«Yo no tengo nada contra Evo Morales, pero si gana el MAS se va a cerrar el mercado estadounidense y vamos a perder nuestros empleos», dice en la pantalla un obrero textil que apoya a Jorge Quiroga. El MAS devolvió el golpe -duplicando su potencia- al demostrar que el supuesto trabajador era, en realidad, el […]
«Yo no tengo nada contra Evo Morales, pero si gana el MAS se va a cerrar el mercado estadounidense y vamos a perder nuestros empleos», dice en la pantalla un obrero textil que apoya a Jorge Quiroga. El MAS devolvió el golpe -duplicando su potencia- al demostrar que el supuesto trabajador era, en realidad, el chofer del candidato de la derecha y había falseado su nombre real. Luego apareció otro spot que dice: «No es uno, son miles los que temen perder su empleo si gana el MAS». Esta anécdota retrata una parte de la «guerra sucia» de la actual contienda política vinculada al posible aislamiento de Bolivia si la izquierda indígena llega al poder y, al mismo tiempo, pone sobre el tapete una de las manzanas de la discordia electoral: el Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos, del cual Bolivia se encuentra hasta ahora excluida. Para algunos TLC es sinónimo de prosperidad; otros ponen sobre la mesa la pesadilla en la que el Nafta habría sumergido a los campesinos y pequeñas empresas vinculadas con la demanda interna en México.
Los tres partidos con posibilidades el próximo domingo han tomado posición frente a este tema y, pese a las diferencias, ninguno plantea un rechazo puro y duro: Quiroga, que es el que demuestra mayor convicción libremercadista, defiende el TLC sin más trámite (en 2002, cuando era presidente, declaró en Monterrey: «La nueva causa del siglo XXI debe ser el libre comercio»); Evo Morales plantea «jugar bien nuestras cartas, no creyendo la mentira de que todo es libre comercio» y Samuel Doria Medina promueve un TLC light.
«Nosotros hemos dicho con toda claridad que el primer día vamos a negociar un acuerdo de integración comercial con los tres países andinos y con Estados Unidos para garantizar esas decenas de miles de empleos de gente que está exportando sus productos», expresó hace algunos días el ex presidente conservador y acusó al MAS de oponerse al tratado y poner «en riesgo a miles de bolivianos». «En el programa de gobierno del MAS claramente está establecido que sobre el tema del TLC se está pidiendo una modificación, una renegociación de los acuerdos, incluso con Estados Unidos, y tenemos una opción preferencial por mantener y ampliar las relaciones de comercio con la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y con el Mercosur», respondió el candidato vicepresidencial del MAS, Alvaro García Linera. Y propuso «trabajar en un acuerdo comercial con Estados Unidos que beneficie a Bolivia, que abra mercados en lo que el país es competitivo, pero que proteja otras áreas mayoritarias (como la agricultura, la microempresa) que no son competitivas».
Si bien Evo Morales ha participado en varios eventos antiglobalización -como la anticumbre de Mar del Plata-, el MAS se enfrenta a lobbies pro TLC -fundamentalmente los textileros- que han irradiado la idea de que el TLC «crea empleo». Frente a ellos es más débil la voz de los laboratorios farmacéuticos, que advierten los riesgos de las cláusulas de propiedad intelectual, entre ellos el aumento de los precios, la limitación del ingreso al mercado de los genéricos e, incluso, el posible patentamiento de plantas tradicionales como la maca (energético natural) o la coca.
A ello se suma la paradoja de que la ciudad de El Alto, que lideró las últimas movilizaciones «contra las transnacionales», ha venido creciendo gracias a acuerdos de preferencias comerciales con la potencia del Norte. rincipalmente el Atpda (Ley de Preferencias Arancelarias Andinas y Erradicación de la Droga), que autoriza a ingresar más de 6000 productos sin arancel a EE.UU. bajo el ala de la cual habrían nacido y crecido 240 empresas de exportación que dan trabajo a 18.000 personas. Pero este acuerdo vence a fines del próximo año, siendo posible solamente sustituirlo por un TLC, en caso contrario «se perderían 150.000 empleos a nivel nacional». «A mí me eligieron los alteños con más de la mitad de los votos como alcalde (en 2004), en gran medida porque estoy luchando para aumentar las exportaciones a Estados Unidos y para ello necesitamos un TLC», dice José Luis Paredes, actual candidato a prefecto (gobernador) de La Paz por el partido de Quiroga y que, según las encuestas obtendría, otra vez, una votación plebiscitaria explotando su perfil «pro exportador».
Los principales productos de exportación hacia EE.UU. son los textiles, joyas de oro y productos de madera y cuero, aunque las manufacturas representan una mínima parte de los 2500 millones de dólares que se exportarán este año, conformados mayoritariamente por hidrocarburos y minerales. Para los críticos, «de 1985 a 2004, las exportaciones bolivianas ascendieron de aproximadamente 672 millones de dólares a más de 2000 millones, y sólo el 14 por ciento correspondió al intercambio con Estados Unidos». Parte de las paradojas bolivianas es que el propio MAS promueve un programa nacionalista, pero con financiamiento de la cooperación internacional, que en gran medida ya anticipó -especialmente los europeos- seguirá asistiendo al país.