Jaime Avilés, (Ciudad de México 1954), Es un periodista con mas de treinta años de carrera. Desde 1995 publica una columna política semanal en el diario mexicano La Jornada, diario en el que también ha cultivado el genero de la crónica. Como pocos periodistas conoció desde sus inicios el movimiento zapatista del cual realizo cientos […]
Jaime Avilés, (Ciudad de México 1954), Es un periodista con mas de treinta años de carrera. Desde 1995 publica una columna política semanal en el diario mexicano La Jornada, diario en el que también ha cultivado el genero de la crónica. Como pocos periodistas conoció desde sus inicios el movimiento zapatista del cual realizo cientos de reportajes. Junto a la escritora Elena Poniatowska y a la actriz Jesusa Rodríguez estuvo en la toma de investidura de Andrés Manuel López Obrador como «presidente legitimo» de México. Además de periodista ha sido activista político, escritor de teatro, novelista, actor, candidato a diputado y criador de conejos. Elena Poniatowska escribió sobre el que «en México son pocos los periodistas a la altura del polaco Kapusncinsky, uno de ellos es Jaime Avilés, de los que saben moverse en los cinturones de la pobreza y en el hacinamiento de los miserables»
Usted fue y ha sido parte del grupo de personas que mas apoyo al líder izquierdista Andrés Manuel López Obrador en su candidatura para presidente de México y en su investidura como «presidente legitimo».
¿Son estos pasos que continua llevando AMLO una rigurosa defensa de la democracia; o son pasos que podrían ser fatales para la estabilidad política mexicana?
Pertenezco a una gruesa franja de la población mexicana que piensa sinceramente que AMLO ganó las elecciones, que el gobierno de Fox le robó el triunfo, que las autoridades cometieron un escandaloso fraude electoral, que Televisa, la cadena más poderosa de habla hispana en el mundo, trató de legitimar el fraude e impuso violentamente la idea de que el ganador era Calderón. Todo lo anterior, para millones de mexicanos, constituye un golpe de Estado, incluso un especialista lo definió como «golpe de Estado ex ante», o sea, para evitar que AMLO llegara al poder, y que se diferencia de los golpes de Estado como el Pinochet contra Allende que fue dado para sacar a un gobernante del poder. Un golpe de Estado preventivo, eso fue lo que sucedió en México. En cuanto a las supuestas amenazas contra la estabilidad del país diría que, por principio de cuentas, no hay estabilidad en el país. La violencia del narcotráfico provocó más de 2 mil asesinatos el año pasado; en Oaxaca un gobernador sin respaldo popular ha causado la muerte de 23 personas, que fueron asesinadas por la policía o por pistoleros al servicio del poder, mientras muchas más están o estuvieron en la cárcel donde fueron torturadas y abusadas sexualmente, sobre todo, como siempre, las mujeres. En el estado de México una represión brutal contra campesinos llevó a la cárcel a decenas de personas que también fueron torturadas y abusadas sexualmente. En Tabasco durante las recientes elecciones la policía y el ejército secuestraron y torturaron a los representantes de la oposición. Esto no es estabilidad, esto es ingobernabilidad que se combate, o se auspicia, no con medidas políticas sino con más y más violencia de parte del gobierno usurpador. La propuesta de AMLO, por el contrario, es restaurar la legalidad, refundar las instituciones, aplicar una política económica distinta, buscar una mejor redistribución de la riqueza porque hoy por hoy en México, el 75 por ciento del dinero guardado en los bancos está concentrado en el 2.5 (dos punto cinco) por ciento de todas las cuentas de ahorros del país. Vamos hacia una verdadera catástrofe. La opción de que AMLO fuera presidente era quizá la última oportunidad para evitar el desastre. Ahora el panorama hacia el futuro cercano no puede ser más negativo.
Felipe Calderón ha cometido sin duda grandes errores en el inicio de su mandato presidencial.
¿Puede ser que estos errores solo sean en un principio época de ajustes y aprendizaje, o se vislumbra una fatalidad de sexenio con esta administración panista?.
