Los resultados finales están ya a la vista: la nueva Constitución Política del Estado -que podríamos haber llamado Ley Primera del Pueblo Boliviano- será oficializada en unos días más. Pero, para todo efecto práctico, su vigencia comenzó al día siguiente que el pueblo dijo SI con más del 60% de los votos y estableció el […]
Los resultados finales están ya a la vista: la nueva Constitución Política del Estado -que podríamos haber llamado Ley Primera del Pueblo Boliviano- será oficializada en unos días más. Pero, para todo efecto práctico, su vigencia comenzó al día siguiente que el pueblo dijo SI con más del 60% de los votos y estableció el límite de propiedad rural en 5 mil hectáreas.
Votó más del 90% de los habilitados para hacerlo. Los acérrimos opositores, en las siguientes 48 horas, reconocieron la vigencia de la Carta Magna. Fue escrita por la representación más plural que pudo concebirse, discutida con todos los sectores de la sociedad y ajustada en el Congreso Nacional, con el concurso de todas las representaciones políticas.
Así comienza esta nueva historia que construye el pueblo boliviano. No se trata de mejorar la Constitución que hasta aquí establecía la normativa nacional. Es una carta mayor que reconoce derechos nunca escritos en Bolivia, determina obligaciones conscientemente ignoradas y reivindica identidades que no se tomaban en cuenta o, peor aún, se condenaban y perseguían como delitos.
El preámbulo constitucional proclama: «El pueblo boliviano, de composición plural, desde la profundidad de la historia, inspirado en las luchas del pasado, en la sublevación indígena anticolonial, en la independencia, en las luchas populares de liberación, en las marchas indígenas, sociales y sindicales, en las guerras del agua y de octubre, en las luchas por tierra y territorio, y con la memoria de nuestros mártires, construimos un nuevo Estado».
¡Qué hermosa composición para mostrar nuestra abigarrada sociedad! ¡Cuánta historia dicha en unas cuantas frases! ¡Cómo puede expresarse, de forma tan precisa, la voluntad de un pueblo por modelar su propia conciencia nacional! Y ese es, exactamente, el sentido y la orientación del texto constituyente que, el 25 de enero, fue aprobado por una mayoría indiscutible.
Construir, no declarar
Se trata, por lo tanto, de construir. Mientras el texto sea solamente una declaración, nada se habrá hecho para concretarlo. Y, mientras no se concrete, no será parte del pueblo boliviano. Si se deja allí, como letra muerta, se convertiría rápidamente en una mentira. Su vigor estará en la capacidad que tengamos unos y otros, todos los bolivianos y las bolivianas, de hacerlo cumplir. Pero más importante aún será contribuir a su ejecución, aunque más no sea de uno de sus artículos, el que prefiramos o nos sea más necesario.
Al menos, esto es lo que nos enseña nuestra historia. Leyes de alto valor que nunca tuvieron aplicación, simplemente porque fueron sueños bien intencionados. Otras, sin embargo, se constituyeron en las más adelantadas del continente, porque el pueblo las asumió como propias y luchó por su aplicación.
De modo que se trata de construir. Quienes se sienten a esperar su aplicación, no entienden el proceso de cambio. Quienes se declaran analistas y críticos, sólo buscan la forma de impedirlo. Quienes esperan sus beneficios sin haber puesto su cuota de esfuerzo y sacrificio, no pueden llamarse bolivianos y bolivianas, porque carecen de conciencia nacional.
¿Qué debemos hacer para que la nueva Constitución tenga cumplimiento? Pongamos, por ejemplo, el primer artículo: «Bolivia se constituye en un Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario, libre, independiente, soberano, democrático, intercultural, descentralizado y con autonomías. Bolivia se funda en la pluralidad y el pluralismo político, económico, jurídico, cultural y lingüístico, dentro del proceso integrador del país».
