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La derecha mexicana trata de reivindicar su alma

¡Liberen a Frida Kahlo!

Fuentes: CounterPunch

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

La batalla por la posesión del alma de Frida Kahlo estalló este 13 de junio en la explanada alabastro de la máxima casa de cultura de México, el Palacio de Bellas Artes, un palacio rococó parecido a una tarta de boda que se hunde lentamente en el subsuelo de esta mega ciudad. La ocasión para la redomada competencia fue una visita del novato presidente Felipe Calderón para cortar la cinta en el homenaje oficial del gobierno mexicano que marca el centenario de la pintora y su vehemente obra. La creación de Kahlo es considerada uno de los tesoros nacionales más lucrativos de México.

Pero muchos, aquí en Ciudad de México, están convencidos de que Calderón robó la presidencia el 2 de julio pasado del popularísimo ex alcalde, el izquierdista Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y aprovecharon la oportunidad de la apertura de la magna exposición de Frida para manifestar sus convicciones.

Anticipando la llegada de Calderón, varios miles de partidarios de AMLO abarrotaron las gradas de Bellas Artes para recuperar a Frida del presidente derechista de México, entre ellos algunas mujeres vestidas como réplicas de Frida. «Frida pertenece a la izquierda,» gritaron: «¡Calderón! ¡No prostituyas a nuestra Frida!»

El furioso gentío de defensores artísticos de Kahlo fue recibido con barricadas de metal, falanges de robopolis con visores, gas lacrimógeno y porras. Había francotiradores en los techos alrededor de la cúpula de cristal de Bellas Artes, coloreada ahora en marrón nicotina por el inextinguible tráfico de la capital. El presidente tuvo que ser escoltado al interior del palacio por una escuadra volante de policía federal y de su guardia militar de elite.

Dentro de Bellas Artes, 3.000 «invitados especiales» habían sido toqueteados con detectores de metal e instalados bajo la rotonda para ofrecer hosannas al presidente pero la prensa fue excluida de lo que la oficina de prensa de Calderón calificó de «acto privado). En realidad, la inauguración del centenario de Kahlo fue un «acto privado» igual como la propia investidura de Calderón como presidente mexicano en diciembre pasado en una ceremonia privada a la que asistieron sólo altos generales y almirantes.

Las estrictas medidas de precaución fueron invocadas por otro alboroto afuera de Bellas Artes sólo dos noches antes cuando Calderón llegó para un recital del violonchelista de reputación internacional Yo Yo Ma. «¡Chupamedias!» «¡Cucarachas!» había increpado la gente de AMLO a los elegantes visitantes del concierto en un estallido de guerra de clases abierta. «¡Ratas!» gritó una manifestante ya mayor, cubriendo ligeramente los caros trajes y «smokings» de los buitres de la cultura con lo que afirmó era veneno para ratones. Dentro de la sala de conciertos, Calderón fue recibido por un coro de abucheos mientras se sentaba en el palco presidencial. «Y no sólo venían de los asientos baratos,» escribió un testigo en un correo al columnista de La Jornada, Julio Hernández, «muchos de los ricos en la platea también lo abuchearon.»

Las dos visitas de Calderón a Bellas Artes fueron promocionadas por la oficina de prensa del presidente como su «debut cultural.» Después de seis meses de una cruzada militar de palabras duras, pero poco efectiva en general, contra los poderosos carteles de la droga de la nación, los manipuladores de Calderón tratan de crear una imagen más suave. Su asistencia al concierto de Yo Yo Ma y al centenario de Kahlo (que será seguido por un show sobre su esposo Diego Rivera, 50 años después de su muerte) tenía el propósito de prestar una cara más humana al estridente presidente.

El 13 de junio – el centésimo aniversario de su nacimiento – no fue la primera «bronca» que Frida Kahlo ha desatado en Bellas Artes. Cuando se fue al Gran Caballete en los Cielos a los 47 años, hace 53 años, Rivera, miembro sincero del Partido Comunista de México, y sus compañeros llevaron su ataúd al Palacio de Bellas Artes donde yació en capilla ardiente cubierta orgullosamente por una bandera roja con una prominente hoz y martillo, mientras sus compañeros militantes cantaban La Internacional en homenaje, una ruptura escandala del decoro político en los años cincuenta de terror ante los rojos. El día siguiente, el presidente Adolfo Ruiz Cortines, aliado de Washington en la Guerra Fría, despidió sumariamente al director de Bellas Artes.