Calderón jamás había gobernado a nadie. Hace más de 15 años estuvo al frente de un partido que todavía era pequeño, el PAN. Fue un diputado federal mediocre. En el sexenio de Fox dirigió el banco de obras públicas durante escasos 8 meses (en los que cometió una estafa por 2 mil millones de pesos en beneficio de altos cuadros del PAN: yo lo publiqué y no fui desmentido). Luego fue, también durante 8 meses, secretario de Energía y todo lo que hizo fue gestionar, por órdenes de Fox, contratos ilegales para que empresas extranjeras sacaran petróleo en el Golfo de México, mientras sus cuñados obtenían posiciones estratégicas a la sombra del gobierno. Y luego fue candidato presidencial, y ahora sin experiencia de ninguna índole en el arte de gobernar, pretende conducir un país de más de 100 millones de personas. Los gravísimos errores de sus primeros dos meses son la lógica consecuencia de la trágica improvisación que lo llevó al poder en circunstancias inaceptables. Y mientras el país se cae en pedazos debido a las injusticias, el estancamiento, la carestía, la ingobernabilidad, Calderón se limita a ofrecer mano dura, es decir, más represión para conservar el poder a toda costa, mientras en materia de política exterior pacta con España y Estados Unidos la privatización de Pemex y ante América Latina se comporta, igual que Fox, como matón de Bush. Realmente todo lo que está haciendo es patético y no augura nada bueno.
En lo que respecta al movimiento zapatista (EZLN), usted siguió este movimiento desde sus inicios. Marcos y su comandancia dieron la espalda al movimiento político que lideraba AMLO y lo llegaron a llamar «uno de los peores peligros para México»; paradójicamente la derecha mexicana afirmaba lo mismo.
¿Estos pronunciamientos del EZLN le pudieron o le pueden costar adeptos al zapatismo, considerando las similitudes de entre los simpatizantes lopezobradoristas y los del movimiento indígena chiapaneco?
Sindicatos y organizaciones de la sociedad civil, incluidos entre ellos sectores y tendencias dentro del movimiento de AMLO, están comprendiendo la necesidad de impulsar un frente común contra Calderón. Hay sindicatos que quieren a AMLO fuera de ese frente porque su estrategia es negociar con Calderón. Los zapatistas, o más bien dicho Marcos, se han colocado de espaldas a todos estos esfuerzos unitarios. Marcos ha declarado ser enemigo de toda la clase política del país. En los hechos, está fuera de la agenda política de la sociedad y, de alguna manera, traicionando a esa sociedad de la que dependió tantos años cuando pedía que la lucha pacífica hiciera inútiles las armas del EZLN. Hoy es claro que la lucha armada carece de porvenir, que las grandes transformaciones tendrán que darse por la vía pacífica y mediante la más amplia movilización social y, como bien ha dicho Guillermo Almeyra, el movimiento no necesita de líderes enmascarados ni solitarios, sino de la convergencia del mayor número de fuerzas políticas y sociales. Lo malo del caso es que Marcos ha marginado las demandas de los pueblos indios y los comandantes del EZLN, es decir, los jefes indígenas de las distintas regiones de Chipas han quedado eclipsados por él. No veo pues el riesgo de que Marcos pierda adeptos; más grave es que su enorme desprestigio continúe aislando más y más a los pueblos indios, algo que nunca supusimos que llegaríamos a ver.
Su novela «El tonto del Pueblo», narra la historia de un periodista cuarentón, que decepcionado del amor se dirige a la selva Lacandona en vísperas del levantamiento zapatista. Un libro que en Europa con las ediciones italiana y francesa se esta vendiendo bien, en México fue prácticamente pasado desapercibido, pareciendo que, la critica literaria en México dejo de existir.
¿Qué falta en México para la esta critica resucite y de espacios a sus novelistas, tanto a los que ya están establecidos como a los que apenas empiezan?
Como nadie lo dice lo digo yo: Adiós cara de trapo, mi novela sobre los años de oro de la rebelión zapatista (1994-2001) es el retrato de una época entrañable para la izquierda de México y de muchas naciones de América y Europa. En Francia ha recibido críticas elogiosas mientras en México ha sido condenado absolutamente al silencio, lo que habla de que algo tampoco está funcionando en el terreno de la información sobre la producción literaria del país. O tiene que ver sin duda con el hecho de que los medios que son cómplices de Calderón, casi todos, salvo pocas excepciones, han decretado la muerte civil para mí. No creo que tenga mucha importancia hablar más de eso. Lo que sería más interesante es que la novela fuera leída en Canadá; pienso que mucha gente de Canadá que vivió de cerca el zapatismo también se vería reflejada en ese espejo. En fin…
Christian Sida es editor del periodico hispano-canadiense La Vanguardia de Vancouver.