Por tanto, todos debemos trabajar por la unidad. Esta unidad tiene un carácter social, es decir, se refiere a la sociedad, no al aparato del Estado. Es de derecho, lo que significa que las reglas del juego están marcadas por la ley, pero sobre todo por la voluntad de respetar y defender los derechos de las personas, de las comunidades y de la sociedad en su conjunto. Tal respeto y defensa se funda en la conciencia que tengamos de nuestra pluralidad comunitaria, pues cada nación, cada pueblo y cada etnia que componen Bolivia, tienen derechos y son parte inseparable de Bolivia.
Esto quiere decir que, los conceptos que se inscriben en este primer artículo de nuestra Ley Primera, no serán válidos ni se aplicarán, mientras no lo haga cada uno de los bolivianos y las bolivianas.
La obligación del Estado
Por supuesto, al Estado se le encarga, la sociedad le encarga, el cumplimiento de las acciones y obras que hagan posible la vigencia de la normativa principal del país. El Estado está obligado a garantizar los derechos, cuyo cumplimiento no precisa ninguna ley o decreto que reglamente. También tiene la función de organizar al país, para lo cual está obligado a elaborar leyes y reglamentar su ejecución.
Como es una nueva Constitución, hay que hacerlo todo, de principio a fin. De modo que es válido preguntarse: ¿por dónde comenzar? La respuesta está en las urgencias mayores. Porque, hay muchas demandas, pero unas son prescindibles, otras son necesarias pero algunas y sólo algunas son indispensables.
Y son urgencias mayores: la alimentación, la energía y la comunicación. Comida, electricidad y caminos. ¿Para eso debíamos tener una nueva Constitución?, ¿no era posible encarar tales tareas manteniendo la antigua? Al parecer, no fue posible. Porque, con la CPE antigua, no se preveía la alimentación, se dejaba la electricidad a capricho del mercado y los caminos estaban a merced de los países enriquecidos. Por eso era necesario cambiar la Constitución; por eso, y por muchas otras razones.
Las autonomías. Claro que sí. Para las autonomías, es necesaria esta Constitución. Autonomías que consoliden la unidad del país. No una confederación, no un país con dos sistemas, no una república federativa. Se trata de construir una nación unitaria, con respeto a su diversidad, con un Estado administrado en el rango del pueblo y no por encima de él.
Tal como lo dice la Carta Mayor: «Los principios que rigen la organización territorial y las entidades territoriales descentralizadas y autónomas son la unidad, voluntariedad, solidaridad, equidad, bien común, autogobierno, igualdad, complementariedad, reciprocidad, equidad de género, subsidiariedad, gradualidad, coordinación y lealtad institucional, transparencia, participación y control social, provisión de recursos económicos y preexistencia de las naciones y pueblos indígena originario campesinos, en los términos establecidos en esta Constitución». Y así tendremos que hacerlo. Autonomías de otro tipo son simple discurso o, en el otro extremo, la división del país.
Hagamos la tarea
Este 2009 concluirá con una nueva consulta al pueblo mediante la cual deben elegirse Presidente, Vicepresidente y los miembros de la Asamblea Legislativa Plurinacional. Si nos dedicamos exclusivamente a buscar candidatos, resaltar sus virtudes y ocultar sus defectos, atacar a los contrarios y convencer a los indecisos prometiendo cumplir tales y cuales obras o favores, todo el trabajo para construir un nuevo país, habrá sido en vano. Todas las expectativas sobre el futuro de Bolivia, serán víctimas del engaño, una vez más.
De lo que se trata es de hacer gestión. Y aquí estamos emplazados todos. La mayoría representada por el gobierno de Evo Morales y la minoría que comandan algunos prefectos. Unos y otros deben hacer obras y no dedicarse a prometer para pasado mañana. Las urgencias, ya lo dijimos, son: alimentación, energía y comunicación. Por supuesto, contaremos con las dificultades que crea la crisis económico mundial.
De esto se trata. De coordinar las tareas que debe cumplir cada uno, no en función de un provecho político, moral o de cualquier tipo, para éste o aquél. Será en función de las necesidades del pueblo. Así podremos decir, con orgullo: rige la nueva Constitución que se dio el pueblo boliviano.