En las últimas dos semanas y previo al segundo debate, que se llevará a cabo el próximo domingo 20 de mayo, los principales candidatos presidenciales estuvieron en el programa Tercer Grado de Televisa, con Leopoldo Gómez, vicepresidente de Noticieros Televisa y los periodistas Denise Maerker, Carlos Loret, Joaquín López-Dóriga, Leo Zuckermann, Raymundo Riva Palacio y […]
En las últimas dos semanas y previo al segundo debate, que se llevará a cabo el próximo domingo 20 de mayo, los principales candidatos presidenciales estuvieron en el programa Tercer Grado de Televisa, con Leopoldo Gómez, vicepresidente de Noticieros Televisa y los periodistas Denise Maerker, Carlos Loret, Joaquín López-Dóriga, Leo Zuckermann, Raymundo Riva Palacio y René Delgado. Pareciera que seis años son mucho tiempo. Televisa ya no es aquella poderosa televisora que vendía entre sus espacios publicitarios una telenovela presidencial. Las preguntas fueron críticas, algunas ríspidas, sí, pero así fueron para todos. Tuvieron que caer en desgracia para empezar a hacer un periodismo medianamente decente.
Andrés Manuel López Obrador
El tono de los entrevistadores con López Obrador lo resumió Leopoldo Gómez al empezar la emisión: «Las preguntas iniciales de los panelistas [en el mismo programa, hace seis años en la elección presidencial de 2012] giraron en torno a qué haría usted si perdía […], seis años después la pregunta ahora es muy distinta: ¿Qué va a hacer usted si gana?» Efectivamente, en una parte de la élite, en este caso, la élite de los comunicadores, en el trato se percibe la cautela, como si dijeran: ‘Incluso aunque no quiera, esta vez el gobierno lo va a tener que dejar ganar’. Mejor un trato con respeto, solo por si las dudas de que estemos hablando con el próximo presidente. Vamos, incluso López-Dóriga mantuvo ‘su mano tendida’ en son de paz…
Como en otros momentos, López Obrador comparó su política de gobierno con aquella del presidente Juárez (liberalismo del s. XIX), aunque con una diferencia: «Así como Juárez separó al Estado de la Iglesia, […] lo que ahora se necesita es separar al poder económico del poder político». Recordemos que desde hace algunas semanas se hablaba de que un grupo de empresarios -empecinados, como desde hace 12 años, en la guerra de propaganda- ahora habría buscado una negociación entre Ricardo Anaya y el PRI para bajar como puntero en las encuestas a López Obrador.
Aunque el candidato asegure que habrá independencia entre el ejecutivo y el poder judicial para cualquier funcionario que cometa actos de corrupción, fue lamentable su explicación sobre el por qué incluyó a la campaña como su principal asesor -y quien sería próximo jefe de gabinete- al empresario Alfonso Romo. Apenas a finales de febrero la periodista Mary Anastasia O’Grady había ‘recordado’ en The Wall Street Journal la «turbia historia de negocios» del empresario.
Recordemos que Azucena Uresti entrevistó en Milenio Noticias a Alfonso Romo la semana pasada, el 7 de mayo, en donde respondió a la alusión que hizo de él Ricardo Anaya en el primer debate: «En ese libro que él menciona [López Obrador no] me acusó de corrupto. Yo le voy a proponer, con mucho respeto a [Ricardo Anaya]: que si Andrés Manuel en ese libro dijo que yo era corrupto, yo renuncio a la campaña de Andrés Manuel; pero [si no], que él renuncie».
En el programa, Carlos Loret de Mola le hizo a López Obrador la pregunta expresa. He aquí la transcripción:
CLM: Usted habló muy duro de [Alfonso Romo] en uno de sus libros…
AMLO: Sí, sí claro.
CLM: …lo tachó de corrupto.
AMLO: Claro, claro.
CLM: ¿Ya no es corrupto?
AMLO: No. […]
En el mismo tenor, López Obrador se enredó con la inclusión a la campaña de René Fujiwara y Fernando González Sánchez, nieto y yerno respectivamente, ambos operadores políticos de la ex líder sindical, caída en desgracia en este sexenio, Elba Esther Gordillo.
En retrospectiva, ¡qué falta le hará ahora el apoyo de «la Maestra» a Peña Nieto, cuyo gobierno, afirma Leo Zuckermann, se está robando ‘hasta los lápices’!
Importante mencionar que López Obrador no propone de inicio hacer reformas a la Constitución (energética, educativa o de otro tipo), sino una revisión en la primera parte del sexenio y solo a partir del tercer año proponer un nuevo marco jurídico, cuando quizá podría tener más fuerza en el Congreso.
En los últimos minutos López Obrador respondió: No habrá expropiaciones. Precios mínimos garantizados para la producción agroalimentaria (maíz, frijol y arroz); así como autosuficiencia en este ámbito, en el sentido de que hay que dejar de importar dichos productos subsidiados por Estados Unidos.
Para finalizar, López Obrador expresó que ‘preferiría’ que la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA) se diera después de la elección, ante la debilidad en la que se encuentra el gobierno mexicano en este momento para obtener un acuerdo favorable. Qué bien que todavía alguien se atreva a denunciar las ‘nuevas ropas del rey’ con las que Peña Nieto fue obligado a sentarse en la mesa de negociaciones.
