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Los desafíos de la pandemia

Fuentes: FRAGUA

Educación en casa

Ante la presencia de un nuevo virus y su llegada a México surgen una serie de problemáticas como, por ejemplo, una población joven con diversos problemas de salud y una gran inequidad social y económica que deja ver una terrible desigualdad cuando de educar a nuestros hijos en casa se trata, sobre todo de jardín de niños y primaria, primero porque la mayoría de las madres son trabajadoras, segundo porque históricamente la educación de tarea académica y familiar recae sobre la madre, quien muchas veces es responsable del hogar y del sustento del mismo, como lo deja ver el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) en su conteo de 2017, que nos informa que 34.1 millones de mujeres son proveedoras del hogar, el equivalente a 28.5 de la población.

En la segunda quincena de marzo las autoridades gubernamentales deciden suspender las clases por la contingencia sanitaria. Mediante diversos medios de comunicación masiva, el secretario de Educación Pública informa las nuevas reglas extraordinarias: los alumnos deberán recibir clases en sus hogares, las guías se harán llegar a través de correo electrónico o whatssap, así los niños no perderán el año escolar. Para quien no tenga acceso a estos medios, queda la televisión abierta.

Esta decisión lleva al incremento de la ocupación de las madres, pues a la que se le garantizó el derecho de trabajar desde casa con el sistema home office, tendrá que enseñar a los hijos en un horario y espacio adecuado independientemente de su actividad económica, pero ¿qué sucede con aquella madre a la que se le incrementa el trabajo? Veamos ahora algunas historias de vida de unas de las tantas familias que padecen la educación a distancia.

Mercedes, madre de un hijo y empleada del hogar, actividad que realizaba mientras dejaba en la escuela de tiempo completo a su pequeño de ocho años, ahora tiene de otra más que llevarlo al trabajo y, cuando regresan a casa, el niño no sólo está cansado, sino también molesto de que se le haya asignado una cantidad de tarea que ni en la escuela realizaba y su mamá no siempre puede disipar sus dudas. Por otro lado, Adriana, madre de dos niñas, tuvo que crear una forma de trabajar desde casa vendiendo algún producto, pero la atención a los clientes y el surtido de su mercancía no le permite sentarse con su pequeña de siete años a estudiar y solicita a su hermana mayor (de 13 años) que la acompañe a ver las clases en la televisión porque no tienen computadora. Así, ambas terminan molestas, pues después de un video y algunas preguntas hechas de manera muy rápida, no entienden y optan por no hacer las actividades.

Otro caso es el de Alma, que tiene la fortuna de mantener su trabajo y realiza desde casa sus actividades, tiene acceso a internet y cuenta con computadora, pero no tiene ni tiempo ni oportunidad de sentarse con su pequeña de 10 años a estudiar, pues su jefe envía constantemente trabajo, como si debiera estar sentada frente a la computadora los siete días de la semana las 24 horas del día. Además, está Angelita, una pequeña de nueve años que tiene a su papá, quien trabaja de manera informal, y su mamá, que esta con ella todo el día, pero es analfabeta (forma parte de 5.5% de la población en el país que no sabe leer ni escribir), ¿cómo podrá asesorar a la niña en sus dudas escolares?

Lety afortunadamente tiene trabajo y comparte con su esposo la responsabilidad de crianza y educación de su pequeña hija de nueve años, que asiste a una escuela privada. Al parecer no tienen grandes problemas en el asesoramiento escolar, la maestra está en constante comunicación con ambos y resuelven dudas, el problema surge con la enseñanza del inglés, pues no conocen bien la estructura de otro idioma. Otro caso no muy favorecedor se da en la casa de Salomé, quien se quedó desempleada. Allí hay tres estudiantes y un paquete de internet que falla en todo momento, así que deciden turnarse por tiempos para sacar y enviar avances de las tareas. Caso similar vive Wendy, que cuenta con el apoyo de su esposo, ambos son profesores a nivel básico y tienen la educación y la preparación para impartir el conocimiento, pero trabajar desde casa implica no sólo atender las necesidades de la misma, sino atender a sus dos hijos y a sus grupos de alumnos respectivamente, todo esto desde un mismo dispositivo de comunicación electrónica, pues ni la Secretaría de Educación Pública (SEP) ni el gobierno en ninguna de sus representaciones les proveyó de computadora, impresora, internet o servicio de energía eléctrica.

Dicho de otro modo, padres de familia, maestros y alumnos sacan adelante la educación de los estudiantes con sus propios medios, carencias, saberes e ignorancias a cuestas, las autoridades educativas informan que ningún niño será reprobado y esa es una buena medida en lo inmediato, porque de no ser así, parecería que se calificaría la pobreza o riqueza de la gente del pueblo, pero ¿qué pasará a futuro? ¿Con qué carencias de conocimiento llegarán los niños al siguiente ciclo escolar? Las diferencias sociales y económicas se harán más evidentes cuando se retomen las clases y los rezagos se harán más grandes, de tal manera que esta pandemia en México está mostrando a todas luces la gran desigualdad económica, social y cultural que existe en el pueblo, que no todas las personas tienen las mismas oportunidades para acceder a una vida digna.

Por eso hoy más que nunca debemos exigir una serie de cambios en la educación de nuestros hijos, en los contenidos, en el personal asignado a la educación por número de alumnos, en el tiempo efectivo dentro del plantel, todo de acuerdo con las necesidades no sólo de los alumnos, sino de su entorno social y económico, con la creación de un nuevo programa que sirva para comprender, analizar y cuestionar su entorno inmediato, y no con un programa de memorización y estudio obligatorio del inglés y la computación en lugares donde no se tiene acceso no sólo a la energía eléctrica, sino al servicio de internet y a un dispositivo computacional, porque las autoridades se deslindan de realizar políticas públicas que permitan a la mayoría de sus ciudadanos acceder a estos servicios como un derecho y no como un privilegio.

Por ello nosotros, como Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP), te invitamos a conocer nuestro Programa Mínimo de Lucha, a debatirlo y analizarlo para luchar por las soluciones a las necesidades de nuestra clase, luchando no solo por mejor educación, sino por un mejor modo de vida para todos y no para unos cuantos.

NOTA: Este artículo fue publicado como parte de la sección de Trabajo del No. 55 de FRAGUA, órgano de prensa de la Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP), julio, 2020.