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El avance de un movimiento popular que le dio la “bienvenida” a Moyano

Los mil colores de la unidad

Fuentes: elcohetealaluna.com

El parlante abierto de una radio portátil retransmitía la voz de Hugo Moyano, a unos cien metros de los ingresos a la 9 de Julio, con bocacalles imposibles de cruzar y camioneros que pelaron cueros y tatuajes en el universo de gremios en conflicto, despedidos, jubilados, maestros, bancarios y dos mujeres desde el escenario que […]

El parlante abierto de una radio portátil retransmitía la voz de Hugo Moyano, a unos cien metros de los ingresos a la 9 de Julio, con bocacalles imposibles de cruzar y camioneros que pelaron cueros y tatuajes en el universo de gremios en conflicto, despedidos, jubilados, maestros, bancarios y dos mujeres desde el escenario que se alternaron en la conducción para subrayar diversidad. Moyano habló después de las tres de la tarde. Más de 400.000 personas en la calle, según datos de la organización. Envió los mensajes que tenía que enviar. Dijo que no estaba ahí solo, y lo dijo al comienzo, en un escenario que mostró lo que muchos entienden como un hito en el proceso de articulación popular abierto desde hace meses en Argentina y con punto de inflexión en diciembre pasado. Dijo que estaba ahí. Y con él, la parte del león de la CGT. Dijo que no estaba ahí por las causas judiciales, que no necesita nada de todo eso para defenderse porque «siempre puse las que tuve que poner». Y en otro diálogo directo con el gobierno, dijo: «Esto es lo que venimos a decirle al gobierno: no amenazamos, no somos antidemocráticos, no somos desestabilizadores. Somos hombres y mujeres de trabajo que venimos a decirle basta a las políticas que hambrean a la gente».

Moyano volvió a decir «no somos golpistas, como no somos aliados del golpe». Y el dueño de la radio portátil dijo que los golpistas están en la casa Rosada. Moyano dijo mucho de lo que dijo con contraplano fornido de su tropa de camioneros. Le habló al gobierno, pero detrás de cada párrafo usó la palabra compañeros. Dijo que hacía mucho que no hablaba en público y que por eso estaba un poco deshilvanado, pero no se notó. Que el hombre común ya no le cree al gobierno. Que el gobierno «no le teme a los dirigentes, le teme a los trabajadores». O: «No tengo miedo de ir preso» y «estoy dispuesto a dar la vida por los trabajadores, lo digo de corazón porque así lo siento». «Por más que digan lo que digan, no me voy a ir del país, no tengo plata afuera como me quisieron inventar estos señores, a los modelos económicos que aplican ni ellos le tienen confianza, sino traerían la guita para invertir en el país». Y dijo que quería dejarle una frase al presidente, una frase de un premio Nobel de México a quien no nombró:

Toda victoria es relativa. Y toda derrota es transitoria.

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