En un artículo anterior2 revisamos que durante la década de los ochenta, la onda neoliberal de la época abrió las puertas para la mercantilización del conocimiento. En este sentido, una serie de mecanismos legales y de mercadeo permitieron que el conocimiento fuese privatizado y se convirtiera en un producto de compra y venta. Antes de […]
En un artículo anterior2 revisamos que durante la década de los ochenta, la onda neoliberal de la época abrió las puertas para la mercantilización del conocimiento. En este sentido, una serie de mecanismos legales y de mercadeo permitieron que el conocimiento fuese privatizado y se convirtiera en un producto de compra y venta. Antes de los ochenta, en los EE.UU. (país que ha llevado la batuta en esta onda neoliberal aún vigente) todo conocimiento generado por recursos públicos se consideraba o propiedad del estado o del dominio público. Pero luego se permitió que los conocimientos generados con recursos públicos fuesen privatizados por las universidades, por los investigadores o incluso por empresas y corporaciones privadas. A esta concepción del conocimiento la llamaremos «conocimiento privatizado» o «conocimiento privativo» y en contra de ella plantearemos la concepción de «conocimiento libre».
En los actuales momentos en Venezuela se está discutiendo un proyecto de ley sobre «conocimiento libre». El proyecto tiene por título » Ley de Acceso al Conocimiento Libre » y este título ha desatado una polémica sobre si debe intitularse de esta manera o si debe llamarse más bien «Ley de Libre Acceso al Conocimiento». Creemos necesario detenernos en esta disyuntiva porque ella puede encerrar presunciones que son necesarias revelar para entender a fondo el asunto y poder presentar una propuesta de carácter revolucionario de verdad.
Para resumir mi argumento diré que creo necesario que el título del proyecto de ley diga «conocimiento libre» y que la otra propuesta tiene en sí peligros y presunciones que atentan contra la visión misma de un «conocimiento libre» que se contrapone a un «conocimiento privativo». Empecemos por lo más obvio, no podemos hablar de «libre acceso al conocimiento» porque no es justo que todos tengamos acceso a todo conocimiento. Dicho en otras palabras, no todo conocimiento puede ser público. Veamos un par de ejemplos.
En primer lugar, no es justo que todos tengamos acceso a todo conocimiento porque debemos preservar un dominio «privado». Nótese que hay una notable y abismal diferencia entre «conocimiento privado» y «conocimiento privativo». No son lo mismo. El «conocimiento privado» alude a aquél generado a partir de los datos personales de los ciudadanos. El «conocimiento privado» alude al dominio privado de cada persona. El «conocimiento privatizado», por el contrario, alude al conocimiento originariamente público y que ha sido privatizado. Son dos cosas completamente distintas. Veamos un caso.
Aunque todavía no lo tenemos en Venezuela, esperamos que en algún momento contemos con una base de datos de las historias médicas de todos los ciudadanos de la República. ¿Debemos dar acceso libre a esta herramienta a todos los ciudadanos? No, por supuesto que no, porque los datos y el conocimiento que se haya generado sobre la salud de cada uno de nosotros (como individuos) son de índole «personal», son del «dominio privado», de cada uno de nosotros. No es justo que cualquier persona pueda tener acceso a mis registros médicos personales. Eso es «privado» e incluso me atrevería a decir que hasta tiene algo de «sagrado». Ahora, sí sería útil que a la hora de un accidente, cualquier sala de emergencia pueda conocer de inmediato mi tipo de sangre, mis reacciones alérgicas o mis enfermedades precedentes. También sería útil y necesario que el conocimiento de la salud poblacional esté también disponible para todos.
