Recomiendo:
0

Los machos exhibicionistas

Fuentes: Rebelión

El principal problema de la era digital es que una está expuesta a un sinfín de tonterías. Lo lógico sería evitarlas u obviarlas, pero en algunos no hacer nada es lo mismo que legitimar silenciosamente la estupidez. Por eso considero que esta nota, en respuesta a otra publicada el 20 de octubre de 2016 en […]


El principal problema de la era digital es que una está expuesta a un sinfín de tonterías. Lo lógico sería evitarlas u obviarlas, pero en algunos no hacer nada es lo mismo que legitimar silenciosamente la estupidez. Por eso considero que esta nota, en respuesta a otra publicada el 20 de octubre de 2016 en el periódico boliviano El Día, es necesaria, sobre todo porque conozco (de vista) al autor. Y, no se puede simplemente no reaccionar cuando un «conocido», aunque sólo sea por un par de saludos, se esmera tenazmente por insultar a la inteligencia. Me refiero a la nota de opinión «Las Mujeres en su Siglo» de Christian Andrés Gonzales Calla [1], uno de varios machos de pretensión intelectualoide, que no sólo confirman la miseria del patriarcado, sino que la exhiben como meritoria, haciendo además quedar mal al oficio de la producción y discusión sobre las ideas. Por lo tanto, esta no es una invitación a discutir con el mencionado politólogo, sino simplemente un intento ayudarle a terminar de exhibir su profunda desinformación. Ayuda, porque no concibo otro objetivo a su artículo que el de exhibir su rechazo para con las ideas feministas. Es pues, como tantos otros, un macho exhibicionista.

Quizás, con lo dicho hasta este punto, todavía no quede clara la pertinencia de esta nota, ¿por qué, entonces, tomarse la molestia de comentar un texto repleto de necedades? Porque aunque el autor no sea representativo en términos de lo que es la farándula intelectual o política, su reflexión nimia no deja de ser representativa de un imaginario dominante: el de todos los machos exhibicionistas que, en el presente, se sienten interpelados negativamente por una clara aunque no necesariamente homogénea toma de consciencia feminista, y se ven compelidos a reaccionar. En este sentido, quizás lo único rescatable de la nota de Gonzales es que confirma una problemática, cuyo señalamiento no es de mi autoría, sino que tiene que ver con aquello que hace décadas intentan apuntalar los debates feministas. La violencia patriarcal, si reducimos el uso del concepto a la violencia física, no es la única manifestación del dominio del sistema patriarcal. Se trata de una violencia colectiva y, reflexiones como las del autor son también una manifestación de los idearios que conducen a esa violencia.

Esto que señalo tiene que ver con el hecho que esta crítica pretenciosa a las reflexiones feministas y a las acciones colectivas por mujeres se limita a despotricar contra enunciados intuidos, que intenta asimilar a ideas y discusiones que son bastante más complejas. Este modo de operar no es accidental, el rechazo a las discusiones feministas viene acompañado por una proporcional ausencia de interés por informarse al respecto, ergo los machos exhibicionistas critican algo que ni siquiera conocen de manera superficial. Pero la intuición es por demás insuficiente cuando se trata de discutir ideas. Y, sin embargo, el modus operandi del autor no deja de ser representativo de la manera en cómo abordan estas discusiones un sinfín de personas más, incluyendo intelectuales algo más informados al respecto. Por ello, a continuación me tomo la molestia de desglosar las cada uno de los argumentos de Gonzales, en un texto cuya necedad va in crescendo.

El autor inicia su nota con una afirmación que anuncia la pobreza de su reflexión cuando equipara al feminismo con los «procesos revolucionarios» y el «ambientalismo», como temas de riesgo al momento de tratarlos. De hecho, señala al feminismo como el tema más polémico, y por lo mismo el autor debería tener el cuidado de tratar este tema con pinzas, sobre todo si quien escribe en un varón que pretende esconder su molestia por la puesta en cuestión de sus privilegios detrás de «una perspectiva generosa». No obstante, en su perspectiva generosa decide obviar «la totalidad de todo lo que representa el desarrollo de la participación activa de las mujeres en las sociedades modernas», cuando es en realidad ésta la cuestión a discutir si se quiere comprender los debates feministas. Lo cual implica una tarea mucho más allá de la mera intuición, revisando datos históricos y situando en este devenir el desarrollo de las ideas.

La nota continúa lanzando afirmaciones penosas. Si bien es cierto -aunque relativamente- que las discusiones feministas juegan un papel cada vez más importante en la manera en cómo las mujeres intervienen en la vida pública, las discusiones feministas van más allá de «nombrar al machismo como su enemigo». Tienen que ver con criticar estructuras y relaciones sociales, que abarcan desde la matriz económica, la cultural y la configuración del poder político, sobre la base de la idea de la superioridad masculina. ¿Son estas cuestiones «pre-modernas» como afirma el autor? Desde luego, el hecho de asesinar a una mujer empalándola, como sucedió con Lucía Pérez en Argentina, es una práctica medieval que confirma la perspicacia de autores como Bruno Latour, cuando afirman que nunca fuimos del todo modernos. O, lo que equivale a decir que la modernidad es tan sólo un relato que legitima a la vez que renueva idearios y prácticas añejas, que a su vez justifican relaciones de poder. Pero esta discusión sesuda sobre lo moderno y lo pre-moderno está bastante alejada de la pobre argumentación de Gonzales.

