El presidente argentino vuelve a las mieles del apoyo cerrado del poder económico, e insulta a variados sectores en tanto prosigue la protesta social y sus potenciales adversarios oscilan entre la dispersión y un duradero desconcierto. Las instancias electorales en curso interesan a pocos.
El denuesto elevado a sistema.
Javier Milei volvió a aplicar en estos días la receta de ocupar el centro del escenario público así sea llenándolo de basura. La cantidad de injurias y epítetos lanzados sobre quienes considera sus adversarios alcanzó cotas altas aún para sus niveles habituales.
Lo hizo en un foro de empresarios. Y la respuesta del público representativo del poder económico consistió en aplausos, risas y gestos de asentimiento. El presidente les ofrece una drástica reforma laboral y previsional; una modificación tributaria regresiva, desregulaciones y privatizaciones crecientes en el conjunto de la actividad económica.
Suele haber observadores que ofrecen la interpretación de que las “anteojeras ideológicas” del neoliberalismo impiden a sectores empresarios la percepción de sus verdaderos intereses. No es así, más bien privilegian una mirada estratégica en lugar de la defensa punto por punto de sus ganancias inmediatas. Una visión de plazo más extendido y con cierta consideración sobre el beneficio general de la clase capitalista.
El carácter estratégico y la proyección de largo plazo de esas mejoras hacen que el grueso de la gran empresa esté dispuesta incluso a pasar por alto perjuicios derivados del tipo de cambio desfavorable para las exportaciones o la apertura económica que estimula a la competencia importada. Lo que ellos consideran decisivo es el avance en la batalla del capital contra el trabajo.
Así como el alejamiento del Estado de acciones e inversiones que consideran desfavorables para la “iniciativa privada. O inconducentes a la hora de facilitar decisiones de inversión en el país por parte de socios extranjeros. Un gobierno dispuesto a poner el aparato estatal al entero servicio del gran capital convierte en realidad sus mejores sueños.
La comunión de la clase dominante con el Jefe de Estado continúa rampante. Nada les importa de las instituciones parlamentarias o de la convivencia democrática. Milei, sabedor del respaldo con que cuenta no ha sido sujeto de un estallido espontáneo. Sus imprecaciones fueron un regreso a la palestra facilitado al salir airoso de la obtención del auxilio del Fondo Monetario Internacional y la salida parcial del “cepo”. El dólar no se fue a 1400 y canta victoria.
Los “libertarios” aún tienen aire.
Entre los “activos” del gobierno se encuentra el de la disminución de la inflación, puesto en tela de juicio por el aumento en el mes de marzo. Otro es el encanto perverso que conserva Milei como adalid del enojo contra todo lo existente, de una supuesta “sinceridad” hecha de gestos brutales y del rechazo a las elites que han destrozado al país.
Con una mirada sesgada que no sólo exime de culpas a los grandes capitalistas sino que los enaltece como “héroes”.
Deben tomarse en cuenta ciertas ambigüedades de la situación actual de les trabajadores, en especial en el terreno de los ingresos. El gobierno ha producido aumentos que han dejado fuera de cualquier depreciación a la Asignación Universal por Hijo (A.U.H).
Merced a mayor cantidad de horas trabajadas, parte de los trabajadores formales han tenido aumentos en sus ingresos. La prolongación de la jornada de trabajo y el pluriempleo son fenómenos en crecimiento. Y mientras tanto no ha aumentado el desempleo.
La construcción de un ámbito social individualista, con sujetos recluidos en un micromundo aislado, receloso y propenso a la reacción hostil contra cualquier “otredad” contribuye al clima de época favorable al “mileísmo”.
La ilusión del bienestar egoísta, incluso asentada sobre el sacrificio temporal en aras del progreso futuro tiene fecha de vencimiento si no se la acompaña con alguna mejora de la situación.
El gobierno “vende” la ilusión del retorno al sendero descendente de la inflación, la mejora de los salarios, el aumento del consumo, la recuperación económica, Le queda un tiempo más para el test frente a la realidad, que desmiente buena parte de sus asertos.
La protesta en la calle.