Ya con esto sería suficiente para demostrar que la noción de «libre acceso al conocimiento» es impertinente, pero creo necesario que mantengamos la discusión para explorar otros aspectos. Podemos presentar otro argumento. Hay conocimiento que por «razón de estado» debe mantenerse de carácter confidencial. Por ejemplo, supongamos que un cuerpo de seguridad cuente con datos y conocimiento generado acerca de las transacciones y las relaciones que mantiene una organización criminal dentro y fuera del país. Obviamente, por razones de estado, este conocimiento debe ser confidencial por lo menos durante el tiempo que se mantenga «abierta» la investigación por los cuerpos de seguridad. Revelar este conocimiento antes de finalizarse la investigación puede poner en peligro vidas, recursos y la investigación misma.
Hemos atendido hasta el momento las razones más obvias que muestran que no es pertinente que se tenga libre acceso a todo conocimiento. Sin embargo, hay también una razón polémica, pero legal, por la cual no se puede tener «libre acceso» a todo conocimiento. Cuando la Asamblea Constituyente de 1999 escribió, deliberó y promulgó el Artículo 98° de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV) estableció lo siguiente:
» La creación cultural es libre. Esta libertad comprende el derecho a la inversión3, producción y divulgación de la obra creativa, científica, tecnológica y humanística, incluyendo la protección legal de los derechos del autor o de la autora sobre sus obras. El Estado reconocerá y protegerá la propiedad intelectual sobre las obras científicas, literarias y artísticas, invenciones, innovaciones, denominaciones, patentes, marcas y lemas de acuerdo con las condiciones y excepciones que establezcan la ley y los tratados internacionales suscritos y ratificados por la República en esta materia.»
La primera parte de este artículo no es fuente de polémica. La CRBV establece que la creación cultural es libre y por ello se protege el derecho de autor. Bien, creo que todos estamos de acuerdo hasta el momento 4 . El problema viene después: «el Estado reconocerá y protegerá la propiedad intelectual». A la luz de nuestros días surge como una contradicción que los constituyentistas hayan concebido «propiedad intelectual» y «cultura libre» como algo que puede ser casi equivalente. Pero para aquel momento así les pareció. Posiblemente, todavía un poco atolondrados por la avanzada neoliberal de las dos décadas anteriores, hubo aquí un resquicio de «libertad» entendida en su sentido «neoliberal» y que permitió la privatización del conocimiento en función del «mercado libre» del también llamado capitalismo cognitivo.
Lo cierto es que con este artículo de la CRBV la «propiedad intelectual» tiene en Venezuela rango constitucional y, en consecuencia, una ley no puede exigir libre acceso a todo conocimiento. La Constitución Bolivariana establece la posibilidad de un «conocimiento privatizado» y a menos que se le dé un vuelco total a toda la legislación nacional e internacional relacionada con innovaciones, invenciones, denominaciones, patentes, marcas y lemas y obras científicas, literarias y artísticas estamos en el deber de permitirlo
Con lo dicho hasta acá creo haber dejado claro que no deberíamos hablar de «libre acceso al conocimiento» puesto que es justo o legal que no todo conocimiento sea de acceso libre. Pero eso no quiere decir que no podamos promocionar un tipo de conocimiento que precisamente se contraponga al «conocimiento privatizado» del neoliberalismo . Es necesario que le demos un nombre a ese conocimiento que se contrapone al «conocimiento privativo». No demos por sentado que el conocimiento es libre en sí mismo.
Hay un conocimiento que ha sido privatizado y hay también un conocimiento que es privatizante. La generación de formas de privatización del conocimiento ha generado modos de conocimiento que le son propias. Conocimiento para la privatización del conocimiento. Si la Organización Mundial de Propiedad Intelectual (OMPI) ha logrado tanto poder en la actualidad mundial es porque ha permitido un conocimiento privatizado a partir de un conocimiento privatizante contra el cual debemos enfrentarnos.
