista del quinto continente, sólo que esta vez es para encontrar sus secretos espirituales escondidos. Esto no es más que colonialismo en la quinta potencia [11] .
La teoría de la dependencia, en sus versiones, sobre todo radicales, logró interpretar el mundo, es decir, el capitalismo de una manera integral, tanto histórica, social, económica, cultural, comprendiendo los fenómenos concretos desatados por el capitalismo, en su relación; es decir, en su realización, en contradicción con las relaciones consolidadas históricamente en las sociedades variadas, diferenciales, plurales del mundo. Esa, la teoría de la dependencia, fue, lo que ahora se pretende lograr, sin acierto, epistemología del sur.
Para continuar la labor de estos teóricos latinoamericanos, debemos llevar a término sus premisas, sus tesis, debemos sacar las consecuencias radicales, de lo que vieron y lo configuraron en el cuerpo teórico elaborado. Si es como dicen, si estamos en un mundo conformado por la geopolítica del sistema-mundo capitalista, que diferencia «centros» de «periferias», entonces el núcleo del capitalismo se encuentra en las «periferias» despojadas, desposeídas, explotadas y expoliadas. Eso es el capitalismo, la destrucción del planeta y de los ciclos de vida. Lo que pasó con las «periferias» ahora le toca a los «centros»; el capitalismo especulativo, en su etapa de dominio absoluto financiero, requiere despojar y desaposesionar también a los pueblos de las sociedades de los «centros» del sistema-mundo capitalista. Ese es el costo de fabuloso crecimiento estadístico.
Volviendo nuevamente al análisis de Lenardão, nos encontramos con lo que podemos llamar, provisionalmente, el substrato de la política, lo que el mismo Lenardão llama economía política moral. Nos encontramos que la política, en la mejor versión, no solamente es poder constituyente [12] , desmesura, desacuerdo [13] , democracia efectiva, prejuicio de la igualdad, desmesura de la parte que reclama ser el todo [14] , sino que, lo es, todo esto, porque en su substrato, si se quiere, metafóricamente, en su cueva, es desmesura dinámica de a afectividad. Esto concuerda con la definición de los biólogos contemporáneos, quienes definen la vida como memoria sensible.
¿Cuáles son las consecuencias teóricas de estos encuentros, de estos descubrimientos de la investigación? Para decirlo categóricamente, las ciencias sociales, entre ellas la ciencia política, se han movido en apariencias, en las apariencias de la representaciones abstractas; estaban tan encima, tan arriba, que no consideraron digno dedicarse a estudiar estos fenómenos tan paradójicos, complejos, enrevesados, afectivos, de las relaciones sociales efectivas; es decir, de relaciones sociales compuestas por la complejidad de niveles, de sedientos, de estratificaciones, de espesores afectivos, que hacen a lo que una corriente sociológica ha llamado vida cotidiana [15] . Cuando se considera este magma social nos vemos ante la necesidad de descifrar la complejidad desde la complejidad misma, evitando reducirla a simplificaciones escuetas, con el objeto de operatividad, o con el objetivo de lograr eficacia explicativa, que no es otra cosa que la reproducción de un modelo casualista o determinista.
El estudio de las relaciones clientelares en política nos muestra no solamente una relación paternalista y de dependencia, alejada de la consciencia de los derechos, como dice el investigador, sino la persistencia, usando las palabras del autor, de la dinámica afectiva, en todos los campos y niveles, si se quiere, mesetas, usando a Bourdieu y Deleuze. Es el reclamo, para no decir, el reconocimiento, como plantea Hegel en la Fenomenología del Espíritu. Es la demanda, como platea Ernesto Laclau. Es el grito como propone Enrique Dussel; pero, no la víctima, como el mismo propone; pues esta figura es derrotista, nihilista, profundamente cristiana, por lo tanto colonial. El y la reclamante, el y la demandante, el y la del grito, no es una víctima, es la resistencia que teme el poder; en mayor sentido, es el rebelde que aterra al poder. La victimización es la conducta que complementa a la violencia del poder. Son las heridas y las llagas que se muestran para condoler al dominador, al amo, al patrón. Esta postración es una derrota. Lo que nos enseñaron nuestros pueblos sublevados es que no son víctimas, sino son la desmesura vital sublevada contra la maquinaria abstracta del poder. Hablar de víctimas es hablar el lenguaje de los sacerdotes.
Lenardão dice que el clientelismo aparece más como una lealtad claramente moral, afincada en las relaciones personales, decodificada a partir de valores. No se puede olvidar que la concomitancia fue gestada a partir de «favores», recibidos del político por parte de los votantes. Estos «favores» se efectúan al margen del sistema institucional; ambos, el elegido y los electores, suponen que el sistema institucional no funciona. Lo que hacen es como una complicidad «anti-sistémica», por así decirlo, aunque parezca paradójico y hasta contradictorio, incluso exagerado. Suponen ambos que hacen un ardid al sistema, que están comprometidos en esta complicidad. No solo hay colaboración, reciprocidad o expectativa, incluso, mejor dicho, ilusión de reciprocidad, sino que ambos conforman la política a partir de esta relación afectiva; trastocan, por así decirlo, la institucionalidad formalizada y dominante de la política. No se crea, no se puede reducir, a la hipótesis, de que el político populista se aprovecha del elector, del «pobre», del demandante; esto es reducir la complejidad política a la figura estereotipada del aprovechador. En verdad, para decirlo de esa forma, el político populista llega a creer que, en algún momento, es también un transgresor.
