Llegó el 18 de julio en medio de un aluvión de propaganda oficialista que identificaba el SÍ al Referéndum con el SÍ al país (incluido el chantaje del Presidente que amenazaba con irse si el resultado no le fuera favorable), pero también en medio de un aluvión de posiciones y consignas críticas, que iban desde […]
Llegó el 18 de julio en medio de un aluvión de propaganda oficialista que identificaba el SÍ al Referéndum con el SÍ al país (incluido el chantaje del Presidente que amenazaba con irse si el resultado no le fuera favorable), pero también en medio de un aluvión de posiciones y consignas críticas, que iban desde las amenazas de boicot (llegando a la quema de ánforas, y a la pintoresca advertencia del Mallku Felipe Quispe de que podría declarar estado de sitio en sus territorios…) hasta la consigna de voto pifiado, pasando por las consignas de abstención, de voto en blanco o de voto negativo a diferentes preguntas (la NFR planteaba el voto nulo, el MAS planteaba el NO a las preguntas 4 y 5; el MNR planteaba el NO a la pregunta 3; el Movimiento Sin Tierra planteaba el NO a las preguntas 2 a 5; la Coordinadora de Defensa del Gas el voto «Nacionalización»).
Sin embargo el peor enemigo del Referéndum no fueron las amenazas y consignas hostiles sino la ola de frío y lluvia que azotó durante la noche y la madrugada a todo el país; pese a todo, la jornada discurrió con harta normalidad (sin contar la masiva presencia militar y policial en todos aquellos lugares donde había temores de algún tipo de sabotaje) y al final del día empezaron a conocerse los resultados. Sin que éstos sean oficiales (no lo serán hasta pasadas tres semanas), estamos en condiciones de hacer un primer análisis de los mismos.
El boicot
Simplemente no lo hubo, con excepción de un intento en la zona de Senkata (El Alto) que fue sofocado por la Policía y por los propios electores. Esto significa que las declaraciones y amenazas de los dirigentes eran bravatas, y que una vez más no se estaba teniendo en cuenta el real estado de ánimo de las masas, que no es el de volver a los enfrentamientos de octubre.
La población activa (para diferenciarla de una mayoría de población que podemos llamar pasiva, como siempre ocurre en la vida política) es claramente partidaria de buscar primero soluciones por la vía pacífica y legal. Cierto que la militarización del país (especialmente en el departamento de La Paz) era un elemento disuasorio nada despreciable, pero también es cierto que cuando el estado de ánimo de las masas es beligerante esos elementos disuasorios suelen resultar inútiles, cuando no contraproducentes. Los dirigentes siguen sin consultar de verdad a sus bases.
La abstención
Como promedio fue del 40 por ciento. Comparado con el índice de abstención en actos electorales, es alto. Comparado con los índices de abstención que por lo visto se han dado en referéndums de otros países (latinoamericanos y europeos) resulta más bien bajo. Pero cuando el Presidente y sus portavoces hacen hincapié en este dato, y más bien felicitan al pueblo por el alto cociente de participación en el referéndum, no tienen en cuenta que aquí el voto era obligatorio (so pena de sanciones), y que por tanto la abstención tiene en muchos casos un contenido de rechazo activo, incluyendo el desafío a esas sanciones. Teniendo esto en cuenta, el índice de abstención es elevado, si bien no hay elementos para calcular qué porcentaje (de ese 40 por ciento) se debe a actitudes de rechazo y qué porcentaje a simple desinterés, apatía o flojera. De todas maneras habrá que tenerlo en cuenta a la hora de valorar los resultados finales.
Votos nulos y votos en blanco
Intencionalmente hace tiempo que se ha suprimido la categoría de voto «pifiado» (el que se burla de los candidatos, o en este caso de las preguntas, o las critica radicalmente) y se lo ha identificado con el voto nulo (el que es fruto de ignorancia o error) y por tanto no se cuenta; por tanto tampoco podemos saber cuántos han sido los votos por la consigna de «nacionalización». En todo caso no han sido muchos, en el mejor de los casos un 15 por ciento, en el conjunto del país escasamente un 10 por ciento; no se puede considerar por tanto que haya sido una consigna altamente exitosa, aunque sí significativa.