No es mi intención en esta oportunidad explicar lo que es el feminismo, pero pareciera que el autor sabe a cabalidad, y por eso se permite afirmar que, sólo desde una perspectiva simplista, el feminismo expresa todas las inquietudes de las mujeres en la actualidad. En esta afirmación se halla el principal error del autor, en el que también caen la mayoría de los machos exhibicionistas que pretenden detractar las discusiones feministas: pensar al feminismo como un ideario homogéneo y finito. La riqueza de las discusiones feministas se halla en los aportes a las mismas desde distinta vertientes: socialistas, liberales, anarquistas, feminismo negro, queer, etc. Por ello no creo que pueda hablarse de un feminismo, sin caer en ser simplista. Vaya, voy a ser un poco más evidente: el autor intenta descalificar simplismos, invocando su experiencia personal… No creo que sea necesario añadir nada más al respecto.

Pero el autor no se detiene ahí, y su exhibición continúa: para el autor el feminismo es una postura ideológica fundamentalista. Esta es la típica forma de descalificación del patriarcado liberal-conservador en el presente: toda postura política, así como construcción de identidad, es tolerable siempre y cuando no se devele como fundamentalista o, no transgreda el orden dominante establecido. Entonces, el autor, al igual que otros, piensa que el feminismo es una postura que intenta imponer un pequeño grupo, a las demás mujeres. Otra evidencia de la desinformación, característica de los machos exhibicionistas en su siglo, como en el anterior: «Dejen a las mujeres tranquilas, cumpliendo los roles que les corresponden, en el lugar que les corresponde» pareciera la consigna detrás de esta crítica que es reaccionaria aunque al autor, paradójicamente, parezca no gustarle este calificativo.

En la actualidad tiene lugar una reacción del establishment machista, frente a una progresiva toma de consciencia por parte de las mujeres, que amenaza con poner en cuestión los privilegios del género masculino. Esta reacción se da en distintos ámbitos, desde la violencia física y el asesinato, hasta la difusión de ideas tan risibles como las del autor. Queda claro que una pretendida prosa prolija es insuficiente para diferenciarse de la mayoría ignara.

Ahora bien, el exhibicionismo carece de coraje, siempre. Por ello, los exhibicionistas necesitan legitimar su estupidez con otros exhibicionistas, o por lo menos idiotas dispuestos a reírse de su humor anodino. Se soban la consciencia entre sí, y se sienten soberanos en sus reducidos espacios de difusión y legitimidad, cual gitanos leyéndose la mano entre sí. Entonces, el autor recurre a reforzar sus argumentos citando a su colega: «el feminismo se ha convertido en una postura personalista, es decir que ha dejado de ser un lente ideológico para comprender la realidad y ha pasado a convertirse en una válvula de escape de las frustraciones personales disfrazadas de reivindicaciones sociales». Todo científico social más o menos instruido sabe que toda frustración personal deriva del entorno y de las relaciones sociales. No existe el ámbito puramente individual, toda existencia está determinada por su sociabilidad. Por lo que esta afirmación carece absolutamente de sentido y contenido. Todos los niveles de la existencia son políticos.

Seguidamente, el autor se pregunta qué sucede con las mujeres no feministas, invocando nuevamente la idea conservadora del fundamentalismo. La respuesta es bastante básica en mi parecer, lo mismo que sucede con los hombres que pretenden hilvanar argumentaciones «justas», intentando esconder su conservadurismo escatológico, cuando en realidad hacen alarde del mismo: se hallan en un estado de negación, propia de todo sujeto atravesado por relaciones de poder. De esta manera, el texto llega al zénit del exhibicionismo de su simpleza. La argumentación conservadora patriarcal no sorprende, porque es repetitiva y circular, estancada en las mismas afirmaciones. Para el autor el feminismo es: uno sólo; insuficiente; fundamentalista; impositivo; personalista; y finalmente, es mesiánico y anti-hombres. O, en las palabras del autor: «la mujer ocupa la totalidad de las bondades y el hombre representa la maldad que debe ser extinguida».

Como señalé al principio, mi objetivo en este texto no ha sido enseñar sobre feminismo, sino ayudar a un exhibicionista a concluir su tarea. El autor de «Las Mujeres en su Siglo» no asumió ningún riesgo, porque lo único que hizo fue repetir lo que muchos otros machos exhibicionistas dicen todo el tiempo, ya sea de manera coloquial o con intentando alardear un pluma ilustrada. Esta crítica no implica una autoproclamación de mayor virtud ni mucho menos de ausencia de contradicción, pero por lo menos debe comprenderse como una invocación a la inteligencia.

Nota:

[1] Pueden leer la nota acá: https://www.eldia.com.bo/index.php?c=OPINION&articulo=Mujeres-en-su-Siglo&cat=162&pla=3&id_articulo=211210 aunque la verdad no vale la pena.

Aurora Hooks Pérez es activista feminista y anarquista.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.