Empezó el año 2015 y la economía se discute por varios asuntos entre los que se destacan, como siempre, los precios, los del dólar, a la suba en cualquiera de sus variantes, en un intento a toda máquina de la política de gobierno por limitar las posibilidades de la especulación y la brecha entre el […]
Empezó el año 2015 y la economía se discute por varios asuntos entre los que se destacan, como siempre, los precios, los del dólar, a la suba en cualquiera de sus variantes, en un intento a toda máquina de la política de gobierno por limitar las posibilidades de la especulación y la brecha entre el tipo de cambio oficial y el paralelo. Junto al dólar se mira muy de cerca a los precios internacionales, los de la soja y otros comodities, con tendencias a la baja, tal como también ocurre con el trigo, el maíz o el petróleo. La reducción del precio del petróleo es una buena noticia en tanto que se reduce la factura de importación de combustibles, que si continúa descendiendo puede superar la pérdida de ingresos derivadas de las exportaciones de materias primas. Claro que también se diluyen las esperanzas en la radicación de inversiones externas por vaca muerta.
También están los precios «cuidados», que se negocian en estas horas con ajustes para arriba, con la intención de ratificar el programa por un periodo más y contribuir a contrarrestar las tendencias recesivas en el consumo. El dato es que en la nueva versión de precios cuidados se incorporarán más artículos con precios menores a los actuales. Por supuesto que también se mueven los precios «liberados», que son la mayoría y que siempre aumentan. Junto a ellos, desde el Ministerio de Planificación se continúan los acuerdos con las Provincias para que no se toquen las tarifas eléctricas, promesas de inversión mediante. La complicación viene por el lado de sostener gravosos subsidios que siguen favoreciendo a sectores de alta capacidad de ingreso en la zona metropolitana, con una brecha desfavorable para el interior del país con precios de servicios eléctricos más elevados.
Pero también está en juego el precio de la fuerza de trabajo, o sea los salarios, por lo menos de la parte regularizada de los trabajadores. Es que la inflación es una realidad y no solo se expresa en el crecimiento de los precios o en los datos ofrecidos por el INDEC o aquellos que miden los precios desde otras metodologías, incluidas algunas provincias y consultoras privadas, sino en la realidad cotidiana de la mayoría de la población de menores ingresos.
Bonificaciones y paritarias
La cuestión de los precios es un tema se discute en variados ámbitos y buena parte de los sectores privados lograron bonos compensatorios de muy diversa magnitud, muy asociada a la capacidad de negociación de cada sector sindical. Los metalúrgicos cerraron con dos pagos de 1200 pesos y sectores de la electricidad recibieron compensaciones de 5.000 pesos. La diversidad es enorme, configurando una situación muy diversa de ingresos entre los trabajadores del sector privado.
Entre los estatales es más complejo. Los docentes de Buenos Aires arrancaron un ajuste del 8% antes de iniciar la discusión paritaria de marzo y alegan que es mejor negociar con 400 pesos más en el bolsillo. Los Judiciales de la provincia más grande también negocian un ajuste similar al que recibieron los jueces en diciembre pasado. Los magistrados recibieron un 4% de incremento de sus ingresos mensuales, que oscilan entre 50.000 y 120.000 pesos cada 30 días. Además, pronto, el poder judicial se manejará con autarquía, con lo cual, los cortesanos, no solo podrán aumentar sus ingresos y los de la jerarquía judicial, sino profundizar la brecha entre magistrados privilegiados (auto-eximidos de pagar impuestos a las ganancias) y la masa de trabajadores que hacen realidad, más allá de opinión valorativa, la administración de justicia. Los estatales demandan compensaciones recibidas en algunos ámbitos de la administración pública nacional. En rigor, un abanico muy diverso que intervendrá en el momento crucial de la discusión paritaria desde marzo, en el intento por no perder en demasía ingresos contra precios de la canasta cotidiana de consumo.
Turismo
Pero no solo precios se discuten, sino también la capacidad de gasto de la población. En ese sentido se alega la gran ocupación turística local y en el exterior, donde destacan vuelos completos de Aerolíneas a Miami y otros destinos turísticos del exterior.
No debe sorprender el gasto de millones de argentinos con capacidad de veranear, ya que podemos dividir al país en tres tercios según sus ingresos.
Los de mayores ingresos, casi sin restricción en el gasto y otro tercio en las antípodas, con serias restricciones para gastar más allá de la subsistencia, recordando que el promedio salarial según el INDEC ronda los 6.000 pesos mensuales. En el medio, otro tercio cuya tensión para gastar se manifiesta por acercarse a una u otra de las tres fracciones.
Remitimos así a 14 millones de personas en cada tercio, para una población estimada de 42 millones de habitantes. La realidad turística solo expresa el gasto de una porción de la población, haciendo evidente la distorsión que se genera en la distribución del ingreso y la capacidad de consumo, en este caso, del turismo.
Por esto es que iniciado el año con desaceleración económica y recesión productiva, la preocupación gubernamental en un año electoral pasa por intentar recuperar la actividad económica y sostener el consumo, situación favorecida por el ingreso de préstamos externos provenientes del nuevo socio estratégico de la Argentina: China.
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