La popularidad y el carisma alcanzado por el saliente presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador se basó en representar para el imaginario popular políticas y actitudes distintas, distantes, diferenciadas de la de los anteriores gobiernos neoliberales y su legado de saqueo y corrupción. Buscó darle sustento a su perfil progresista presentando una perspectiva crítica y emancipatoria en el terreno educativo y cultural, un perfil descolonizador en la historia.
Andrés Manuel López Obrador, AMLO, llegó al poder el 1 de diciembre de 2018 con un ambicioso proyecto de izquierda bautizado la Cuarta Transformación, que -como la Independencia, la Reforma, y la Revolución de 1910- prometía renovar los cimientos de la sociedad mexicana. Cuarta Transformación significa poner en primer lugar a la población más rezagada y hacer efectivo el derecho a la protección de la salud, y forjar un nuevo federalismo como expresión de rechazo al poder absoluto del Estado, sino también toda la discusión política antineoliberal.
El obradorismo constituye un parteaguas en la historia política reciente, en especial por la relación que conquistó con el movimiento obrero y de masas y sus organizaciones. En torno a la figura del caudillo y un discurso que remite siempre al “pueblo”, se constituyó un movimiento de base popular que aglutinó expectativas e ilusiones de amplios sectores sociales, en relación directa con el mandatario.
En el contexto de la proclamada «cuarta transformación» de México, el discurso tiende a expandir programas sociales desde la burocracia estatal y a la vez negar la existencia de la izquierda, ya sea como posición político-ideológica en abstracto o como encarnación en grupos y movimientos que ostenten cierto grado de autonomía y radicalidad.
Su sexto y último informe de gobierno, extenso, ratificó la continuidad del capitalismo monopolista de Estado y sus políticas –que han facilitado la obtención de normes ganancias a la clases capitalista- con la llegada de Claudia Sheinbaum. López Obrador quería dejar claro en el imaginario popular su legado para la historia de México y para la construcción de una tradición progresista en el país. El discurso tuvo mucho de despedida, aunque dejó abierto a la especulación cual será el lugar que ocupará en el futuro ordenamiento de su partido, Morena.
Los cambios aprobados por el parlamento casi al final del sexenio incluyen la votación popular de la totalidad de los magistrados federales e incluso la elección directa de los integrantes de la Corte Suprema. Entre 2025 y 2027 se elegirán alrededor de 1600 jueces que dejarán de ser propuestos por el presidente y confirmados por el Senado. De esa manera, México será el primer país en el mundo cuyos jueces supremos deberán ser electos por el pueblo, situación que ha puesto irascibles a quienes continúan utilizado los tribunales para garantizar los privilegios corporativos de las derechas regionales.
El contexto internacional era de guerra en Ucrania y genocidio contra el pueblo palestino, pero cabe recordar que el gobierno mexicano mantuvo relaciones con los criminales sionistas de Israel y una demasiado tibia condena a la guerra en Ucrania.
El antropólogo Roger Bartra, en su libro Regreso a la jaula, hace una radiografía ideológica de la 4T, a la que considera parte de una restauración del anterior régimen del nacionalismo autoritario priista de los años 70 y 80. la izquierda dentro de la 4T es verdaderamente marginal. Lo que realmente domina en el espacio gubernamental de AMLO es la derecha. Es una derecha populista, no es la izquierda, señala.
Añade que López Obrador ha inventado un pasado que lo ve todo en términos de la expresión de una grandeza del mexicano proyectada en las diferentes etapas, sólo que a esa visión grandilocuente nacionalista revolucionaria, le agregó una moralina cristiana, un añadido peculiar en la tradición nacionalista revolucionaria mexicana, que es profundamente laica. Abandona esa parte de la tradición y le imprime una dimensión cristianoide no muy precisa, un halo religioso a su nacionalismo revolucionario.
Sus críticos hablan de una mayor precarización en la educación y la baja presupuestal, de un perfil descolonizador en la historia, además de asumir, como si fueran parte de su genealogía, las gestas obreras y sociales de las décadas previas, lo que sirvió para generar una pasivización relativa de la lucha de clases, aunque no impidió importantes procesos de resistencia, antes, durante y después de la pandemia.