Las credenciales de izquierdas de Kahlo siguen en buen estado. Siguió a su voluminoso esposo (20 centímetros más alto que la pequeña Kahlo, 20 kilos más pesado, y 20 años mayor) dentro y fuera del Partido Comunista de México aunque flirteó con el trotskismo y el propio León Trotsky cuando obtuvo asilo en México en 1937.

Cuando Trotsky fue asesinado en 1940 por el enviado de Stalin, Ramón Mercader, en su casa en Coyoacán, a cinco calles de la «Casa Azul» de Frida, fue arrestada y retenida para ser interrogada – y ella y Rivera huyeron a San Francisco poco después de su liberación.

En los años cuarenta y a comienzos de los cincuenta, José Stalin, a menudo acariciando una paloma de la paz, fue un motivo frecuente en las pinturas y dibujos de Frida. Llevaba un corsé decorado con una hoz y un martillo y en 1954, el año en el que se rindió su cuerpo destruido por el dolor, saturado de morfina, había comenzado a incorporar a Mao en su trabajo. Su última aparición en público fue en una silla de ruedas (su pierna había sido amputada) en una marcha delante de la embajada de EE.UU. para protestar por el derrocamiento por EE.UU. del gobierno izquierdista de Arbenz en Guatemala, en la que supuestamente llevaba una pancarta de «¡Yanqui Go Home!»

Considerando su militancia en la izquierda antiyanqui, Frida se debe estar retorciendo en su féretro. La cuenta por la magna exposición sobre su vida en Bellas Artes es pagada por Wall Street – los patrocinadores del show, Alfredo Harp Helu y Roberto Hernández, son presidente y director general de Banamex, que ahora es de propiedad total de Citygroup. En realidad, la fundación de Harp Helu que se especializa en la preservación de archivos, recibió el control exclusivo sobre un tesoro oculto no revelado de 26.000 artículos «íntimos» de Kahlo y Rivera – dibujos, correspondencia e invaluables recuerdos que serán exhibidos en la Casa Azul, que ahora es un museo y piedra angular de la Fridamanía internacional.

El show centenario de Kahlo, anunciado con bombos y platillos, es más ostentación que homenaje – Bellas Artes espera 300.000 visitantes durante la estación turística del verano. Se exhibe cerca de un tercio (120 de unas 300) de las pinturas de Kahlo, muchas de ellas naturalezas muertas que parecen haber sido hechas para la venta callejera en su vecindario de Coyoacán, y retratos de mecenas a los que recurría para obtener dinero en efectivo. Pero sin duda, Frida está por todas partes en la galería principal – con su corazón en la mano, con su otra Frida, con monos, con cacatúas, con flores, con el bebé Diego en sus brazos.

Tal vez más desconcertantes que los cuadros, que han sido tan universalmente reproducidos que casi parecen demasiado familiares, es un piso lleno de evidencia fotográfica de la vida de Frida. Tomadas por luminarias como Manuel Álvarez Bravo, Edward Weston, y su propio padre, Guillermo Kahlo, un inmigrante judío alemán, las fotos muestran a una Frida más tranquila, a menudo jugando.

Aunque la icónica Frida domina este Fridarama mamut, la Frida política es apenas visible, relegada a un cubículo en el cuarto piso y marginada por los curadores de Calderón en una estratagema evidente para tratar de blanquear el pasado rojo de México – y de Kahlo.

Según la opinión prevaleciente, la Fridamanía surgió del vientre de la marea feminista en EE.UU. en los años setenta. La crítica Raquel Tibol, no-amiga de la notoriamente bisexual Kahlo, atribuye el fenómeno al «chic lesbiano.» El intenso sufrimiento de Frida Kahlo – polio a los seis años, un horrendo accidente de tranvía a los 18 que incrustó una barra de metal a través de su espina dorsal – y su valor como artista, la convirtieron de un día al otro en un icono del ascendiente movimiento chicano y de la política de identidad chicana. En los años de enriquecimiento rápido de los ochenta y los noventa, las pinturas torturadas de Kahlo se convirtieron en un artículo de inversión muy deseado. Comienzan a 7 millones de dólares en el mercado de arte internacional.

