La oligarquía y las fuerzas neoliberales quieren llevar a Palacio a Vaca Diez, el presidente del Congreso, para aplastar la protesta social por la vía militar. Los más moderados y reformistas, con el apoyo de la Iglesia, apuestan por el Presidente de la Corte Suprema para que convoque a elecciones. La Embajada de Estados Unidos, […]
La oligarquía y las fuerzas neoliberales quieren llevar a Palacio a Vaca Diez, el presidente del Congreso, para aplastar la protesta social por la vía militar. Los más moderados y reformistas, con el apoyo de la Iglesia, apuestan por el Presidente de la Corte Suprema para que convoque a elecciones. La Embajada de Estados Unidos, las transnacionales y el Ejército priorizan la primera alternativa, pero no descartan la segunda. La tercera fuerza es de los sectores más radicalizados y combativos de la COB que luchan por la nacionalización y el gobierno de obreros y campesinos.
Los sectores más duros y reaccionarios de la oligarquía boliviana se han alineado en torno a un pequeño pero ambicioso grupo de políticos neoliberales para hacer presidente de Bolivia al primer hombre del Congreso, Hormando Vaca Diez, un ferviente defensor del dominio norteamericano sobre el país más pobre de Sudamérica.
La mejor carta de presentación de Vaca Diez es haber logrado, en la Cámara de Senadores que preside, una ley que da total impunidad a las tropas de Estados Unidos que cometan delitos de genocidio en Bolivia. La ley no prosperó por el bloqueo en la Cámara de Diputados, pero mostró de cuerpo entero al hombre que amenaza con barrer la rebelión de los más pobres con bala y metralla y que está en la primera línea de sucesión constitucional para reemplazar en Palacio de gobierno al renunciante Carlos Mesa.
Nadie lo quiere en los sindicatos y movimientos sociales y populares, y entre las clases medias y sectores más moderados hay el temor que Vaca Diez sumerja a Bolivia en un baño de sangre y en una guerra civil. Por ello, la Iglesia Católica, el Movimiento al Socialismo (MAS) del diputado cocalero Evo Morales, muchos empresarios y sectores moderados del movimiento campesino e indígena quieren como sucesor de Mesa al presidente de la Corte Suprema de Justicia, Eduardo Rodríguez, para que convoque de inmediato a nuevas elecciones.
«El que se asuma la Presidencia que se comprometa a realizar elecciones. Si uno de los candidatos significa mayor sangre y enfrentamiento, tiene que ponerse la mano al pecho y renunciar», dijo el presidente de la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia, Roberto Mustaffá, que no oculta su temor por un gobierno de Vaca Diez, que tiene la intención de mantenerse en el cargo hasta agosto del 2007.
Este mismo temor fue expresado anoche por el propio presidente Mesa, en un dramático discurso emitido por las cadenas televisivas. «La única salida para Bolivia es un proceso electoral inmediato, un proceso electoral que complete todo el mecanismo de transformación: presidente, vicepresidente, senadores, diputados, Asamblea Constituyente, por supuesto Referéndum Autonómico, elección de prefectos (…) La única posibilidad es un mecanismo de sucesión constitucional que llegue hasta el presidente de la Corte Suprema de Justicia, y que además marque el adelantamiento de elecciones», dijo al exhortar a Vaca Diez a renunciar y a no empujar a Bolivia a la guerra civil
Horas antes, Vaca Diez -dirigente del Movimiento de la Izquierda Revolucionaria, un partido socialdemócrata que comenzó combatiendo a la dictadura fascista de Hugo Banzer en la década del 70, pero que después se unió al mismo Banzer en los 90 y cogobernó con el neoliberal Gonzalo Sánchez de Lozada, masacrando al pueblo en octubre del 2003-trasladó la sesión del Congreso que definirá quién es presidente a la ciudad de Sucre, para evitar el bloqueo y la asfixiante presión social que vive La Paz, cercada por las protestas, sin combustible, transporte ni alimentos.
La sesión está prevista para horas de la mañana de este jueves y allí convergen los 157 parlamentarios, la mayoría de ellos (dos tercios) representantes de los partidos neoliberales que cogobernaron con Sánchez de Lozada y sólo un tercio pertenecientes al MAS de Evo Morales y a otras fracciones campesinas. En Sucre, el poder político intenta dirimir entre Vaca Diez y Rodríguez, entre la vía militar y la vía electoral, para tratar de desarticular la protesta social y acabar con las demandas de la nacionalización del gas y el petróleo, consigna que ha ganado a fondo a casi todas las organizaciones de trabajadores y vecinos del campo y la ciudad.
