Recomiendo:
0

Las sinrazones de la violencia

Fuentes: Rebelión

Bernardino Racua, ejecutivo de la subcentral campesina de Puerto Rico, fue asesinado junto a más de 20 de sus compañeros en una emboscada  organizada por el Prefecto de Pando Leopoldo Fernández, los cívicos, los terratenientes y sicarios extranjeros armados. El dirigente victimado era nieto del indígena takana Bruno Racua, defensor de la soberanía nacional en […]

Bernardino Racua, ejecutivo de la subcentral campesina de Puerto Rico, fue asesinado junto a más de 20 de sus compañeros en una emboscada  organizada por el Prefecto de Pando Leopoldo Fernández, los cívicos, los terratenientes y sicarios extranjeros armados. El dirigente victimado era nieto del indígena takana Bruno Racua, defensor de la soberanía nacional en 1902 y héroe nacional por su acción patriótica.

Como los Racua, miles de indígenas y pueblos originarios han sido asesinados a lo largo de nuestra historia por defender su derecho a la vida y al territorio. Miles que pelearon desde la colonia contra los conquistadores y terratenientes, que jamás entendieron las razones culturales y nacionales de quienes siendo parte de este país jamás fueron tomados en cuenta en la construcción de un país de verdad.

Por eso la democracia no pudo ser históricamente posible pues oligarcas y neoliberales a su turno, siempre asumieron que  los pueblos originarios de este país eran los causantes del atraso y el subdesarrollo nacional. El monopolio del Estado en el uso de la violencia sirvió como instrumento represor y genocida de los sectores indígenas y populares para imponer un esquema de poder racista y segregacionista de quienes desde las miles de hectáreas de tierra expropiadas y legalizadas por los gobiernos de turno, piensan al país como parte de su patrimonio personal y familiar; más aún desde sus haciendas donde el poder arbitrario, esclavizó y sojuzgó a los verdaderos propietarios del territorio.

Sólo así podemos entender las sinrazones de la violencia descarnada que se desató a lo largo de 5 departamentos, mismos que bajo la égida de prefectos, cívicos y paramilitares, realizó una sañuda persecución y atropello de los «diferentes», mientras se destrozaba y saqueaba los recursos de las empresas estatales en esos departamentos. Y es que para ellos no existe el país al margen de sus propiedades, incluidos los pueblos que no se someten, y antes que aprender a convivir, prefieren eliminarlos.
Para eso disfrazan sus discursos para sonar democráticos, piden IDH para el desarrollo regional cuando han sido incapaces a lo largo de décadas de invertir en proyectos para todos, al margen de sus intereses familiares; piden autonomía departamental frente al proyecto de NCPE que las incluye, pues en realidad no quieren normas que puedan tocar sus propiedades y su forma patrimonial de organizar el país; piden dialogo, mientras toman instituciones y patean mujeres de pollera… y en definitiva acusan de «dictadura masista» todo intento de soberanía, toda movilización popular, todo cuestionamiento o interpelación, todo sector pobre, moreno y popular que crea que el territorio es de todos los bolivianos. 

Por eso la violencia sin argumento y los muertos sin razón, porque para ellos este país dejó de ser lo que ellos buscaron hacer de él: un país sin mayor identidad que la del mercado y la alienación de buscar sentirse más cerca de los gringos mientras más desprecio se tiene por los nuestros.