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Libros para la unidad nacional

Fuentes: Rebelión

El titular periodístico es inequívoco: «Buscan firmas por la independencia de Santa Cruz» («La Prensa», 29-X-05). La consigna de dividir a Bolivia proviene de sectores del «Comité Pro Santa Cruz», aplicada por la Unión Juvenil Cruceñista (UCJ), conocida por golpear a indígenas que reclaman acceso a la tierra. Si sectores de ese Comité canalizan los […]

El titular periodístico es inequívoco: «Buscan firmas por la independencia de Santa Cruz» («La Prensa», 29-X-05). La consigna de dividir a Bolivia proviene de sectores del «Comité Pro Santa Cruz», aplicada por la Unión Juvenil Cruceñista (UCJ), conocida por golpear a indígenas que reclaman acceso a la tierra. Si sectores de ese Comité canalizan los planes de las petroleras, de centros de poder mundial y de la oligarquía chilena, ¿por qué los habitantes de Santa Cruz, respaldaos por el cardenal Julio Terrazas, jefes militares y policiales, empresarios, trabajadores del campo y de las ciudades, profesores, estudiantes y amas de casa, no abren libros en defensa de la unidad nacional?

Es verdad que la letal alianza de petroleras, usurpadores de tierras fiscales e importantes medios de comunicación busca la secesión de Santa Cruz. Pese a ello, no detendrá la avalancha de un pueblo orgulloso de ser boliviano. El nacer en algún lugar del planeta es una fatalidad. Sin embargo, el haber nacido y vivido en un país oprimido por los imperios, saqueado por las transnacionales y cercenado por oligarquías vecinas, con la complicidad de nuestros propios oligarcas, es un reto para no convertirnos en apátridas. Es cómodo pertenecer a potencias que explotan a países pobres. Es heroico, en cambio, en países como el nuestro, conservar la heredad que nos legaron nuestros mayores y que debemos dejar a nuestros hijos.

Luchar en Bolivia por la integridad nacional no es lo mismo que defender el andino centrismo, la sede de gobierno, el número de escaños parlamentarios para las regiones o los privilegios de los burócratas que gobiernan desde La Paz. Esas deformaciones fueron estructurada por los oligarcas de la plata, los «barones» del estaño y por quienes condujeron a la revolución de 1952 a la claudicación y la derrota, y que dejaron en la miseria al conjunto del país. Ningún ciudadano humilde, de ninguna región del país, fue cómplice de ese fracaso ni acuñó la mentalidad centralista de la gran minería, digitada por el capital foráneo. Todo esto debe cambiar, pero no para despedazar a Bolivia ni empujarla a contiendas fratricidas.

Santa Cruz tiene demasiada tradición patriótica para dejarse manipular por traficantes inescrupulosos. Lo señeros espíritus del federalista Andrés Ibáñez (nacido en Cochabamba), de Germán Busch, nuestro máximo héroe en la guerra del Chaco, de Enrique Finot, el canciller en la primera nacionalización del petróleo en América Latina, de Dionisio Foianini, el fundador de YPFB, y de Humberto Vásquez Machicado, el eximio historiador que condenó el Código «Davenport» del MNR guiarán esa epopeya unitaria.

Cabe sumar el recuerdo de Ñuflo Chávez Ortiz, que tanto luchó contra el pongueaje, de Mario Gutiérrez, el sólido defensor de la causa marítima, de José Ortiz Mercado, el forjador de la mejor estrategia para el desarrollo nacional que se escribió en Bolivia o de Gladys Moreno, cuya melodiosa voz buscó siempre unir al país.

Esos nombres tienen continuadores en el presente, como los de la parlamentaria Nora Soruco, de políticos como Roger Ortiz Mercado, Jerjes Justiniano, Tany Menacho y Carlos Hugo Molina, de escritores como Homero Carballo, de artistas como Piraí Vaca, de cineastas como Rodrigo Bellot o de periodistas como Fredy Morales. Por el contrario, candidatos presidenciales como Jorge Quiroga Ramírez deben explicar por qué propician a candidatos que atentan a la unidad nacional, como Roberto Ruiz Vas Werner en Tarija, en tanto Samuel Doria Medina, debe preguntar a su candidato vicepresidencial, Carlos Dabdou, si continúa planteando la «nación camba», disgregadora de Bolivia.

La lucha por la unidad nacional exige diferenciarse de fundamentalismo indigenista, como el que propició Alvaro García Linera, candidato vicepresidencial del MAS, de Evo Morales, quien, felizmente, ha cambiado de discurso, y que servía, como anillo al dedo a los separatistas del oriente. Para abrir los libros en defensa de la unidad nacional nadie tiene que pedir permiso a nadie. Todo ciudadano que ama a su Patria debe hacerlo por iniciativa propia, con quienes comparten su patriotismo. Hoy, como nunca, adquiere validez, esta trascendental reflexión de José de San Martín: «Cuando la Patria está en peligro todo está permitido, menos el no defenderla».