La marcha de la Confederación General del Trabajo (CGT) fue multitudinaria. Estuvieron presentes una multiplicidad de sindicatos, algunos con columnas muy numerosas. Eso incluyó a gremios por lo general reticentes a movilizar a sus afiliados, como Empleados de Comercio y la Unión Personal de la Nación. También hubo sindicatos más pequeños que aportaron un número elevado de participantes en proporción a su número de adherentes.
La convocatoria dejó gusto a poco en cuanto a su resonancia sociopolítica. Fue una corta manifestación que desembocó en el Monumento al Trabajo. No interpeló al poder político con una movilización a Plaza de Mayo. Tiñó el acto de devoción hacia el papa fallecido, aún a riesgo de dejar en segundo plano los reclamos de les trabajadores.
Las corrientes combativas y clasistas estuvieron presentes, con sus propias consignas. Es valorable que Introduzcan así la escucha a una voz diferenciada, claro que aún sin un respaldo masivo que les permita ser interlocutores salientes.
La continuidad de la lucha no está garantizada. La impulsa sin embargo la no disposición negociadora del gobierno, que parece abandonar cualquier actitud tolerante hacia los sindicatos. El debilitamiento y la fragmentación de la organización sindical es otro anhelo perenne de los grandes empresarios.
Choques en las cúpulas.
Hay disputas internas en La Libertad Avanza (LLA). Se cruzan múltiples versiones de enfrentamientos. Los cerebros estratégicos que articulan la “patota digital” y las “fuerzas del cielo” forman un bando. Enfrente los “armadores” territoriales más tradicionales, encabezados por Karina Milei con la colaboración estelar de miembros de la familia Menem.
El conflicto parecíó atenuarse mientras la gestión de la LLA pasó por sus momentos más apurados. Ahora que ensaya un “relanzamiento” los desacuerdos vuelven a acercarse a la superficie.
Entretanto avanza con dificultad la creación del clima propio de un año electoral. La ciudadanía contempla con una mezcla de desinterés y desencanto los movimientos de la dirigencia política.
Las elecciones en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires son el ejemplo más a mano. 17 listas diferentes en un contexto en que lo más importante parece ser si PRO sufre o no un declive definitivo facilitado y acelerado por La Libertad Avanza.
Las encuestas de opinión presentan, como de costumbre, resultados divergentes. Sí hay cierta coincidencia en que la imagen del presidente y la perspectiva de voto a su partido han sufrido descensos. Bien lejos sin embargo de un derrumbe. Las cifras favorables al oficialismo aparecen todavía por encima del 40%.
Es difícil hacer pronósticos sobre si la fortuna o la desgracia acompañarán al gobierno en el futuro cercano. No tiene enfrente un adversario organizado y unido. El peronismo se ha vuelto endogámico, preocupado por los ajustes de poder interno sin priorizar la atención a los padecimientos de su base electoral.
El exdirigente de “La Cámpora” y actual funcionario de la provincia de Buenos Aires, Andrés “Cuervo” Larroque habló con menosprecio de “la bandita de Máximo Kirchner”. Corresponde preguntarse si no asistimos a una pelea entre “banditas” que prosiguen con el vaciamiento ideológico de una fuerza que ha perdido potencial electoral y capacidad de movilización y no parece por ahora en tren de recuperarlos.
Bastante más que ciencia ficción.
Sólo en apariencia el estreno de la serie El Eternauta ante millones de espectadores pertenece a un campo distinto al de la política. Estuvo sin duda entre los sucesos políticos de la última semana.
Quizás su éxito obedezca a que sigue siendo atractiva una saga en torno a la resistencia de varones y mujeres “de a pie” contra enemigos poderosísimos. Sujetos capaces de emprender una lucha que parece desesperada. Y llevarla adelante con todo en contra hasta provocar el retroceso de sus adversarios pese a la desproporción de las fuerzas en combate.
No hay allí “emprendedores” individuales sino ardua construcción de acción colectiva que supera el desaliento inicial y toma un camino que lo pone todo en riesgo en aras de una posibilidad liberadora. Tal vez sea significativo que una parte de la sociedad argentina elija, pese a todo, mirarse en ese espejo
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