Hay pues como un drama entre ambas partes, el político, por un lado, y los/las electoras, la clientela, por otro lado; ambos constituyen la política efectiva en un país concreto, en un periodo determinado. Ambos, escúchese bien, construyen el poder político efectivo, tal como se da, con sus legitimidades logradas, que son precisamente estas, las afectivas. ¿A esta experiencia vamos a descalificarlas como falta de consciencia de clase? ¿La consciencia de clase es la conciencia racional abstracta? ¿No estamos, mas bien, ante la consciencia efectiva, usando este concepto discutible de la tradición filosófica moderna, cuando atendemos a las maneras concretas de cómo se dan las experiencias sociales? No buscamos, de ninguna manera, hacer una apología del populismo, entiéndase bien, pues nunca faltan los jueces que buscan culpables, sino buscamos tratar de encarar un fenómeno tan complejo como la genealogía de la política, no a partir de diagramas de poder, como nos enseñó Foucault, sino cono génesis de los sentimientos, de las percepciones, más cerca de Nietzsche. Sobre todo, como les gusta decir a los de-coloniales, más cerca de las cosmovisiones indígenas. Lo que se da entre el elegido y el elector es un drama de poder. Uno, el primero, cree dominar, cuando está, por así decirlo, en el poder, cree controlar desde la maquinaria abstracta de poder; sin embargo, es esta máquina abstracta la que domina efectivamente. El otro, los y las otras, creen obtener beneficios, en esta relación clientelar, cuando lo que ocurre es que se ilusionan con dádivas, que ciertamente compensan, imaginariamente, a sus sufrimientos. Como dijimos en un texto, usando lo que desechamos, esa figura de la víctima, pero, esta vez para ilustrar, ambos son víctimas de esta fenomenología, más que una genealogía, del poder [16] .
La investigación de Lenardão nos invita a replantar las representaciones, a partir de las cuales, consideramos el mundo contemporáneo. Requerimos de un desplazamiento epistemológico, no al estilo del que reclama una epistemología del sur, sino del que parte de las experiencias colectivas, que manifiestan constantemente lo complejo de lo concreto, lo plural de las singularidades, los espesores de las relaciones, la ebullición de los espesores afectivos. Para decirlo figurativamente, el Sur es la totalidad, Sur y Norte, afectado por un sistema-mundo integrado a partir de la acción de desposesión y despojamiento; es decir, de la expoliación y captura de la energía vital. Una epistemología desde el Sur es la epistemología que es capaz de comprender la integralidad de un mundo que funciona destruyendo la vida, aunque se presente una apariencia de bonanza en un norte y una evidente carencia en el sur.
Decir que las relaciones sociales, entre ellas las relaciones políticas, funcionan a partir de sus espesores afectivos, es replantear radicalmente la interpretación del mundo contemporáneo. La teoría de la transición a la modernidad se viene abajo; la tesis de que la herencia de las relaciones tradicionales, entre ellas las clientelares, explica el «atráso» y la magnitud de las desigualdades, tomadas como pre-modernas, se viene abajo. La tesis, criticada por Lenardão, de que las desigualdades perversas se deben a la herencia de relaciones tradicionales, se viene abajo, cuando más bien son consecuencia de la «modernidad periférica». Lo sorprendente es que las desigualdades abismales se deben a los proyectos desarrollistas implementados, a la búsqueda de progreso y desarrollo, a la «modernidad periférica». Lo paradójico, es que una especie de amortiguación a la desigualdad aparece con estas relaciones complicadas clientelares, en sus códigos populistas.
Nadie dice, pues los ortodoxos interpretan maniqueamente, que esta relación, la clientelar populista, es emancipación o algo parecido o próximo. De ninguna manera; es una relación de dominación. Sin embargo, hay que entender, que las relaciones de dominación son variadas y diferenciales. La relación de dominación, basada en el clientelismo, no deja de ser relaciones de poder; empero, su efectividad, es decir, su realización, se efectúa comprometiendo afectos, compromisos morales. Por eso, podemos decir, que esta relación forma parte de un drama, un drama donde los elegidos y los electores se embarcan al abismo, pues el poder, como lógicas de las dominaciones, y el capital, como lógica de despojamiento, en contraste, como lógica de acumulación, no se reproduce concediendo «favores», sino inscribiendo en los cuerpos, la domesticación, la disciplina, la sumisión, la obediencia. Cuando no hay los suficientes recursos como para mantener la masiva demanda, los «favores» son solo promesa, en su elocución, son bonos, que mantienen a los desposeídos en la permanente expectativa. De todas maneras, hay que comprender la especificidad de estas formas de dominación afectivas, pues no funcionan de la misma manera que las formas de dominación burocráticas o las formas de dominación directamente violentas. Estas formas de dominación exaltan la ilusión de la proximidad por la elocuencia de los símbolos de afecto, las actuaciones de proximidad, desbordando el ámbito político de relaciones afectivas. La dominación no es violeta, ni represiva, es seductora.
