Hay una fractura expuesta que carcome el tejido libertario. Nos referimos a la discordia apenas disimulada entre el ala de lumpenes financieros que encabeza Milei y el sector militar-procesista de la vicepresidenta Victoria Villarruel.
El grupo que rodea al desquiciado presidente maneja los resortes de la política económica nacional (Caputo, Sturzenegger, Epstein, etc.), quiere convertir al país en una gran mesa de dinero para satisfacer los apetitos cortoplacistas de buitres financieros locales e internacionales. En la inmaterialidad de los títulos, las criptomonedas y los bonos que cotizan en los mercados globales, el concepto de Patria es sencillamente inexistente, apenas un anacronismo de nostálgicos irredimibles.
Milei comparte esa mirada, aunque eso no le impida ser un fiel servidor de otra Patria, la del Norte, a la cual se rinde mansamente como un incondicional ‘gatito mimoso’ (M. Bregman dixit). Hay que recordar que casi todo este núcleo se formó profesionalmente en las grandes universidades del primer mundo, en donde rige una estricta currícula invisible que atraviesa cualquier formación de grado o posgrado. A saber, hay que practicar un seguidismo ciego a lo que dictan los intereses de los grandes poderes internacionales sin importar la materia en cuestión (diplomática, política, financiera, etc.). Se trata, en síntesis, de una elite parasitaria desenfrenada que vino al mundo con las mutaciones del capitalismo global de las últimas décadas (financierización).
El grupo de Villarruel, en cambio, proviene del conservadurismo tradicional, con fuerte arraigo en las cúpulas militares y religiosas cerrilmente reactivas a la ola de ‘progresismo’ de la época actual (feminismo, lenguaje inclusivo, reconocimiento de minorías sexuales, etc.). Para este sector la Patria es una entidad mítica omnipresente que es preciso idolatrar en cada discurso y en cada celebración siempre y cuando no se conecte con la defensa concreta del interés nacional, ni tenga vínculo alguno con las mayorías populares empobrecidas. En tal caso, el fantasma del comunismo comienza a tomar forma con fuerza amenazante contra los ‘valores occidentales’. Macartismo puro y duro. Aquí militan los sobrevivientes del terrorismo de Estado setentista y sus defensores, que reclaman ‘justicia’ para los pocos presos vivos sin animarse a negar sus crímenes aberrantes, aunque justificándolos en nombre de una guerra que protagonizaron por cuenta y orden de la CIA.
En lo que concierne al tema Malvinas que aquí nos importa, el grupo Villarruel esgrime una retórica grandilocuente pues emparenta esa digna causa nacional con una abstracción a la que denominan ‘la Patria’. Ciertamente, la propia vicepresidenta es hija de un oficial del Ejército que combatió en Malvinas, condición a la que hace alusión cada vez que puede como si ello le otorgara credenciales malvineras heredadas por lazos biológicos. Su discurso nunca va más allá de un conjunto de frases altisonantes de contenido emotivo, cuidadosamente desvinculada de propuestas prácticas que lesionen las relaciones con el usurpador británico. En tal sentido, en estos días la prensa dio cuenta de recientes reuniones de Villarruel con la embajadora de la potencia ocupante para abrir un amigable diálogo parlamentario que avance en la ‘reconciliación’. Ese es, precisamente, el corazón de la agenda inglesa para consolidar con ‘métodos pacíficos’ su posición colonial en el Atlántico Sur, mientras refuerza la presencia militar en el marco de la guerra mundial entre la OTAN y el bloque que disputa su hegemonía.
En las últimas semanas circularon versiones sobre un acto/desfile para la conmemoración del próximo 2 de abril, impulsado por la vicepresidenta. Algunos lo relacionan con las internas en el seno del gobierno a las que hicimos referencia más arriba. Se lleve o no a cabo dicho acto, es muy verosímil que intenten utilizar en el futuro a los ex soldados como furgón de cola o base de apoyo para su facción, explotando el prestigio social del que gozamos los que combatimos en 1982 en tierra malvinera. Ya existe el antecedente de una penosa marcha de algunos cientos de VGM por la avenida Libertador de CABA en 2016 organizada por el gobierno de Macri, bajo el entusiasta apoyo de los coquetos vecinos de Recoleta y Barrio Norte. En medio del desbordante optimismo de aquel momento, la causa Malvinas era usada indignamente para encubrir el programa de entrega total del país a los enemigos de Malvinas, como si se tratara de un macabro contrasentido. No podemos permitir que eso vuelva a suceder.
De lo dicho hasta acá se deduce que una postura consecuente con la defensa del interés nacional en lo que concierne a la cuestión Malvinas, supone rechazar enfáticamente cualquier intento de utilizar al VGM como bufón de proyectos completamente antagónicos con la soberanía nacional, ya sea por parte de la camarilla de rufianes financieros que ignoran el significado de la palabra Patria o por los encendidos discursos provenientes de los sobrevivientes de la casta militar procesista que tanta sangre y tanto dolor le provocaron al pueblo para imponer el maligno plan antiargentino de Martínez de Hoz en los setenta.
El día que un auténtico proyecto nacional renazca de la crisis actual y se ponga en movimiento veremos cómo tanto los lobos financieros que acompañan a Milei como los nostálgicos procesistas que siguen a Villarruel dejan de lado sus diferencias y se unen para enfrentarlo, como ya ocurrió varias veces en la historia. En contraposición, los VGM tendremos un lugar especial en ese movimiento y junto a millones de compatriotas buscaremos mancomunadamente un futuro superior que dignifique para siempre a los caídos.
Fernando Cangiano pertenece a Veteranos de Guerra de Malvinas y miembro del «Grupo de reflexión la Malvinidad» de Argentina.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.