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Los grupos de poder en la ENAH

Fuentes: Rebelión

El gran revolucionario italiano Antonio Gramsci hacía, en aquella obra que hoy lleva el título Cuadernos de la Cárcel, un análisis de gran actualidad acerca de los intelectuales. Decía que cada grupo social que nace en el terreno de una función esencial en el mundo de la producción económica, se crea al mismo tiempo una […]

El gran revolucionario italiano Antonio Gramsci hacía, en aquella obra que hoy lleva el título Cuadernos de la Cárcel, un análisis de gran actualidad acerca de los intelectuales. Decía que cada grupo social que nace en el terreno de una función esencial en el mundo de la producción económica, se crea al mismo tiempo una o más capas de intelectuales que le dan homogeneidad y conciencia de su propia función no solo en el campo económico sino también en el social y político. En ese sentido la sociedad capitalista en México crea sus propios intelectuales que le dan homogeneidad y conciencia para profundizar, en un contexto de grandes contradicciones, las desigualdades sociales, políticas, económicas y culturales. Porque ahora el capitalismo funciona así. De la misma manera provocan e impulsan una gran exclusión laboral a quienes no poseen las mismas condiciones que las elites intelectuales. El país inmerso en una grave crisis, los intelectuales producen y reproducen las mismas miserias que las relaciones tan coercitivas, violentas y mediocres deambulan en todas las relaciones sociales en el país.

La Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) desde hace mucho tiempo vive bajo dominio de grupos de poder que muestran profundas contradicciones, y unas relaciones de poder propias de una sociedad en declive. Aunque quizá podría ser, que es un fenómeno propio de las relaciones humanas en las instituciones gubernamentales. Que parece ser que se ha profundizado hasta verse sumergido en una miseria. La Escuela funciona a través de grupos de compadrazgos que toman acuerdos para ocupar espacios de poder y de allí excluir al resto que no coincide.

Escribir mi experiencia es pertinente en un momento de crisis generaliza que se vive en México. Y sobre todo porque desde el semestre pasado, sin saberlo, había dejado de ser parte de los trabajadores de la ENAH. Y hace unos días, un grupo de intelectuales mediocres de la academia de historia ha decidido, sin siquiera avisarme, que ya no laboro más en tal institución. Al cerrarme el espacio para presentar no solo mis materias optativas sino de una materia obligatoria que daba desde hace ocho años. Esto influye también porque no formo parte de ningún grupo coercitivo. No obstante debo decir que en un periodo tuve el apoyó Claudio Vadillo para trabajar allí, debido a lo cerrado que es el espacio laboral de la ENAH. Otro argumento que escuchaba para excluirme, es que no soy un profesor «bueno» sino más bien «malo», y como ellos no lo son, no tengo el derecho de ser parte de los profesores «iluminados». Eso ha influido, entre otras cosas, para que haya quedado fuera.

Los profesores-investigadores de las de distintas carreras que se imparten en la Escuela no son ajenos a la misma problemática. Una compañera profesora de la carrera de arqueología comentaba que de un momento a otro los investigadores de la academia decidieron quitarle una materia que venía impartiendo por muchos años. Me decía que propusieron a quien le debían favores. El argumento que presentaron los integrantes de la academia para defenderse de la profesora que presentó su denuncia, fue que ellos son un órgano colegiado, y por lo tanto los que toman las decisiones. En la carrera de antropología social lejos está de diferenciarse. Me ha tocado ver algunas cosas por mi experiencia como estudiante.