[1] Departamento de Ciências Sociais da Universidade Estadual de Londrina/Brasil.
[2] Margarita López, Carlos Figueroa y Beatriz Rajland: T emas y procesos de la historia reciente de América Latina . CLACSO ; Santiago 2010.
[3] En este ensayo presentamos lo que corresponde al comentario a la exposición de Elsio Lenardão, en el libro citado; después, en otros ensayos, presentaremos lo que corresponde a los comentarios del libro de Raul Zibechi, del libro de Francisco de Oliverira y del ensayo de Camila Moreno.
[4] Raúl Zibechi: Brasil potencia. Entre la integración regional y un nuevo imperialismo. Ediciones Desde Abajo. Bogotá 2012.
[5] Francisco de Oliveira : El neo-atraso brasilero. Siglo XXI-CLACSO.
[6] Camila Moreno: Economía verde: En lugar de una solución, la nueva fuente de acumulación primitiva. En el libro Alternativas al capitalismo-colonialismo del siglo XXI. Grupo Permanente de Trabajo sobre Alternativas al Desarrollo. Fundación Rosa Luxemburgo. Quito 2013.
[7] Ver de Farias, Francisco Pereira: Clientelismo e democracia capitalista: elementos para uma abordagem alternativa, em Rev. Sociologia Política (Curitiba) Nº 15, novembro.
[8] Ver de Souza, Jessé: Uma interpretação alternativa do dilema brasileiro, em A modernização seletiva (Brasília: Ed. UNB); Democracia e personalismo para Roberto Da Matta: descobrindo nossos mistérios ou sistematizando nossos autoenganos?, em Souza, Jessé (org.); Democracia hoje: novos desafios para a teoria democrática contemporânea (Brasília: Ed. UNB); A construção social da sub-cidadania, em Textos Ciências Sociais (Londrina: Publicação do Deptº. de Ciências Sociais); A constituição da modernidade periférica, em
Souza, Jessé (org.) A construção social da subcidadania: para uma sociologia política da modernidade periférica (Belo Horizonte: Editora UFMG; Rio de Janeiro: IUPERJ); Modernização periférica e naturalização da desigualdade: o caso brasileiro , em Scalon, Celi (org); Imagens da desigualdade (Belo Horizonte: Ed. UFMG; Rio de Janeiro: IUPERJ/UCAM).
[9] Ver de Elsio Lenardão Algumas razões da permanência do clientelismo político no Brasil contemporâneo. Ob. Cit.; Pág. 274.
[10] Ver de Raúl Prada Alcoreza Cartografías histórico-políticas. Ediciones Rincón; La Paz 2014. Dinámicas moleculares; La Paz 2014. También revisar Descolonización y transición. Abya Yala; Quito 2014.
[11] Llama la atención que cuando se refieren a una nueva epistemología sólo se refieren al campo de las ciencias sociales, incluyendo a la ciencia histórica, no así, para nada, a las llamadas ciencias duras. ¿Cómo concebir una ruptura epistemológica si esta es ofertada sólo en una parcialidad del horizonte epistemológico, del complejo articulado de conocimientos, saberes, ciencias y técnicas? ¿Qué clase de nueva epistemología puede conformarse si esta responde a un desplazamiento parcial de todo el campo epistemológico, incluso, mejor dicho, de todo el bloque de espesores, que contienen los planos de intensidad epistemológicos, por así decirlo? Por otra parte, no se trata de decir enunciados o hacer interpretaciones distintas a los discursos eurocéntricos, incluso contrastantes y contradictorios. Si se dicen enunciados, si se efectúan interpretaciones, distintas, incluso contradictorias, desde los mismos procedimientos abstractos, desde la racionalidad abstracta, que se separa de las percepciones y las experiencias sociales, no se hace otra que pensar de la misma manera, aunque se pretenda descolonización, con este gesto. De lo que se trata es de crear, inventar, desatar, otros mundos. Lo que equivale a efectuar una crítica a la racionalidad abstracta, continuando la crítica de la razón instrumental de Theodor Adorno y Max Horkheimer. Replantear la relación con el mundo o con los mundos, no desde la representación, sino desde la emancipación de los cuerpos y la liberación de la potencia social.
[12] Concepto propuesto por Antonio Negri.
[13] Conceptos propuestos por Jacques Rancière.
[14] Ver de Jacques Rancière El desacuerdo. Política y filosofía. Ediciones Nueva Visión; Buenos Aires.
[15] Nos referimos a Ágnes Heller, más filósofa que socióloga, quien elabora una monumental obra sobre Sociología de la vida cotidiana. Ediciones Península; Barcelona 1977.
[16] Ver de Raúl Prada Alcoreza Acontecimiento político. Editorial Rincón; La Paz 2014. Dinámicas moleculares; La Paz 2014.
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