Desde sus primeros días de gestión, el flamante gobierno del ingeniero Mauricio Macri dejó en claro que su intención es silenciar las voces disidentes en los medios masivos de comunicación. Blindado como está por el todopoderoso multimedio Clarín y el resto de la prensa conservadora argentina, el poder político recién asumido pretende evitar que se […]
Desde sus primeros días de gestión, el flamante gobierno del ingeniero Mauricio Macri dejó en claro que su intención es silenciar las voces disidentes en los medios masivos de comunicación. Blindado como está por el todopoderoso multimedio Clarín y el resto de la prensa conservadora argentina, el poder político recién asumido pretende evitar que se desnuden sus contradicciones y el evidente pacto estratégico que el oficialismo tiene con los sectores más concentrados de la economía.
A puro decreto, las medidas del flamante gobierno están en sintonía con sus aliados históricos: las patronales agropecuarias, los grandes exportadores, los sectores reaccionarios de la Justicia y los medios concentrados. El decreto para acabar con una Ley, la de Servicios de Comunicación Audiovisual en la Argentina, interviniendo los organismos regulatorios -la Afsca y la Aftic- creados por esa ley de la democracia, es un pago de favores a las corporaciones de medios que trabaron durante años, con chicanas judiciales, la aplicación plena de aquella Ley. El gran ganador de esta pulseada es el multimedio Clarín -una de las cuatro corporaciones emblemáticas de América Latina, junto a Televisa de México, el Grupo Cisneros en Venezuela y Globo en Brasil- en detrimento de los medios pequeños, comunitarios y alternativos, que quedarán marginados del negocio de las comunicaciones, apagándose las voces plurales y las miradas disidentes en el escenario nacional.
El ministro de Comunicaciones del presidente Macri, Oscar Aguad, sostuvo recientemente que la flamante ley de Ministerios establece que será su cartera la que aplique las políticas del área y sentenció que eso modifica la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. ¿Una nueva ley de Ministerios sin el voto del Congreso Nacional? ¿Una ley de facto que modifica otra ley? Si esto no constituye un escándalo es sólo por la protección mediática de las corporaciones para con el gobierno. Por mucho menos, los mismos medios se colmaban de indignación meses atrás.
Esos medios dominantes en la Argentina han contribuido a diseñar en Macri la imagen de un candidato apacible, libre de conflictos y contradicciones, con un discurso zen y una imagen y unas formas intencionadamente etéreas y bucólicas, una especie de Heidi lanzado a candidato del cambio y la normalidad. Esos mismos medios intentan hoy darles legitimidad a la sumatoria de decretos con los que el gobierno decidió arbitrar sus políticas, llevándose por delante el respeto por las leyes y el republicanismo que, en apariencia, eran formas que lo desvelaban. En eso, al parecer, radica esa normalidad. Los personeros de las formas tocan fondo.
La nueva orientación de medios en la Argentina pretende camuflar éstas políticas, y para eso es necesario acallar la mayor cantidad de voces opositoras: hay que evitar la refutación para que aquello que se legitima tenga visos de autenticidad.
Ese país idílico y libre de conflictos que hoy reflejan los medios concentrados, ese paraíso luminoso en donde reina la previsión, lo excesivamente impecable y el fastuoso orden, parece una metáfora de Seaheaven Island, el gigantesco set de filmación devenido ciudad en donde transcurren los días del protagonista de The Truman Show, el clásico film de Peter Weir. En ese país diáfano, las medidas políticas son asépticas, los decretos para nombrar jueces en la Corte parecen constitucionales, las transferencias de ingresos a los sectores más concentrados de la economía constituyen la normalidad.
Como en el filme, también hay aquí un simulacro mediático, un universo regido por la falsificación y el control. Truman vive en un mundo controlado y dirigido, en ese caso, a partir de la apropiación absoluta de su intimidad; es obediente, realiza su vida sin advertir lo que hay más allá de los espejos. Con la ausencia de voces disidentes, la sociedad argentina también carecerá de indicios para advertir lo que se negocia en el país normal. Una grave barrera que atenta contra el derecho a la información.
«Aceptamos la realidad del mundo que nos presentan«, había sentenciado Christof, en el film el director de TV encargado de secuenciar la vida completa de Truman, desde su nacimiento y durante todos los días de su vida, sin éste saberlo. «Las mismas mentiras, el mismo engaño, pero en un mundo donde no tienes nada que temer«. Por su parte, el Christof argentino intentará, con su renovada impunidad, convencernos de que «no hay más verdad en el mundo real que la que existe en su propio mundo» mediático: una realidad pulida, un mundo virtual ordenado y uniforme con su propia lógica, sin conflictos ni contradicciones.
Gabriel Cocimano (Buenos Aires, 1961) Periodista (UNLZ) y escritor, publica artículos, ensayos y monografías en medios nacionales e internacionales. Su último libro es «Café de los Milagros» (Editorial Autores de Argentina-2015). Todos sus trabajos en el sitio web www.gabrielcocimano.wordpress.
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