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Lecciones de «Lo nacional-popular en Bolivia», treinta años después

Fuentes: Rebelión

La vida es todo menos un acto espontáneo R.Z Me gustaría aprovechar este espacio para plantear tres vetas distintas de aproximación a la obra de René Zavaleta. La primera de ellas avanza sobre la herencia de Zavaleta en nuestros días, incluyendo con ello el sentido de su lectura específica; el segundo versa sobre el planteamiento […]

La vida es todo menos un acto espontáneo

R.Z

Me gustaría aprovechar este espacio para plantear tres vetas distintas de aproximación a la obra de René Zavaleta. La primera de ellas avanza sobre la herencia de Zavaleta en nuestros días, incluyendo con ello el sentido de su lectura específica; el segundo versa sobre el planteamiento epistemológico que circula las primeras páginas de Lo nacional-popular en Bolivia; finalmente quisiera aproximarme de manera sucinta a una temática que se deja ver con poderosos destellos en el caso de este libro, pero que en realidad ordena el conjunto de la obra de Zavaleta, y es el tema del poder y la constitución de lo político en el mundo mercantil-capitalista

1.- Un un renovado interés por la obra de Zavaleta viene gestándose desde los últimos 15 años. Autores tan diversos como Luis Tapia, Elvira Concheiro, H.C.F Mancilla, Mauricio Gil, Luis Antezana, entre otros, han realizado un esfuerzo de lectura de la obra del boliviano: una herencia que se considera invaluable, se le mire positivamente o críticamente. Es por ello que volver a Zavaleta; en este caso volver al Zavaleta que articula la noción de lo nacional-popular, es más que necesario. Me parece que éste es el punto más candente en la herencia política de Zavaleta. Leído a contracorriente de la descalificación liberal y de los procesos históricos que conocemos como «populismos realmente existentes», Zavaleta entrega un potente proyecto de investigación: la conformación de la dimensión nacional-popular en un país cuyas coordenadas se mueven entre la única revolución verdaderamente obrera-proletaria de la historia de América Latina, el mundo campesino-indígena en toda su complejidad sociopolítica y un Estado que no termina de conformar en su totalidad. La dimensión de apertura que da la no concreción de un Estado burgués pleno, competitivo en el mercado mundial, capaz de ser un mediador eficaz entre las clases no una anomalía, sino una constante en la historia de nuestra región. La sugerente apertura que da Zavaleta es la del estudio de la capacidad de constituir lo nacional a partir del abigarrado mundo de lo popular y en esto se adhiere a una perspectiva que cundió con radicalidad en la segunda mitad del siglo XX, como influjo de procesos descolonización en los planos material e intelectual: la nación no la constituyen las oligarquías ni las aliadas burguesías, tampoco es un elemento perdurable en la historia, es, por el contrario, una conquista, una meta inalcanzable, un momento de síntesis de los esfuerzos por transformar las condiciones materiales de la existencia. Aquí la nación la entiendo como la primera fuerza productiva, aquella sin la cual no existen el resto de las fuerzas productivas (técnicas principalmente), su existencia permite la coordinación social del trabajo de distintas comunidades y pueblos, que se reconocen como tal en planos simbólicos y que habitan y ocupan un locus espacial determinado.

Esta vuelta de la nación y sobre todo de la constitución popular de la nación no sólo es necesaria, sino que además es sumamente urgente. Esto es así porque los grupos en el poder, burguesías trasnacionales y oligarquías locales, se han empeñado tanto en la destrucción de la nación y con el languidecimiento de sus estructurales estatales, reducidas a meros comités administrativos de asuntos comunes, parafraseando célebre frase de un texto de 1848. La nación es desarticulada en sus principales puntos de apoyo, son destruidas las comunidades, violentadas las poblaciones, arrasadas milenarias tradiciones productivas. Sobre la nación desarticulada operará con mucha libertad la forma despótica del valor, de la «auto-regulación» del mercado (es decir, de la ley del más fuerte). Por su parte las estructurales estatales son sometidas al escarnio del mercado mundial, cuestionada su legitimidad por abajo y por arriba, la impronta popular que modifica las estructuras de mando político comienzan a ser cuestionadas como inservibles y minusvaloradas como una enfermedad «estatalista» (no es casual que surgieran tendencialmente varias corrientes apostando a «cambiar el mundo sin tomar el poder»). Cuando existe una constitución popular de lo nacional, el Estado es una poderosa arma que promueve cierta protección a los subalternos, que permite conquistar derechos, que permite la articulación de distintas demandas en perspectivas universales; en cambio cuando lo nacional es desarticulado en su sentido popular el Estado se vuelve puro cascarón, un montón de instituciones represivas y corruptas. Si la nación es una conquista endeble un Estado con una determinación nacional-popular lo es más. Como escribe Zavaleta: «Es verdad que la nación maniquea estatalista es tan falaz como una idea societaria o autonomista o populista de la disección de la política. El Estado puede, en rigor, tener una determinación más nacional-popular o si se quiere más societaria, enfrentando a los sectores menos democráticos de la sociedad (y en los hechos, el Estado ha estado más de una vez por delante de la sociedad)»1.