El «software libre» por ejemplo necesita nombrar al «software privativo» para tener sentido. El «socialismo» necesita nombrar al «capitalismo» para tener sentido. Es parte de la dialéctica que toda antítesis tenga una tesis ante la cual contraponerse y a partir de la cual pueda ser posible la trascendencia de una síntesis. A este conocimiento que surge como reacción anti-neoliberal, anti-privatizadora, es el que llamamos «conocimiento libre» 5 . El «conocimiento libre» es la antítesis del «conocimiento privativo». Dejemos pues que esta dialéctica tenga lugar y vayamos abriendo brecha para la trascendencia de la síntesis.
Las utopías brindan sentido a todo nuestro quehacer cotidiano sin que necesariamente seamos conscientes de ello. Sin embargo, estas utopías ejercen mayor poder en algunas palabras en comparación con otras. Cuando decimos «pueblo» posiblemente creamos desde nuestra utopía del bolivarianismo democrático que el «pueblo es soberano» y que el «pueblo es el soberano». Pero eso no quiere decir que todo pueblo sea soberano y que cuando nombramos «pueblo» estamos mencionando a un colectivo soberano.
Por ello decimos «pueblo soberano» o que el «pueblo es el soberano». Es cierto que pudiese entenderse que en la utopía decir «pueblo soberano» es una tautología, pero no vivimos en la utopía, vivimos en el camino hacia la utopía. Debemos mencionar la tautología «conocimiento libre» porque no vivimos en la utopía, porque vivimos en el camino que guía la utopía. Quizá llegue el momento que no haga falta evidenciar las tautologías «pueblo soberano» y «conocimiento libre» pero ese momento todavía no es el actual. Por ahora debemos nombrarlos, definirlos, revelarlos desde la palabra.
Otro peligro que puede estar por allí acechándonos es el de creer que el conocimiento es neutro y que el adjetivo de «libre» puede estar mancillándolo. Esa idea de un conocimiento neutro, puro, objetivo es una arrogancia europea que si bien dio pie a todas las maravillas de la ciencia y la tecnología moderna también abrió espacios para repotenciadas formas de colonización y dominación imperial que en mucho contradicen los principios mismos de libertad propios de la Modernidad.
Para que el conocimiento fuese considerado como algo neutro, objetivo, puro, debió eliminarse toda diversidad. Debió reducirse el conocimiento a su mínima expresión, a aquello que podría concebirse como universal, a aquello que podría ser igual, homogéneo, para todos. Esta homogeneidad fue lograda a través de un lenguaje de pretensión matemática, que en sí, resguardaba los ideales más profundos que le dieron origen a Europa. Tras el lenguaje matemático estuvo y está Europa. Tras la pretensión de que el conocimiento es en sí neutro, objetivo, puro, está y estuvo Europa, está el Norte.
Debemos entonces dejar desplegarse ese otro conocimiento, ese conocimiento liberador, que nos permita revelar nuestra diversidad. Por supuesto, ese conocimiento tendrá a Europa, claro, y tendrá bastante matemática porque somos también europeos. Pero debemos trascender a Europa y, a partir de esta trascendencia, podremos abrir espacio para que la oración constitucional «la creación cultural es libre» tenga un sentido más pleno, más nuestro. Esto, lo deberemos dejar para abordar en un próximo escrito.
1 José J. Contreras es Investigador de CENDITEL [email protected] Fuente original: http://conocimientolibre.cenditel.gob.ve/
2«¿Conocimiento Libre?. Parte I – El Conocimiento Privatizado».
3 Según se ha dicho la palabra que decía originalmente aquí no era «inversión» sino «invención», lo cual tendría más sentido. Sin embargo, un error de transcripción nos produjo este gazapo constitucional que ya lleva quince años y quien sabe cuántos más les quede.
4 Aunque posiblemente pueda haber polémica en torno a los derechos derivados a partir de la autoría de una obra, la validez y pertinencia del «derecho de autor» como tal no está en discusión.
5Aunque posiblemente pueda haber polémica en torno a los derechos derivados a partir de la autoría de una obra, la validez y pertinencia del «derecho de autor» como tal no está en discusión.
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