Podemos decir que la fiesta y la revuelta son pilares fundamentales de la tradición dinámica, dialéctica y renovada de la nación aimara. Awti Pacha (época seca) y Jallu Pacha (época de lluvia) definen a la fiesta que se inscribe dentro del sistema climatológico, económico y ritual, principalmente agrícola. Por su parte, desde la invasión española, […]
Podemos decir que la fiesta y la revuelta son pilares fundamentales de la tradición dinámica, dialéctica y renovada de la nación aimara. Awti Pacha (época seca) y Jallu Pacha (época de lluvia) definen a la fiesta que se inscribe dentro del sistema climatológico, económico y ritual, principalmente agrícola. Por su parte, desde la invasión española, la revuelta expresa la tradición de lucha permanente y cíclica de esta nación ante la opresión de cualquier tipo y en cualquier coyuntura histórica.
La revuelta aimara se caracteriza por el empleo de la táctica del asedio. El cerco a los centros de poder político y cultural en manos de una pequeña minoría de colonos -antiguos y contemporáneos- constituye un método particularmente andino. El fuego de las antorchas, los bloqueos de rutas, el griterío de las multitudes, el sonido ronco de los pututus y, muchas veces, hondas y fusiles hicieron morder el polvo de la derrota a poderosos ejércitos convencionales.
Escribimos estas líneas, en primer lugar, para rendir homenaje a todos quienes participaron en esta movilización durante el mes de diciembre de 1979. En segundo lugar, porque esta movilización campesina -la más importante desde 1952- ha pasado, como siempre, por la falsificación histórica y la manipulación de los medios de comunicación al servicio de las clases dominantes durante el conflicto.
¿Qué sucedió en diciembre de 1979?
El gobierno de L. Gueiler devaluó el peso boliviano de 20 a 25 pesos bolivianos por un dólar americano. Esta medida fue acompañada de otras, a saber:
– La elevación del precio del transporte público y privado.
– El incremento de sueldos a los sectores asalariados.
– El congelamiento de precios de productos agrícolas.
Como puede apreciarse, estas medidas afectaban principalmente la economía campesina. Se incrementaron los precios de productos que el campesino compra de comerciantes de las ciudades como kerosene, panes, fideos, fósforos y otros productos de primera necesidad.
Las reacciones en las ciudades
La Central Obrera Boliviana (COB) intentó negociar con el gobierno la derogación de los decretos y propuso, sin éxito, otro programa económico. La mayoría de los partidos de » izquierda » y » derecha » se mostraron dispuestos a negociar ante el » fantasma de golpe de Estado «. En efecto, estaba fresco el recuerdo de la efímera y sangrienta aventura golpista del Coronel Natusch a principios del mes de noviembre del mismo año.
En este contexto, la dirigencia de la COB presionó a su similar Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB) para frenar la movilización campesina. Sin embargo, el pueblo aimara vanguardizado por el campesinado, aquél que sufre todas las humillaciones, se levantó pese a todo de una manera sorprendente. Durante 19 días el país entero, en particular el altiplano, se paralizó a causa de los bloqueos de caminos.
¿Cómo fue la reacción en el campo?
Comenzó espontáneamente en las ferias que forman circuitos económicos de intercambio entre comunidades vecinas, entre pueblos de diversos pisos ecológicos y con comerciantes que vienen de las ciudades.
Una vez publicadas las medidas económicas gubernamentales, los transportistas fueron los primeros en incrementar los precios de los pasajes y los fletes. Esa fue » la chispa que incendió la pradera «. Los campesinos protestaron airadamente, se organizaron y procedieron al bloqueo de caminos y vías férreas. Cercaron y asediaron ciudades y pueblos importantes como La Paz, Oruro, Caracollo, Potosí, Sorata y varias poblaciones de los Yungas.
Las comunidades aimaras se organizaron en Comités de Huelga y Estados Mayores, verdaderos órganos de poder dual surgidos de las bases y controlados por ellas mismas. En pocos días quedaron desabastecidos los mercados de las ciudades ocasionando así pánico, hambruna y un sentimiento anti-indio.
El Estado contra la movilización
Ante la gravedad de la situación, el Estado y sus » aparatos ideológicos » tuvieron una actuación paternalista en principio y luego abiertamente anti-india.
De la misma manera, la COB » ordenó » a los campesinos levantar los bloqueos, puesto que, según la dirigencia del ente matriz de los trabajadores, la alta dirigencia sindical obrera era la única autorizada a dirigir cualquier movilización.
Luego, ante la negativa de los sindicatos de base y comités de huelga campesinos a obedecer a sus organizaciones matrices urbanas, el tono del discurso cambió.
Esta vez, varios dirigentes obreros e incluso de la CSUTCB acusaron, sin pruebas, a quienes mantenían los bloqueos de » fascistas, banzeristas, putchistas, anarquistas «, etc. Adjetivos que hacían coro a la derecha. Estos últimos, fieles a sus orígenes criollos, intentaron desprestigiar a los campesinos a quienes acusaron de ser » alcohólicos, ignorantes, salvajes… «. Por ejemplo, en los barrios residenciales de la ciudad de La Paz se organizaron » comités de auto-defensa » para protegerse del asedio campesino aimara. Los reportes de prensa de la época reflejan el temor de las clases dominantes ante este nuevo cerco. Diríamos que el subconsciente urbano criollo todavía mantiene el recuerdo del cerco a La Paz comandado por Tupac Katari y Bartolina Sisa en 1781.
Pero la realidad fue más dura que la palabrería. La movilización continuó. De esta manera, una vez más el pueblo aimara advirtió a quienes pretendían representarlo (politiqueros urbanos, onegeístas, misioneros, » cientistas sociales «, etc.) a que no intenten manipularlo ni considerarlos menores de edad. La movilización concluyó al cabo de 19 días.
Sea este un pequeño y modesto homenaje a los Comités de Huelga, a los sindicatos de bases, a las autoridades tradicionales, al glorioso » Estado Mayor Campesino de Oruro «, a los hombres, mujeres y niños que generosamente se sacrificaron, día y noche, vigilando los bloqueos. El bloqueo de caminos de diciembre de 1979, hizo temblar los cimientos de Estado boliviano de la época. Los resultados los vemos ahora.
Roberto Fernández Erquicia es Sociólogo.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.