Desde este punto de vista volver a Lo nacional-popular es crucial en nuestros días, al menos en América Latina. Aquella categoría formulada por Gramsci, es la que lo aleja por completo de las interpretaciones del «marxismo occidental» en la clave frankfurtiana, como dice Domenico Losurdo en su Antonio Gramsci: del liberalismo al comunismo crítico y lo ancla a una dimensión histórica y política de un calado sorprendentemente productivo. No podemos eludir nuestra historia, ni como clase, ni como raza, ni como individuos. Ella, la historia, nos sobredetermina y a partir de ello, actuamos, practicamos, modificamos. El anclaje que permite la categoría de lo nacional-popular permite tener un Zavaleta produciendo categorías a partir de Gramsci y no sobre Gramsci o retomando y haciendo trabajar productivamente al Lukács de Historia y conciencia de clase. Y nos permite, el día de hoy, ajustar nuestra brújula. Frente a los festejos superficiales de los «fines de ciclo» de los populismos, observar la tendencia latente en el suelo de nuestra sociedad.

2.- Pasemos al segundo niveles del que me gustaría dejar algunos apuntes. Lo Nacional-Popular no es sólo un libro de historia de Bolivia, ni una consideración sobre aspectos teóricos que circulan con urgencia en el estudio de nuestra América. Lo Nacional-popular en Bolivia es también un gran ensayo de epistemología política en clave crítica y marxista. Con ello queremos señalar los dilemas y dificultades que supone el uso de la caja de herramientas que Marx y el marxismo nos legaron. René Zavaleta es consciente que no todo instrumento de conocimiento sirve para ser utilizado en cualquier ocasión. Entiende que no hay a-prioris metodológicos. Entiende bien, en esta y en el conjunto de su obra, que hay especificidades, condiciones particulares, determinaciones no comunes, en otras palabras, que hay historia. No capitula antes lecturas de Marx en clave de filosofía de la historia, ni de un método válido en cualquier tiempo y lugar. Construye a partir de Marx y más allá de él, una metodología para el estudio de Bolivia. Si el marxismo es pretensión de conocimiento científico, lo importante es no la dimensión científica pre-establecida, sino su capacidad de traducción en contextos variados, es decir, que su pretensión sea actualizable. Lo Nacional-popular es por lo tanto un intento original de plantear el análisis marxista en estado práctico. Es decir, trabajando directamente sobre un objeto de estudio y apenas indicando algunas notas metodológicas que para nosotros resultan muy importantes. ¿Qué conclusión podemos sacar de ellas? Habría dos que me parecen necesarias de ser señaladas. En primer lugar que el marxismo no es una ciencia cuya epistemología sea de la correspondencia (entre momento económico y político; entre estructuras y super estructuras, entre contenido material y forma social, entre la «esencia» y el «fenómeno») sino ante todo que el marxismo es una ciencia cuya epistemología es la de la ruptura y la no correspondencia. Que el punto crucial del marxismo se encuentra ahí: su corazón no está en la armonía sino en la crisis. El concepto central, tantas veces repetido entre quienes hemos escrito sobre Zavaleta, es el de crisis como método de conocimiento. La crisis es ese momento de ruptura «forma de violencia sobre el orden de la rutina»2 que vuelve productivo al marxismo. El propio Zavaleta nos había alertado en su texto Las formaciones aparentes en Marx, del dilema que nos dejaba un texto como el Prólogo a la Contribución de la crítica de la economía política de 1859. Aquel texto, dolor de cabeza y herencia negada para los marxismos críticos, pero muy famoso en otras formas de cultivar aquella forma teórica, era el claro ejemplo de las formas lineales de comprensión de la historia, de la correspondencia como el núcleo epistemológico y sobre todo de la imposibilidad de entender lo específico frente a lo general. Zavaleta mismo nos advertía que se podía traicionar al propio Marx citándolo fielmente.

De aquí derivamos lo que a nuestra consideración es la segunda conclusión importante a la que llega Zavaleta tras el asedio al problema epistemológico. ¿Cómo conocer Bolivia? Es su pregunta: un marxista distinto ni siquiera hubiera evaluado esa cuestión, habría dado por sentado que ese país es una economía capitalista y que existía una sociedad que respondía por completo a aquella determinación. La totalidad estaba clara, cada uno de sus momentos le permitían efectivamente confirmar que el capitalismo dominaba y se expresaba en su cultura, ideología y política. Zavaleta en cambio parte de una versión alternativa. Asume que «la» totalidad no existe en cuanto tal, al menos no como momento cristalizado, sino que existen momentos y procesos de totalización y que en Bolivia aquello aún no era un proceso pleno. La totalización era un proceso incompleto, como lo mostraban segmentos de la totalidad como el Estado y la nación. Partiendo de ello era posible trazar caminos alternativos. Zavaleta llega a un sendero que se bifurcaba: aceptaba que Bolivia era una economía capitalista, pero no podía aceptar que lo era de manera indistinta a otras experiencias históricas. Totalización y destotalización, nación y formaciones sociales, son categorías que le permiten avanzar y superar las visiones de la epistemología de la correspondencia, de la armonía y linealidad de la historia. Abrevaba de una pregunta distinta: ¿cómo conocemos una sociedad no plenamente totalizada y cómo es que esa no totalización permite la existencia de segmentos de autonomía y diversidad mucho más radicales qué en otras sociedades?