La mercantilización de Kahlo ha sido brutal. Se ha convertido en una muñeca, un perfume, una marca de tequila, una línea de vestimenta (vaqueros Frida), en zapatillas de diseño (Converse), incluso en una pizzería en Mission District de San Francisco («Frida’s Pizza.») El centenario en Bellas Artes está salpicado de puestos que venden broches Frida y encendedores Frida, y de vitrinas que brillan con accesorios Frida.

La Fridamanía tuvo su clímax con la película biográfica de Salma Hayek en 2002. Aunque tanto Jennifer López (Jay-lo) como Madonna (viaja con un retrato de Frida que da a luz a sí misma) se morían por tener el rol, Hayek, hija de un político de Veracruz de origen libanés, aprovechó la oportunidad y fue la estrella; dirigió y financió la primera cinta sobre Frida de Hollywood.

«Frida» fue universalmente menospreciada en México donde el público realmente no siente gran cariño por las grandes producciones «latinas» de Hollywood en las que los actores hablan inglés con acentos «hispánicos.» Cuando «Frida» fue estrenada en Los -Ángeles, activistas chicanos protestaron con pancartas que proclamaban «Salma promueve el racismo» y «Estamos aquí para defender a Frida contra la traición de Salma.»

Para la mayoría de los mexicanos, la verdadera Frida es Ofelia Medina, una estrella de telenovelas izquierdista, que tuvo el papel de la apasionada pintora en una cinta de arte impresionista de Paul Leduc en 1984: «Frida: Naturaleza viva.» Desde entonces, Medina ha llevado «Frida» de gira, en un show individual, por Europa y EE.UU. Partidaria desde hace tiempo de los rebeldes zapatistas en Chiapas, Medina no se sintió impresionada por la versión de Frida de Hayek, que caracterizó de «light.» «Afeitaron el bozo de Frida,» se quejó indignada Ofelia. Sin embargo, «quienquiera desee ser Frida es Frida. Pero ella – o él – debe ser de izquierdas» advierte Medina.

También se cuenta entre las hijas de Frida a Jesusa Rodríguez, actriz y directora de teatro-cabaret de Ciudad de México que crea shows con múltiples Fridas; – Jesusa Rodríguez fue maestra de ceremonias de AMLO en mítines mamut después del robo de la elección del año pasado-, y Lila Downs, la cantante pop nacida en Oaxaca y crecida en Minnesota que presentó la banda de sonido de «Frida» en los Oscar de 2003. «Frida fue realmente antiyanqui» reflexiona Downs, que usa blusas «tehuana» de marca Kahlo y peina sus cabellos negros hacia atrás en el clásico estilo de Frida. «No creo que se habría quedado a ver la película de Salma.»

La izquierda no tiene la exclusividad del alma de Frida. Feministas y lesbianas veneran a Santa Frida e incluso los judíos no quieren dejar de participar. Su padre Guillermo era un judío de Baden-Baden (la pequeña Frida creció como católica) y perdió a parientes en los campos de concentración de Hitler. Los diarios de Frida han sido traducidos al hebreo y la experta israelí en Frida, Ganit Ankori, afirma que Kahlo hablaba yidish. El Museo Judío en Nueva York, aprovechó la película de Hayek y montó una exposición Kahlo en 2003. Con su tendencia al sufrimiento, Frida parece tan judía como es mexicana.

Ahora la derecha mexicana presenta su reivindicación del alma de Kahlo. Aunque los calderonistas han hecho todo lo posible por blanquear sus raíces rojas, la sombra de la hoz y el martillo sobrevuela Bellas Artes estos días. El presidente Calderón prefiere ver a Kahlo no como activista política sino como una inválida heroica que «superó la adversidad,» una especie de ídolo del Teletón benéfico. En sus observaciones en la inauguración «privada» de la exposición del centenario, el presidente presentó a Frida como «un ejemplo de cómo podemos superar la adversidad para que México pueda avanzar» y advirtió a los izquierdistas que manifestaban afuera que «hay que dejar atrás todo lo que impide el progreso de la nación.»

«¡Liberen a Frida! ¡Liberen a Frida!» respondieron las Fridas en la explanada de Bellas Artes, «Si Frida estuviera viva en la actualidad, estaría aquí en la calle con nosotras.»

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John Ross está de vuelta en Ciudad de México, siguiendo de cerca la huella de los asesinos de Brad Will y reintegrándose al mundo real. Escríbanle a: [email protected].

http://www.counterpunch.org/ross06302007.html