LA EMBAJADA Y EL EJÉRCITO
Estas dos alternativas son patrocinadas por la Embajada de Estados Unidos, las Fuerzas Armadas y las transnacionales petroleras como Repsol, British Petroleum, Total, Enron, Shell, Petrobras y otras que tienen en sus manos los más de cien mil millones de dólares, que es el valor aproximado de las reservas bolivianas de gas y petróleo, las segundas en importancia de Sudamérica. Toda una fortuna para un país que tiene a un tercio de sus nueve millones de habitantes pasando hambre y a otro tercio sin lo suficiente para vivir dignamente como ser humano.
La Embajada, el Ejército y las petroleras apuestan en primera instancia por Vaca Diez, pero no descartan tampoco a Rodríguez. Saben que la apuesta por Vaca Diez, por ahogar en sangre la rebelión de los pobres, es muy arriesgada, dado el grado de radicalidad de las protestas que han cortado ya cuatro de cada cinco caminos de Bolivia, que han cortado los accesos a casi todas las ciudades del país y cercado a cuatro de las diez ciudades principales del país. La profunda movilización social y la creciente organización de campesinos, obreros, indígenas y vecinos de los barrios más pobres de las grandes ciudades hace difícil liquidar la protesta, sin llegar al genocidio.
Las fisuras en las Fuerzas Armadas también les obligan a oscilar entre estas dos alternativas. Al interior del Ejército existen al menos tres tendencias: una dispuesta a masacrar al pueblo, otra institucionalista que acataría las instrucciones del nuevo Presidente para reponer el orden, aunque sin llegar a desatar un genocidio, y una tercera que apunta hacia la nacionalización de los recursos naturales. Esta tercera es la que más preocupa a la Embajada, que no quiere que aparezca ningún Chávez.
Sacar al Ejército a meter bala y metralla en los caminos, en el campo y las ciudades no garantiza nada, y puede, por el contrario, radicalizar aún más a los sectores más combativos y revolucionarios de trabajadores y vecinos, que no creen ni quieren que la crisis boliviana desemboque en otro gobierno neoliberal, ya sea de Vaca Diez, ya sea de Rodríguez y de futuras elecciones.
LA TERCERA VÍA
En las filas de la Central Obrera Boliviana, de la Federación de Mineros, de Maestros Urbanos, de la Federación de Campesinos de La Paz y de la Central Obrera y la Federación de Juntas Vecinales de El Alto no se aceptan ni las elecciones ni la sucesión constitucional, no quieren ni a Vaca Diez ni a Rodríguez.
«Los campesinos de La Paz no aceptan a estos oportunistas neoliberales que siguen sin atender las demandas del pueblo. Nos están obligando a que los pobres, a que el pueblo tome el poder», dijo el dirigente de la Federación Campesina, Gualberto Choque.
La Federación de Mineros sostiene que la única salida de fondo a la profunda crisis y a favor de los más pobres es la toma del poder por obreros, campesinos y clases medias empobrecidas. «Debemos discutir e imponer el gobierno popular y revolucionario que debe sustituir al (renunciante presidente Carlos) Mesa».
Esta línea ha sido respaldada por un Cabildo abierto de más de 400 mil personas y aprobada por el último ampliado de la COB que determinó conformar el «Comando Revolucionario del Pueblo», que tendrá la misión de comenzar a articular a los sindicatos, organizaciones populares y sectores políticos y gremiales en torno a una estrategia de poder de obreros, campesinos y clases medias empobrecidas.
«Debemos convocar a los movimientos combatientes a ser parte de la Gran Asamblea Popular Nacional que desplace al actual Parlamento corrupto y neoliberal», habían señalado los mineros.
Sin embargo, esta tercera alternativa tropieza con serios problemas tanto en el campo político-ideológico como en el organizativo. Hasta ahora la radicalidad verbal de los dirigentes no se ha traducido en una labor unificada y coordinada para potenciar y consolidar los gérmenes del poder popular que emergen espontáneamente en las Asambleas y cabildos de barrios y sectores, especialmente en El Alto y La Paz. Y esta puede ser la clave para su derrota.
No se ven tampoco señales significativas del trabajo revolucionario para dividir y/o neutralizar la capacidad de fuego en la Policía y el Ejército. No se habla tampoco, aún, del tema de las armas y de la insurrección. No hay una dirección revolucionaria unificada.
En muchos sectores, especialmente entre campesinos, indígenas y colonizadores, aún hay la equivocada confianza de que bastan las gigantescas movilizaciones para derrotar a la burguesía. Otros aún confían en las elecciones y son muchos todavía los que creen que la salida planteada por el MAS, para hacer presidente a Rodríguez, es la más acertada.
No extraña, por ello, que miles de campesinos, mineros cooperativistas y colonizadores estén marchando desde las provincias de Chuquisaca y Potosí sobre la ciudad de Sucre para tratar de detener la elección de Vaca Diez e intentar que la salida a la crisis se dé por la vía electoral.