Entrevista con Domitila Barrios de Chungara, ex presidenta del Comité de Amas de Casa de Llallagua y Siglo XX, está actualmente a la cabeza del Movimiento Guevarista en Cochabamba, en cuya sede tuvo lugar la presente entrevista.
P: Para los mineros y los bolivianos en general, la Revolución Nacionalista del 52, la primera en América Latina, suscitó muchas esperanzas, pero también a posteriori muchas decepciones. ¿Qué análisis tiene sobre el 52?
R: Primero hay que decir que en las minas, la «Era del Estaño» comenzó en el año 1900. Los «barones del estaño», como los llamaban, eran los dueños de todo. Las vetas descubiertas se encontraban en la región de las cordilleras, donde no había nada, ni siquiera transporte; había que traerlo todo con las llamas. En las ciudades, en el campo, se reclutaba gente; les prometían muchas cosas para que vayan a trabajar a esos lugares desolados. Y ellos iban, porque había mucha miseria. En realidad, el sueldo que se les daba era miserable. El 60% de lo que ganaban les servía para alimentarse. Entonces eran deudores de la empresa minera, que les daba su sueldo, pero también a la que le compraban todo. Los trabajadores vivían en cuevas, sufrían del frío y de la humedad. Cada vez que querían reclamar, les mandaban el ejército para reprimirlos. En 1923 hubo la masacre de Uncía; después hubieron muchas otras. En 1952, los obreros lograron organizarse para expulsar a los «barones del estaño». Tomaron las armas del ejército. El pueblo llegó al poder pero no tenía cabeza. Y la pequeña burguesía los traicionó. En realidad sólo se nacionalizaron las minas más pobres. Y la COMIBOL (Corporación Minera de Bolivia, la empresa nacional creada en 1952) incluso indemnizó a los patrones. Lo mismo pasó con la reforma agraria: dieron las peores tierras al pueblo. El resto, las mejores tierras, se quedaron en las manos del Estado, como reserva, o fueron regaladas a los extranjeros. Se lograron cosas gracias a la COB (Central Obrera Boliviana, el nuevo sindicato nacido en 1952), el derecho a la jubilación y la seguridad social para los mineros. Hubo muchas conquistas sociales, hasta la época del neoliberalismo. Entonces la COMIBOL fue destruida, los obreros fueron despedidos y las minas entregadas a los extranjeros. Los mineros tuvieron que emigrar. Todo por culpa del Plan Triangular (plan económico establecido en 1961 para intentar salvar la COMIBOL y con una importante intervención estadounidense mediante el BID (Banco Interamericano de Desarrollo) y de la globalización.
P: Usted fue presidenta del Comité de Amas de Casa de Llallagua y Siglo XX. ¿Qué acontecimientos, qué realidades le hicieron tomar conciencia del papel que tenía que jugar como mujer?
R: En las minas y en la sociedad en general, la mujer es marginada, sobre todo, por la religión católica. En la Biblia, como lo demuestra la historia de Eva, la mujer es la responsable de todos los males. Sólo se toma en cuenta al hombre. Se dice: «¡La mujer, en la cocina!». En Bolivia, antes, las mujeres no podían ir, por ejemplo, a la escuela. No tenían acceso a la salud, a la educación. Luego decidieron organizarse, luchar para reclamar mejores condiciones de vida. La represión fue terrible. Hasta con las mujeres, no hubo respeto.
P: En diciembre de 1977, usted hizo, con varias esposas de mineros, una huelga de hambre en el Arzobispado de La Paz, en apoyo a los trabajadores y a los dirigentes apresados. ¿En qué medida su fuerza le permitió vencer el miedo?
R: Resistí gracias a mi padre. Él era un campesino. Participó en la Guerra del Chaco y luego se fue a trabajar a las minas, donde no logró ganarse la vida. Por sus actividades sindicales, fue apresado. Entonces yo quise continuar su combate. Tenía miedo, pero sabía que había que hacer algo y ser fuerte. Sabía que teníamos razón, que había que luchar contra las injusticias, los sueldos miserables, las enfermedades y contra todo lo que sufríamos, a diferencia de la burguesía. Fui exiliada a los Yungas. A mi regreso, la gente me estaba esperando. El pueblo me dio su fuerza.
P: En 1976, publica con la periodista brasileña Moema Viezzer «Si me permiten hablar…», que resume todos esos años de lucha que vivió en las minas. ¿Hoy día, contaría las cosas de la misma manera?
R: En 2002, Moema volvió a las minas. El libro fue reeditado, lo completamos. En realidad, no soy tan fuerte como quisiera ser. Viajé por el mundo, descubrí muchas cosas, pero las injusticias perduran en todas partes. En Suecia, por ejemplo, (país donde vivió exiliada durante varios años), la gente sufre de la soledad, de la falta de tiempo, de la ausencia de calor humano. Habría que salvar todo el mundo. Hoy, el 20% de las familias son dueñas de la totalidad de las riquezas de la tierra. El pueblo debe unirse contra esto. El mundo necesita respeto, dignidad. Debemos proteger la tierra. Los ricos destruyen la madre tierra por dinero, envenenan el aire, el agua, destruyen el planeta, la Pachamama.
P: ¿Cuál es su opinión sobre el actual presidente boliviano, Evo Morales?
R: En Bolivia, un cambio era necesario. Los golpes de Estado impedían que el pueblo pudiera expresarse. Había violencia en todas partes. Los partidos de izquierda habían desaparecido. En 1992, por ejemplo, todos los partidos se unieron para elegir a Banzer (el general Hugo Banzer Suárez fue elegido en 1992, años después de haber dirigido Bolivia con mano dura en los años 70). En ese momento se creó el MAS (Movimiento Al Socialismo). Se valorizaron las diferentes nacionalidades de Bolivia, más o menos treinta. Hubo un cambio social. En 1971, la COB preconizaba organizar al pueblo para destruir esta sociedad y establecer el socialismo. El MAS demostró una posibilidad de unión. Evo Morales dijo: «Nosotros hemos ganado». Hoy, el enemigo del pueblo es la derecha, con PODEMOS (Poder Democrático Social, el partido de tendencia liberal y conservadora dirigido por el ex presidente boliviano Jorge «Tuto» Quiroga). Y para ellos, el pueblo es de izquierda. Sin embargo, las cosas no son tan sencillas. Vimos que en la prefectura de Cochabamba salió elegido Manfred (Manfred Reyes Villa, miembro del partido PODEMOS), una persona racista. Las leyes electorales son una trampa sutil. Normalmente, el prefecto tiene que representar al gobierno, pero esta vez fue diferente, porque las elecciones de los prefectos y del presidente de la República se dieron al mismo tiempo.
P: ¿En qué consiste su acción, hoy día, con el Movimiento Guevarista?
R: Nuestra acción es sobre todo educativa. Formamos a los jóvenes para que sean ciudadanos responsables. Asisten a talleres sobre la historia del sindicalismo en Bolivia, por ejemplo. Intentamos formar futuros dirigentes. También damos conferencias. Nuestro objetivo es que el pueblo tome el poder, pero para esto tiene que tener una formación. Éste no era el caso en 1952. Hay que «armar» al pueblo.
Emilie Beaudet es profesora de idiomas y artísta musical francesa.
Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.