Lo mismo cabe decir del voto en blanco (que es un voto válido, pese a que los medios de comunicación lo están tratando como si fuera nulo), que en todo caso representa una posición consciente y por tanto crítica (la perplejidad también tiene un contenido crítico, quiere decir que las preguntas no están claras o no convencen). El promedio de votos en blanco también ronda el 10 por ciento. No es un porcentaje elevado, pero si se suma al del voto nulo (y a la abstención) relativiza en cierta manera el resultado final, como luego veremos.
El SÍ y el NO
En las tres primeras preguntas (de manera particular en la segunda) el SÍ ha sido arrollador, cerca del 90 por ciento (sin contar los votos en blanco), y esto de manera pareja en todo el país. Era previsible que así fuera (como lo advertimos en su momento, ver boletín Nº 6) pues se trataba de preguntas formuladas de tal manera que para la gran mayoría de la población resultaba imposible responder negativamente. Es de notar que el Sí a la tercera pregunta fue poco inferior al SÍ a favor de las dos primeras; por tanto la consigna específica del MNR (votar NO a la tercera pregunta «para salvar el Bonosol») no sirvió para nada.
No se puede decir lo mismo de la consigna del MAS (NO a la cuarta y quinta) ya que las dos últimas preguntas obtuvieron elevados porcentajes de respuesta negativa, en especial la pregunta cuarta (que más allá de lo que dijera el MAS toca un punto muy sensible de la conciencia nacional como es la cuestión marítima). En esta pregunta parece haber ganado el SÍ por un 53-55 por ciento (contra el 45-47 por ciento de NO), y en el departamento de Potosí ganó por muy poco el NO. La quinta (exportación del gas) anda alrededor del 64 por ciento de respuesta positiva.
En conclusión
El Presidente se muestra feliz porque el Referéndum fue un éxito, fue una «fiesta de la democracia» y fue un «triunfo para Bolivia». Sin embargo los cálculos estadísticos (en la medida en que son posibles sin los datos definitivos) arrojan resultados más matizados. Sólo el 30 por ciento de la población en edad de votar ha dado un SÍ a la pregunta que el propio Presidente considera clave (en coincidencia con el Comité Cívico de Tarija, el más claro aliado de las transnacionales petroleras), que es la referida a la exportación; y menos de un 26 por ciento de la población real aprueba la política marítima del Presidente. Cierto que las tres primeras preguntas no ofrecen duda en cuanto a su aprobación, pero en cambio ofrecen tremendas dudas en cuanto a su interpretación. De hecho el jefe del MAS ya ha anunciado que exigirá que se cumplan esas preguntas en el sentido de la nacionalización de nuestros hidrocarburos, es decir en el sentido de la reversión de los contratos suscritos con las transnacionales, cosa que los voceros del Gobierno siempre han explicado que no es su intención.
Como habíamos advertido, el peligro es que después del gran esfuerzo del Referéndum volvamos a fojas cero, porque aunque éste sea vinculante al abrogar la Ley 1689, ahora es el Congreso el que tiene que aprobar una nueva ley (¿la del presidente Mesa?, hay por lo menos otras tres propuestas en mesa) y es la población la que tendrá que decidir si está de acuerdo con esa nueva ley. Y sobre todo será la población la que inevitablemente exija que los resultados del Referéndum redunden en una mejoría de la crisis económica (expresada básicamente en el desempleo). A favor del Presidente (y de las transnacionales) está la des-coordinación de los movimientos sociales, pero está en su contra la realidad inexorable de la pobreza que no se puede solucionar sin la recuperación real de nuestros recursos naturales. Formalmente, el Presidente ha recibido el espaldarazo que deseaba; pero precisamente por eso ahora está sometido a expectativas que no podrá satisfacer.
Centro de Documentación e Información Bolivia (CEDIB), Bolivia Press 2004, Nº 9 (19 de julio)