Ricardo Anaya
Anaya es un candidato que presenta sus ideas con claridad, de manera ordenada. Así expone el planteamiento general: «Esta es una elección en la que se trata fundamentalmente de responder dos preguntas. La primera pregunta es: ¿Continuidad o cambio? La inmensa mayoría de la gente ya tomó esa decisión. El 85% de la gente dice ‘No quiero que siga gobernando el PRI’ y sobran razones: escándalos de corrupción, pobreza, violencia, desigualdad, sobreendeudamiento […]. La gente dice: ‘El PRI se tiene que ir, queremos un cambio’. La segunda pregunta es ¿Qué tipo de cambio queremos?» Efectivamente, el debilitamiento del PRI, tanto por sus políticas de gobierno como por los escándalos de todo tipo, hace que su continuidad en el poder sea prácticamente insostenible.
El candidato habló sobre la coalición con el PRD, con el que se acordó un programa de gobierno, registrado ante el INE (Instituto Nacional Electoral), que contiene la política que se implementaría durante el sexenio en materia fiscal, energética, etc. Dicho convenio de coalición obliga a que el próximo jefe de gabinete sea de un partido distinto (es decir, se propondría a Miguel Ángel Mancera o a Dante Delgado) y tendría que ser votado por el Congreso. Esto se hace, por supuesto, con la idea de formar mayorías legislativas y evitar una parálisis promovida por la oposición. Ante los cuestionamientos, no quedó claro cómo este gobierno de coalición no terminaría con una implementación parecida a la del Pacto por México, firmado por los mismos partidos de dicha coalición con el PRI a finales de 2012, del cual surgieron las reformas constitucionales que promovió el gobierno de Peña Nieto y de las que ahora Anaya se deslinda.
Se refirió también a la fuerza electoral de su coalición, en 16 de las 32 entidades federativas (12 gobernadas por el PAN, 4 por el PRD), entre ellas la Ciudad de México, Veracruz y Puebla, que reúnen a más de 18 millones de posibles votantes. El PRI tiene 14 gubernaturas, entre ellas el Estado de México y Jalisco, que reúnen a más de 17 millones de posibles votantes. Recordemos que Peña Nieto gana las elecciones de 2012 con más de 19 millones de votos.
En materia de seguridad, habló de «replantear la relación» con Estados Unidos, sin profundizar en absoluto sobre el tema: «Sí, todo el día se quejan ellos de la migración indocumentada, pero no mueven un dedo para evitar que cada año entren a México más o menos 200 mil armas de manera ilegal».
Anaya rechaza la idea de reunirse o llegar a un acuerdo con el candidato del PRI. Sobre su relación con el presidente Peña Nieto, después de que éste utilizara a la PGR (Procuraduría General de la República) en su contra para tratar de bajar su candidatura: «Por supuesto que yo no tendría absolutamente ningún interés -dudo mucho que [Peña Nieto] lo tenga-, de sentarme con él a hacer una negociación para este proceso electoral, y menos después de la persecución de la que yo he sido objeto de ese gobierno. […] Lo que he dicho es que va a haber una fiscalía autónoma, independiente, que va a investigar y que quien haya cometido un acto de corrupción va a pagar las consecuencias, se trate de quien se trate». Me parece que a Peña Nieto y a todo el mundo le queda bastante claro.
José Antonio Meade
Ah sí, Meade… Bueno, a él se le olvidó el nombre de su libro, a una semana de que se anunciara su publicación: «Sí [lo escribí yo], lo único que no escribí yo es el título». ‘Candidato, ayúdenos a ayudarlo’, claman los editores. En el libro, de cuyo nombre no quiere acordarse, compartirá su perspectiva del modelo «neoliberal», como lo llamó abiertamente Leo Zuckermann:
JAM: [Pero] no hay que ponerle etiqueta al modelo [económico].
LZ: ¿Por qué no? [..] Yo sí soy neoliberal, ¿cuál es el problema? […] ¿Usted no lo es?
JAM: Sí. […]
Lamentable su obsesión con López Obrador, su amenaza de desestabilización y la comparación con Venezuela, con el argumento de que es perjudicial el control de precios en sectores estratégicos por parte del estado.
Habla un «ciudadano», funcionario importantísimo de las dos administraciones pasadas (una panista, otra priísta), que rechaza ser parte de la continuidad y a la vez, rechaza que deba haber un cambio en la política económica. Vamos, alguien que admitiera tener un síndrome de múltiples personalidades políticas tendría más posibilidades de ganar la elección.
De norte a sur
Varias voces han alertado ya desde hace tiempo sobre el desastre ecológico de Xochimilco, al sur de la Ciudad de México, en donde se habla de la pérdida de hasta un 70% del suelo de conservación de la zona, a causa de varios factores de gravedad. Xochimilco es solo una cara de la moneda. La otra es Texcoco y la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, un negocio altamente codiciado desde la administración de Vicente Fox en 2002, reactivado por la administración actual en 2013, con varios episodios turbios que pasarán a nuestra historia, entre ellos la represión al pueblo de San Salvador Atenco en 2006, con Peña Nieto todavía como gobernador del Estado de México. Hoy en día, una política progresista radical pasa por devolverle su naturaleza lacustre a la región del Valle de México, que sus habitantes conozcan su historia, que aprendan a respetar, integrar y convivir con el ecosistema de valles, lagos, flora y fauna originarios. Es su destino, una responsabilidad que debemos asumir todos.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.