Carta Abierta, en su nueva misiva, la número quince, parece querer invocar la historia… sin conocerla, y peor: ¡alude hechos cuyo carácter está muy lejos de los de la actual situación! Con el título «La patria está en peligro», la intelectualidad oficialista nos remite a los acontecimientos de la gran Revolución Francesa (comenzada en 1789), […]
Carta Abierta, en su nueva misiva, la número quince, parece querer invocar la historia… sin conocerla, y peor: ¡alude hechos cuyo carácter está muy lejos de los de la actual situación! Con el título «La patria está en peligro», la intelectualidad oficialista nos remite a los acontecimientos de la gran Revolución Francesa (comenzada en 1789), cuando, en 1792, Danton, ante la declaración de guerra de Prusia y Austria -en connivencia con los realistas-, dijo «La patria está en peligro… es necesario audacia, audacia y más audacia». Jacobinos, girondinos, cordeliers, comuneros, combatieron y «fundieron» -por así decir- la guerra interna civil y la guerra exterior, en medio de la insurrección del 10 de agosto, cuando se pone fin a la monarquía, terminando con la servidumbre, con todo el pueblo francés levantado en armas.
Otra referencia histórica la tenemos en León Trotsky. Una proclama suya, «La patria socialista en peligro» (aparecida el 29 de julio de 1918), convocaba al pueblo a defender la Revolución de los consejos de obreros, campesinos y soldados ante el motín del Ejército Checoslovaco…
Ahora, la «intectualidad K» convoca a defender… la devaluación de la moneda que hizo el gobierno de Cristina Kirchner. ¿Risible o patético(s)?
Nuestros «peronistas jacobinos», aunque no se haya liquidado ningún sistema «feudal» de tierras -al contrario, son cada vez más los diputados, senadores y gobernadores del PJ y la UCR que se transforman en propietarios rurales-, ni establecido «medidas de excepción» contra especuladores y banqueros, convocan a defender a un gobierno supuestamente «popular», «asediado» por sectores de la burguesía rural. (Según la Carta 15, son éstos quienes habrían logrado montar un «un cepo financiero sobre el Gobierno, obligándolo a tomar medidas difíciles y comprometedoras del futuro del país, como la devaluación» ¡Pero ha sido el mismo gobierno el que ha negociado con los grandes exportadores rurales!)
Como es de público conocimiento, la devaluación de la moneda no solo incentivó -como al parecer está ocurriendo- a que sectores del agro liquiden, con la moneda más «rendidora» ahora, varios millones de dólares por sus exportaciones -y que sigan exportando-, sino también la inflación en el mercado interno, encareciendo los precios de los productos de consumo popular.
Carta Abierta bate el parche contra la burguesía rural… sin decir nada de la industrial, del sector financiero ¡y nada del FMI, Banco Mundial y demás «fondos buitres»! Estos intelectuales «jacobinos», «audaces», aprueban los miserables (e ineficaces) paliativos que propone el Gobierno ante el actual saqueo del salario obrero y popular, con los «Precios cuidados» y demás «acuerdos sectoriales» y promesas de «multas» a los monopolios del comercio, e insisten en que hubo una «redistribución de la renta nacional a favor de las mayorías nacionales»(?). Pero la realidad, «relatada» por la propia presidenta Cristina Kirchner, dice otra cosa: que los millones y millones de dólares que conforman las reservas del Banco Central se emplearon todos estos años para pagar deuda a los acreedores. La propia presidenta, el año pasado, al anunciar la tan «nacional y popular» medida de reabrir «el canje» para los más recalcitrantes «buitres» que no aceptaron anteriores negociaciones tras el default de 2001, recordó que, entre los años 2003 y 2012, se pagó deuda por un total de 173.733 millones de dólares. «Somos pagadores seriales», CFK dixit. Ahí está uno de los principales usos del dinero que el gobierno recauda.
Agreguemos que los colegas en Página/12 de Horacio González, Ricardo Forster y Eduardo Jozami, los tal vez «jacobinos» Mario Wainfeld y Horacio Verbitsky, han calificado lo que ha hecho el gobierno con mayor sinceridad, sin tanta «pompa histórica». Wainfeld admite «las consecuencias de una devaluación, antipopular como sello»: «La suba de las tasas de interés limita al crédito, la absorción de plata ‘seca’ la plaza. Las perspectivas del consumo se estrechan, todo lo dicho está en el manual» («Dialécticas», 9/2/2014). Y Verbitsky: «No tiene sentido negar que se trata de un ajuste, pero tampoco perder de vista su carácter heterodoxo»(?) («Curva cerrada», 9/2/2014).
La Carta 15 -aun siendo breve en comparación con anteriores misivas- sigue con la charlatanería y propone ver al Estado (y al gobierno kirchnerista hoy encaramado al poder estatal) «como [un] poder público democrático representante de la nación y su equilibrio de intereses a favor de la población más desfavorecida e históricamente castigada por ajustes y teorías sobre las restricciones salariales». Este enunciado, que es una variación de lo que ya planteó Horacio González acerca de que «la vieja lucha de clases» se expresaría ahora en una (¿»jacobina»?) «batalla del Estado por los dólares» (para pagar a los financistas internacionales, recordemos), queda desmentido cuando es el propio gobierno kirchnerista quien pone límites a los reclamos salariales, con topes a las paritarias y «retos» públicos de la presidenta al burócrata de la CGT (en un tiro por elevación a toda las aspiraciones de «recomposición salarial» que pueda haber entre los millones de trabajadores de la nación). Y además, el aumentar la presencia policial y de otras fuerzas, como Gendarmería, ante los reclamos sociales (el último episodio lo tenemos en Chaco, donde se desalojó un corte reprimiendo con balas, palos y gases, con dos decenas de heridos y diez detenidos), más que «equilibrio de intereses», indica cuál es la verdadera inclinación del gobierno, defendiendo «la libre circulación» de rutas y la propiedad privada capitalista.
Los integrantes de Carta Abierta, además de ser ignorantes de la historia mundial, hablan de «banderas de un patriotismo constitucional y social»… y mienten acerca de un futuro «control estatal y social (por ejemplo, a los puertos privados), mayores regulaciones al capital especulativo y al sistema financiero, especialmente a la banca de propiedad extranjera». A ver, pregunto yo a nuestros cráneos: ¿cuáles serían las bases de apoyo, sociales, para llevar adelante las proclamas y objetivos cartaabiertistas? Nada de esto nos dicen. A diferencia de Danton, miembro destacado de la Comuna de París, uno de los creadores del «tribunal revolucionario» y miembro del Comité de salvación pública, acá nuestros intelectuales patriotas defienden al gobierno donde están los «mariscales»… «Coqui» Capitanich y Boudou, «serviciales» militares como Milani y el «funcionariado estatal» de La Cámpora. ¡Difícil que, desde Puerto Madero o el country, alguno de ellos se proponga «salvar a la patria»!
Verso, charlatanería, chamuyo, embauque. Todo esto es lo que caracteriza la Carta 15 de estos intelectuales. Nos pintan una historia que -parafraseando una célebre frase (bien y mal) citadísima-, más que tragedia, tiene mucho de farsa.
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