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Desarrollo ¿para qué y para quién?

Los sujetos y el objeto del desarrollo

Fuentes: Rebelión

«La realidad, en resumen, había sido colonizada por el discurso del desarrollo, y quienes estaban insatisfechos con este estado de cosas tenían que luchar dentro del mismo espacio discursivo por porciones de libertad, con la esperanza de que en el camino pudiera construirse una realidad diferente» (1) Arturo Escobar   «Para la gente en los […]


«La realidad, en resumen, había sido colonizada por el discurso del desarrollo, y quienes estaban insatisfechos con este estado de cosas tenían que luchar dentro del mismo espacio discursivo por porciones de libertad, con la esperanza de que en el camino pudiera construirse una realidad diferente» (1)

Arturo Escobar

 

«Para la gente en los márgenes, desligarse de la lógica económica del mercado o del plan se ha convertido en la condición misma de su supervivencia» (2)

Gustavo Esteva

Después de toda guerra, los ganadores esperan siempre aumentar sus beneficios, mientras que los vencidos aminorar las pérdidas (3). Después de la Segunda Guerra Mundial la historia en muy poco tiempo fue posicionada política y militarmente como «diferente». Los ganadores (Estados Unidos) proyectaban un mundo lleno de beneficios para todos, incluidos los perdedores («Tercer Mundo»), a través del discurso del desarrollo que permeó las formas de pensar, de sentir, de hacer, de soñar, haciéndolas tangibles a través de cientos de políticas públicas diseñadas con carácter universalizante e integrador a la pujante lógica capitalista de mediados del siglo pasado, la cual llevaría a un clima de «bienestar» global (4). No obstante, como lo confirmarían miles de experiencias pequeñas y grandes de intento de implementación de estas políticas públicas en todas las escalas, desarrollo y depredación de las formas de producir y reproducir la vida de los pueblos cuyo eje central no gira en torno al capitalismo, son dos rostros de la misma moneda, uno sin la otra no son posibles, toda vez que la contradicción entre acumulación de capital y equilibrio de los «recursos» naturales y humanos es infranqueable en un modelo de sociedad cuyo motor es precisamente la acumulación (5). En las páginas que siguen quisiera contar la historia de millones de campesinos mexicanos para los que del desarrollo nunca fueron sujetos más que como objetos de depredación.

Son ya casi tres décadas que los diferentes niveles de gobierno e instituciones mexicanas, a través de los medios de comunicación masiva, comenzaron a susurrarnos al oído una supuesta certeza: la libertad de tránsito de las mercancías entre países, acompañada de privatización de los bienes y servicios públicos, mejoraría nuestra calidad de vida, ello a través de la generación de empleos, la construcción de infraestructura de primer mundo, así como la mejora de los servicios ya privatizados: telecomunicaciones, salud, alimentación, educación, vivienda. En suma, desarrollo.

El susurro se volvió ley. En 1994 entró en vigor el TLC, que a casi dos décadas de implementarse no hay ninguna duda de su fracaso. Los pobres se hicieron más pobres y los ricos más ricos (6). El contexto actual de depredación en el país podemos ubicarlo ahí. Los conservadores aceptan su fracasó. Nosotros confirmamos lo segundo. ¿Por qué tan devastador?

Antes y después de la firma del TLC, la clase política, en complicidad con las empresas trasnacionales, prepararon el terreno para la generación de ganancias. 1992: Reforma al artículo 27 constitucional, la tierra comunal puede ser fraccionada y vendida. 1992-1994: Se implementa el Programa de Certificación de Derechos Ejidales y titulación de solares urbanos (PROCEDE). El marco legal estaba puesto para una etapa conocida por diversos intelectuales y militantes como acumulación por despojo (7).

Muchos consideraron ser un problema del campo pero el problema era de la tierra, del territorio, un concepto que nos han enseñado los pueblos indios. Bajo esta lógica el campesino y/o indígena, los productores del 70% de lo que nos da vida, tuvo que prepararse para competir o bien prepararse para la lucha. El primer camino hoy sabemos fue erróneo. El campesino se adhirió al Procede, requisito para obtener créditos para la producción y para ser sujeto de programas sociales de salud, educación, vivienda, etcétera. Algunos tuvieron buenas cosechas pero aún con eso no pudieron competir con los precios de los alimentos de las grandes empresas, por lo que se endeudaron y finalmente perdieron sus tierras. Los únicos ganadores: los bancos y Monsanto, Syngenta, Cargill, etcétera (8).

El sin tierra migro a las ciudades o al país del norte. Fueron tantos que la migración se convirtió en negocio redituable ya sea vía secuestro, trata, o sobreexplotación. Los que llegan a su destino, ahora, sin tierra, sin cerros, sin historia se convirtieron en miserables y en la miseria carne de cañón para los pujantes negocios de la delincuencia organizada. Nuevamente, las ganancias para el narcotráfico y clase política, los muertos, de nuestro lado.

El otrora campesino y desocupado, ejecuta la parte visible de la delincuencia organizada: siembra, transporte, comercialización y consumo de drogas y todos los negocios que giran alrededor de él: paramilitarismo, trata, secuestro, extorsión. En ese proceso es que han muerto, desaparecido o secuestrado a miles de familiares nuestros. En ese proceso es que han desplazado a los pueblos indios, a los campesinos, en aras del «desarrollo«. En ese proceso es que han violado y cercenado a la madre tierra y a la mujer como parte de ella.

Ahí, justo ahí, es cuando el capitalismo, la guerra, el desarrollo se hacen cuerpo. Ahí es cuando vemos el lado oculto de depredación.

Notas

(1) Escobar, Arturo (1998). La invención del tercer mundo, Construcción y deconstrucción del desarrollo. Introducción: El desarrollo y la antropología de la modernidad. Grupo Editorial Norma. Santa Fe de Bogotá, Colombia, p. 22.

(2) Esteva, Gustavo (1996). Desarrollo. En: Sachs Wolfgang (ed), Diccionario del Desarrollo: Una Guía del Conocimiento como Poder. PRATEC, Lima, Perú, 1996, p. 70.

(3)Ver la interesante reflexión sobre las guerras: Marcos, Subcomandante Insurgente. «¿Cuáles son las características de la Cuarta Guerra Mundial?» Rebeldía, 2003: 24-41.

(4) Escobar, op. cit.

(5) Esteva, op, cit.

(6) Ver los datos extravagantes de desigualdad en: Rodriguez Lazcano, Sergio (2010). La crisis del poder y nosotr@s. Ediciones Rebeldía, México, DF.

(7) Aunque el término fue popularizado por David Harvey, véase: Mondragón, Héctor. «La crisis del afán de lucro.» En Palabras para tejernos, resistir y transformar en la época que estamos viviendo, editado por Raquel Gutierrez, 97-116. Cochabamba: Textos Rebeldes, 2011.

(8) Ver las distintas voces de los pueblos del CNI reunidos por última vez en agosto de 2014: http://desinformemonos.org/2013/08/tres-voces-del-congreso-nacional-indigena/

Rene Olvera es adherente a la Sexta Declaración de la Selva Lacandona del EZLN; Integrante del colectivo Zapateándole al Mal Gobierno y de la editorial En cortito que´s pa´largo en la ciudad de Querétaro; Profesor de la FCPyS de la Universidad Autónoma de Querétaro; Doctorante en Ciencias Sociales por la UAM-X; Maestro en Estudios Latinoamericanos por la UASB, sede Ecuador; e Historiador. [Contacto: [email protected]]

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