Todo esto debe denunciarse y divulgarse, aunque no tenga algún efecto porque la impunidad impera en todo el país, y casi se han vuelto parte de nuestras relaciones sociales y culturales comunes. Aunque el propósito sea solo para mostrar que esos intelectuales que nos dan lecciones de «catedra», no tienen el derecho de cuestionar lo que pasa a diario en la Escuela y fuera de ella. Los intelectuales de la ENAH, legitimados por el orden social existente como grupo colegiado, no son sólo reproductores, sino que son creadores del mismo. Algunos hasta se indignan por los graves problemas que azotan en el país, pero es solo simulación. Y si fuera así, sólo pueden indignarse porque es lo único que les permite el sistema. Si van más de eso, perderían sus privilegios que gozan desde que se impusieron. Los privilegios son pocos y para pocos, y eso los obliga a pelear como auténticas fieras en busca de conservar la poca carne que le prevé el orden social. Algunos otros son, según ellos, de izquierda, y escriben para revistas de izquierda, pero no son capaces de autocriticarse ni de verse así mismos al reproducir una realidad que privilegia algunos y excluye a la mayoría de los trabajadores. Su producción intelectual izquierdizante es pura abstracción. Lo utilizan para engrosar su curriculum o para citarlo en las solapas de sus libros que publican.

En todos los espacios que se le quisiera ver las contradicciones imperan. Incluso fui parte de esa reproducción al apoyar a sujetos tan despreciables como Aarón Camacho para postularse como coordinador de historia, como también cobrar clases que a veces no las daba. Fue en el periodo en que se impuso un arqueólogo-arquitecto Alejandro Villalobos en la dirección de la ENAH. Un sujeto mediocre, que en concordancia con la ola de imposiciones que se dieron a raíz de la imposición de Felipe Calderón, se dio en momento de una descomposición social que hasta ahora sigue latente. En ese sentido, un mediocre como yo, denuncia el espacio mediocre y de mediocres en el cual laboré.

Los sujetos despreciables que deambulan por la escuela, y que trafican a través de influencias van desde personas que trabajan en la licenciatura de historia como Aarón Camacho, José Pantoja, Arturo Alonso, entre otros, hasta los que están en posgrado como Hilda Hiparraguirre. Aarón Camacho utiliza a los estudiantes y profesores para sus propios fines, y nadie dice nada o se hacen de la vista gorda. El posgrado llamado Historia Etnohistoria también funciona bajo cierto tráfico de influencias. Solo los amigos o los que se subordinan son los que pueden acceder a los espacios del posgrado. Estudiantes para poder ingresar, se tiene que subordinar al investigador, e insertar su proyecto a la línea de investigación y hacer toda la labor para caerle bien al «doctor», y así sea aceptado. La corrupción se ha naturalizado en la Escuela en diferentes niveles y aspectos.

El acoso sexual, otro elemento del que se debe mencionar, se ha vuelto común. La práctica de acoso deviene de los intelectuales profesores-investigadores de tiempo completo y de otros que están bajo contrato denominado hora-semana-mes. Una práctica que es muy vieja en la ENAH, y que por comentarios de las propias compañeras estudiantes y profesoras, han demostrado que es algo tan practicado y naturalizado. Los investigadores de «izquierda» y de «derecha» lo practican por igual. Dejo fuera algunos nombres para no herir sentimientos. Esto involucra a muchos individuos, algunos de los cuales se creen revolucionarios y en la práctica son reaccionarios y conservadores. Algunas estudiantes han denunciado el acoso, algunas otras lo aceptan y lo reproducen. Pero no ha tenido ninguna resonancia para ponerle fin.

Otro elemento se relaciona con los acuerdos que entablan entre los integrantes de los grupos de poder para ocupar no solo lugares secundarios de la administración de la Escuela, sino la misma dirección. En el periodo de elecciones, la ENAH se convierte en un verdadero campo de batalla para ocupar la tan apreciada dirección. De esos cambios se van viendo los que quedaran en la escuela y los que no, o los que tendrán mejores espacios y otros que no. El pago de favores por apoyar a cierto personaje también influye en el lugar en que quedarán a lo largo de un tiempo mientras dura una administración, o también como se vaya dando las relaciones a lo largo de la misma administración.

La ENAH atraviesa por un periodo de gran crisis social, propia de las relaciones sociales en México. Los intelectuales de la escuela le han dado esa función en el campo político y social. De alguna manera le dan una función esencial en el mundo de la producción económica del capitalismo neoliberal, que parece estar en controversia en los últimos años en nuestro país.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.