Esta hegemonía lopezobradorista tuvo su aliciente en la marcada debilidad de la oposición derechista que data desde la crisis orgánica abierta en 2014, que terminó pulverizando el peso institucional y electoral de los tres partidos integrantes del entonces llamado Pacto por México, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) el PAN y el Partido de la Revolución Democrática (PRD).
Esa degradación de la oposición le permite a Morena a contar con una mayoría calificada en la Cámara de Diputados y estar a un escaño de ello en el Senado, em una reconfiguración del régimen de partidos que comenzó en 2018, pero tuvo su broche final en la derrota estrepitosa de la coalición opositora en la elecciones.
La construcción hegemónica del obradorismo sirvió para avanzar en una mayor concentración del poder político y en imponer su agenda legislativa, ampliando –para analistas opositores- los rasgos bonapartistas que se expresan en el peso que adquirió la figura presidencial y las fuerzas armadas, en tanto que reformas como la judicial combinan la elección popular de los jueces con la propuesta reaccionaria de “jueces sin rostro”.
López Obrador no puso en cuestión el orden social y económico del capitalismo dependiente, pese al apoyo social y electoral masivo. Si bien sus gestos y políticas generaron malestar en sectores patronales y en Estados Unidos, el obradorismo ha preservado las ganancias de los grandes empresarios y ampliado las oportunidades para las empresas trasnacionales en áreas fundamentales, aún en aquellas donde se mantiene la rectoría estatal.
Asimismo, logró encolumnar a la mayoría de las organizaciones y las conducciones sindicales burocráticas, incluyendo a muchas que vienen de una larga tradición priista, y ahora Morena ocupa en apenas 6 años el sitio que ocupó el priismo respecto a los grandes sindicatos, basado en las expectativas y aspiraciones de la clase trabajadora, y sus ilusiones en el accionar de la 4T. Es lo que Antonio Gramsci llamó “transformismo”, la cooptación y el pase a las filas del oficialismo de dirigentes obreros, campesinos, indígenas y de izquierda.
Una clave de lectura del actual momento de composición y recomposición política del campo de las izquierdas, negadas pero existentes, es la subyacente tensión entre un proyecto hegemónico que pretende convencer y fagocitar y unas instancias autónomas que se resisten a ser asimiladas.
Toda hegemonía tiene límites, sobre todo cuando Estados Unidos, de quien depende en gran medida el auge inversor sediento de las ventajas del nearshoring atraviesa un proceso de decadencia hegemónica y está más que sujeta a los vaivenes de la economía internacional, las convulsiones geopolíticas y sus disputas con el gigante chino.
El carácter moderado que asumieron durante el sexenio las políticas obradoristas estuvo marcado por los propios límites impuestos por la realidad del capitalismo dependiente mexicano y la inserción del país en una integración cada vez más subordinada a Estados Unidos. Ejemplo de ello fue la precarización laboral, una “marca de fábrica” heredada del neoliberalismo por los progresismos de nuestro continente. Lo mismo se puede decir del extractivismo y el desarrollo de megaproyectos que constituyen un proceso de acumulación por desposesión y que se articula con la necesidad de los grandes capitales de buscar nuevos espacios de acumulación capitalista.
Asimismo, con López Obrador avanzó el rol preponderante de las fuerzas armadas en funciones de competencia civil, las cuales ofrecen grandes beneficios económicos y amplían su influencia. Y, bajo esa política, el crimen de estado de Ayotzinapa no iba a ser resuelto y las fuerzas armadas resultaron, como hasta ahora, absueltas de ello.
El Congreso de México aprobó la última semana una reforma constitucional relativa al ordenamiento judicial, que supone un cambio radical no solo para el vecino de los Estados Unidos, sino para toda América Latina, donde los poderes judiciales se han constituido en una línea de defensa acérrima de los grupos concentrados, las oligarquías domésticas y los intereses de Washington en la región.
López Obrador terminó su mandato con más de un 60% de aprobación. Eso le permitió a Claudia Sheinbaum conquistar la presidencia con más votos que los que él obtuvo seis años atrás y con el desafío de lograr sumar a la movimientos sociales para lograr la verdadera transformación de México.
Fuente: https://estrategia.la/?na=v&nk=723-cb59a40de2&id=4
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