3.- Paso a último punto que me gustaría desplegar y resulta apasionante para quienes estudiamos la historia de América Latina: Zavaleta nos entrega en Lo Nacional-popular una teoría del poder y del Estado muy relevante para las ciencias sociales producidas en América Latina. Como corolario de su crítica epistemológica, asume que el Estado no puede ser estudiado a partir de la noción de excedente. Justamente el capítulo primero de su obra que ahora comentamos se titula así: «La querella del excedente». Zavaleta desmoviliza cualquier pretensión de hacer equivalente la producción de excedente y el desarrollo del Estado a través de sus mediaciones. Por el contrario, hace crítica de ese paradigma y señala que existe, en términos históricos, una tendencia que ha querido desplegar ese binomio (Excedente-Estado democrático) de manera paralela. Críticamente señala que aquella es una visión conservadora y patrimonialista del origen del poder social: creer que el dinero, su sola existencia y presencia genera poder. Nada más nocivo para la construcción histórica de América latina que ello, visión conservadora que nos funda, dice. En una página que me parece la más importante de todo el texto, al menos la que sintetiza con mayores bríos esta teorización sobre el poder, el estado y el dinero, podemos leer claramente que Zavaleta considera que la noción de Estado se debate entre la construcción de mediaciones, a las cuales define como la capacidad de «transformación de la furia del oprimido en parte del programa del opresor»3 pero que en cambio lo que ocurrió en América Latina es el dominio de la «la idea de que la riqueza crea poder [la cual es] una noción vertical, reaccionaria y elitista». El excedente es relevante, y en el mundo moderno ello en gran medida se determina por la manera de insertarse en el mercado mundial. Sin embargo, con respecto a la construcción de una determinación democrática o nacional-popular del Estado, el excedente queda relativizado, queda puesto en suspensión. Dice Zavaleta que aquí el excedente es tan sólo una medida histórico-moral y no existe plenamente, como esencia última.

El cambio de paradigma que nos propone pone el énfasis en la capacidad de movilización, en la autodeterminación, en que lo importante es la manera en que se llega al excedente y no su presencia en cuanto tal. Dejar la constitución de lo político a la riqueza material no es sino una consideración del «excedente como magia», o con Marx podríamos hablar del poder que nace de la riqueza como fetiche típico del mundo moderno y sus fantasías. Ahí la constitución popular de la nación y la determinación nacional-popular del Estado quedan abatidas y relegadas. En el complejo histórico que Zavaleta comienza a estudiar, lo importante es la posibilidad de la movilización, del relevo de sentido de las creencias, de la posibilidad de construir mediaciones que determinen en clave nacional y popular (diríamos hoy, democrática) al Estado. La historia de Bolivia que Zavaleta estudia y la que nosotros hacemos para América latina es esta: la del continuo avance y retroceso de los sectores populares y sus organizaciones en la conquista de dicha determinación. Historia inacabada o la propia historia, que avanza por senderos diversos, que encuentra su corazón en la movilización de los pueblos, que hace mella de toda forma oligárquica, patrimonial o burguesa de la política. Horizonte todo este que nos sigue siendo pertinente.

Para finalizar- La poderosa prosa de Zavaleta nos interperla, nos conduce a constituir una metodología distinta. Dicha metodología se asienta en una epistemología política distinta. Aquella que pone la crisis política nacional en el centro y que encuentra en los procesos de totalización destotalización sus principales herramientas teóricas, en tanto que las conceptuales son las enunciadas a partir de las primeras páginas: democratización social y forma estatal. Hemos tenido frente a nosotros, durante 30 años, un documento excelso de la construcción de un conocimiento crítico, materialista y complejo. Volver a dicho texto después de las diversas crisis de paradigmas, de la potencia de un paradigma societal que nos consume a todos (el mercantil), es una urgencia necesaria. Celebremos pues la vitalidad de las lecciones plasmadas en ella, recordando dos frases de Zavaleta que plantean un horizonte que resiste a los cambios en la historia: «autoconocerse es casi vencer» y sobre todo que «Conocer, en todo caso, no es una mera composición de conceptos: es un acto vital, un desgaste y, en consecuencia, un asunto peligroso, un acto organizativo».

Notas:

1 Zavaleta, Rene, Lo nacional-popular en Bolivia, La Paz, Plural, 2008, p.47

2 Zavaleta, Rene, Lo nacional-popular en Bolivia, La Paz, Plural p.19.

3 Zavaleta, Rene, Lo nacional-popular en Bolivia, La Paz, Plural, 2008, p.35

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