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Los presos de Sucre

Fuentes: Rebelión

La ciudad de Sucre vive momentos de convulsión social. El comité interinstitucional conformado por grupos e instituciones de poder ha declarado la guerra al gobierno central a través de los intentos violentos por impedir la reinstalación de la Asamblea Constituyente. En ese camino grupos de choque de la alcaldía y de los universitarios han provocado […]

La ciudad de Sucre vive momentos de convulsión social. El comité interinstitucional conformado por grupos e instituciones de poder ha declarado la guerra al gobierno central a través de los intentos violentos por impedir la reinstalación de la Asamblea Constituyente. En ese camino grupos de choque de la alcaldía y de los universitarios han provocado cientos de heridos y 4 muertos, además de la toma física e incendio de las instituciones públicas y particularmente de la policía.
En estas circunstancias, grupos de manifestantes se dieron a la tarea de agredir a la policía que custodia el penal, procediendo a continuación a quemar la puerta central.

Los presos, en un número de 133, amotinados y temerosos por la agresión universitaria demandaron seguridad a las autoridades del penal, las que ante la retirada policial de la ciudad, atinaron a firmar un convenio con los representantes de los presos en el que se los deja libres y se estipula su regreso cuando los conflictos hayan amainado y existan garantías.

Luego de este anecdótico episodio, los presos y presas del penal, algunos con sus familias y pertenencias procedieron a abandonar el penal de San Roque de esta ciudad en un número aproximado de 80, los restantes más de 50 decidieron quedarse por no tener otro lugar a donde ir y en la perspectiva de no empeorar su situación penal, comprometiéndose además a resguardar el recinto penitenciario frente a la arremetida de los vándalos que pululan en la ciudad.
Aunque la turba llegó a quemar las oficinas del recinto, sin afectar a los prisioneros, a dos días de la fuga masiva, y ya con el retorno paulatino de la calma, cerca de 40 presos ya retornaron al penal y nuevamente organizados exigieron las garantías para su retorno, de esta manera a través de pronunciamiento público, se comprometieron a firmar un registro 2 veces por día, mientras tanto pernoctarán en sus domicilios hasta que la policía vuelva a custodiar el recinto y se arreglen los destrozos ocasionados por el vandalismo.

Una vez más no deja de sorprendernos la conducta de los presos bolivianos que expresan dos elementos resaltantes, la gran miseria que existe entre quienes son sometidos a la condición penal, que han hecho de la cárcel el único espacio de vida y por tanto se les dificulta mucho acceder a condiciones de justicia y de reincorporación a la sociedad, tanto que se niegan a acceder a la libertad con la sorpresa con que ésta viene.

El otro aspecto se refiere a la condición de mínima seguridad de los presos que actúan como organización en momentos conflictivos y son capaces de negociar su situación sin violentar los conductos formales, ante un Estado casi inexistente y ahora si desaparecido junto a la fuerza policial en Sucre, la capital de la república.

Tenemos una ciudad sin policía, en la que ya se han realizado varios intentos de robo y de asalto a bancos por parte de los vándalos encabezados por los universitarios, y sin embargo tenemos a presos que son los siempre acusados de la violencia y la inseguridad ciudadana, que optan por volver a cumplir su condena. Nos hace pensar que definitivamente la estigmatización actúa de forma más efectiva que la justicia, por cuanto los que son asumidos como malos y cargan con las inconductas sociales por las que son encerrados, en realidad en el conflicto son capaces de mayor solidaridad y organización, mientras que quienes dicen poseer un propósito en la vida junto a estudios superiores, cargan con una serie de frustraciones sobre las aspiraciones de ascenso social que nunca se produjeron y que hoy explotan en la rebelión sin sentido y en la búsqueda de un protagonismo que los ponga en la historia como héroes o como mártires.