En una extensión de 70 kilómetros alrededor de la ciudad de Trinidad, azotada por intensas lluvias, no hay un lugar seco, todo está inundado y los indígenas no tienen adónde ir, constató un periodista de Afp que observó el nordeste amazónico de Bolivia desde un avión. Como prominencias se alcanzan a ver las copas de […]
Como prominencias se alcanzan a ver las copas de los árboles de la tupida selva amazónica, que cubre la mayor parte del departamento de Beni, el segundo más extenso de Bolivia (213 mil kilómetros cuadrados) con una densidad de 8 habitantes por kilómetro cuadrado, donde la mayoría vive en la pobreza.
Si en las próximas horas no escampa, el centro de Trinidad se anegará como las zonas periféricas de esta ciudad de 90 mil habitantes, a unos mil 500 kilómetros al noreste de La Paz.
A merced de las aguas están decenas de caseríos, comarcas y poblaciones incomunicadas a las cuales es muy difícil acercar ayuda.
La única forma de llegar es en deslizador, puesto que un bote o una barcaza corren el riesgo de encallar. Es por el momento el único medio de transporte para acceder a esos remotos lugares selváticos invadidos por la fetidez de cadáveres flotantes tanto de humanos como de animales.
El agua que lo cubre todo ha aislado a varias comunidades indígenas que esperan recibir la ayuda de alimentos, medicinas y abrigo que procura el gobierno del presidente Evo Morales y que hicieron llegar los vecinos Argentina, Perú, Chile, además de Venezuela, Cuba, Estados Unidos, España, Italia y Francia, comprobó Afp el sábado por la tarde.
La Organización de Naciones Unidas y Organización de Estados Americanos gestionan por su parte fondos por más de 10 millones de dólares para socorrer a los bolivianos.
Es el caso de los caseríos de Camiaco, a 98 kilómetros de Trinidad, las 35 familias de indígenas tobas que los habitan no tienen adónde ir y, con el agua a la cintura, no tienen otra que quedarse a esperar a que baje el nivel, en el mejor de los casos.
Susana Rodríguez refiere que en su hacienda, en el vecino municipio de Mallorca, «la situación es aún más grave, estamos por perderlo todo».
El poblado campesino de Lotero, a 28 kilómetros de Trinidad, atraviesa el mismo trance. Con el pantalón remangado hasta las rodillas, sus habitantes hacen lo que pueden para rescatar a sus reses y procurarles algo de alimento, mientras esperan la ayuda del gobierno y de la comunidad internacional.
En la vera occidental del caudaloso y amazónico río Mamore, que ha inundado 50 por ciento del territorio de Beni y que un grupo de corresponsales no puede vadear por las aguas encrespadas de su corriente, se halla el poblado de El Rosario, donde «un viejito murió hace días y su gente no puede enterrarlo porque no hay un lugar seco donde hincar el pico», relata un boliviano de 20 años que viene de remontar la corriente.
La mayor parte de los ríos de Beni se ha desbordado y sólo en Trinidad, donde unas 20 mil personas han sido llevadas a albergues, el agua crece un promedio diario de cuatro centómetros, según la oficina de Servicio Civil.
La Amazonia y el oriente de Bolivia son las zonas más golpeadas por el fenómeno climático de El Niño que afecta a 90 por ciento del territorio boliviano.
El fenómeno de El Niño consiste en la elevación de la temperatura normal de las aguas del Pacífico y afecta en especial a Perú y Ecuador en los meses de verano.
Dos meses de lluvias en seis de las nueve provincias bolivianas, y heladas y sequías en las otras tres, han dejado 35 muertos, 10 desaparecidos y casi medio millón de damnificados, según un informe oficial.