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Luz, cámara… Acción encubierta: La política oculta de Hollywood

Fuentes: Global Research

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Presentamos un caso prima facie que apoya la idea de que Hollywood sigue siendo objeto de infiltración y subversión por una serie de agencias estatales, en particular la CIA. Debates académicos sobre propaganda cinemática son casi enteramente retrospectivos, y mientras numerosos comentaristas han llamado la atención hacia la relación prolongada y abierta de Hollywood con el Pentágono, se ha escrito poco de sustancia sobre las influencias más clandestinas que funcionan en Hollywood en el mundo posterior al 11-S. Como tal, nuestro trabajo profundiza en el campo de lo que Peter Dale Scott llama «política oculta»; es decir, actividades que no pueden ser comprendidas cabalmente por el momento debido a la influencia clandestina de protagonistas tenebrosos del poder.

La película más reciente

Una variedad de agencias estatales tienen actualmente oficinas de enlace en Hollywood, desde el FBI, a la NASA y el Servicio Secreto. Pocas de esas agencias, sin embargo, tienen mucho que ofrecer a cambio de tramas favorables, y por lo tanto su influencia en Hollywood es mínima. La principal excepción es el Departamento de Defensa que tiene una relación ‘abierta’ pero apenas hecha pública con la capital del cine, mediante la cual, a cambio de asesoría, hombres y equipamiento invaluable, como ser portaaviones y helicópteros, el Pentágono exige rutinariamente alteraciones lisonjeras de los guiones, Ejemplos de esta política incluyen el cambio de la verdadera identidad de un heroico personaje militar en «Black Hawk derribado» [Título en Latinoamérica: «La caída del Halcón Negro.] (2001) debido a su condición de violador de niños en la vida real; la eliminación de un chiste sobre «la pérdida de Vietnam» de la cinta de James Bond

«El mañana nunca muere» (1997), y la eliminación de imágenes de Marines apoderándose de dientes de oro de soldados japoneses muertos en «Windtalkers» (2002). Casos como estos son innumerables, y el Pentágono ha otorgado su codiciada «plena cooperación» a una larga lista de cintas contemporáneas, incluidas «Ídolos del Aire» [Top Gun] (1986), «Mentiras Arriesgadas [True Lies] (1994), «Decisión crítica» [Executive Decision] (1996), «El avión del presidente» [Air Force One] (1997), «Pánico nuclear» [The Sum of All Fears] (2002), «Transformers» (2007), «Iron Man» (2008), así como a series de la televisión como ser

«JAG: Alerta Roja» (1995-2005).

Una actividad gubernamental semejante, aunque dudosa en lo moral y apenas publicitada, por lo menos ha tenido lugar en el dominio público. No se puede decir lo mismo de los tratos de la CIA con Hollywood, que, hasta hace poco, no eran reconocidos en su mayor parte por la Agencia. En 1996, la CIA anunció con poca fanfarria la competencia a secas de su recién establecida Oficina de Enlace con los Medios, dirigida por el veterano operador Chase Brandon. Como parte de su nueva actitud, la CIA colaboraría ahora abiertamente con producciones en Hollywood, supuestamente en una capacidad estrictamente «consultiva.»

La decisión de la Agencia de trabajar públicamente con Hollywood fue precedida por el «Informe de la Fuerza de Tareas sobre Mayor Apertura de la CIA,» compilado por la «Fuerza de Tareas Apertura,» recientemente nombrada por Robert Gates, director de la CIA, que discutió – irónicamente – en secreto si la Agencia debiera ser menos reservada. El informe reconoce que la CIA «tiene ahora relaciones con periodistas de todas las principales agencias de noticias, periódicos, semanarios noticiosos, y redes de televisión en la nación,» y los autores del informe señalan que este hecho les ayudó a «convertir algunos ‘fallos de los servicios de inteligencia’ en historias de ‘éxito de esos servicios,’ y que ha contribuido a la exactitud de innumerables otras.» Revela a continuación que en el pasado la CIA ha «persuadido a periodistas a postergar, cambiar, retener, o incluso desechar historias que podrían haber afectado negativamente los intereses de la seguridad nacional…»

Esas admisiones respaldan varios informes y audiencias del Congreso de los años setenta que indicaron que la CIA solía mantener una presencia profundamente arraigada y clandestina en los medios nacionales e internacionales, apodada informalmente «Operación sinsonte.» En su informe de 1991, la CIA reconoció que, en los hechos, había «revisado algunos guiones de películas sobre la Agencia, documentales y ficticios, a pedido de cineastas que buscaban orientación sobre la exactitud y la autenticidad.» Pero el informe trata de declarar por todos los medios que, aunque la CIA ha «facilitado la filmación de unas pocas escenas en instalaciones de la Agencia,» ésta «no trata de jugar un papel en iniciativas cinematográficas.» Pero parece altamente implausible que la CIA, aunque ha mantenido durante décadas una presencia en los medios y el mundo académico, no haya mostrado interés en la inmensamente influyente industria cinematográfica.

 

Por cierto, no debiera ser una sorpresa que la CIA ha estado involucrada en una serie de recientes éxitos de taquilla y series de televisión. La serie de televisión de CBS en 2001, «La Agencia,» producida por Wolfgang Petersen («El submarino» [Das Boot], Air Force One) fue realmente co-escrita por el ex agente de la CIA y marine, Bazzel Baz, y otros ex agentes de la CIA trabajaron como consultores. La CIA abrió gustosamente sus puertas a la producción, y facilitó tomas tanto externas como interiores de su central en Langley mientras la cámara mostraba amorosamente el sello de la agencia. Este arreglo fue comparable con los esfuerzos de los federales en la popular serie de televisión «El FBI» 1965-74) que fue conformada por el Buró en cooperación con ABC y que agradeció a J. Edgar Hoover en los créditos de cada episodio. De la misma manera, «La Agencia» glorifica las acciones de agentes estadounidenses cuando luchaban contra malvados predecibles, incluidos los militares rusos, terroristas árabes y alemanes, narcotraficantes colombianos, e iraquíes. Un episodio incluso muestra a la CIA salvando la vida de Fidel Castro; irónicamente, ya que la CIA hizo en la vida real repetidos intentos de asesinar al presidente cubano. La publicidad para el show aprovechó el 11-S, que había ocurrido justo antes de su estreno, con remates como «Ahora, más que nunca, necesitamos a la CIA.»

Una película de televisión, «Misión de espías» [In the Company of Spies] (1999) con Tom Berenger presentó a un agente en retiro de la CIA que volvía al servicio para salvar a agentes capturados de la agencia retenidos por Corea del Norte. La CIA se entusiasmó tanto con este producto que dirigió su presentación, cooperó durante la producción, facilitó la filmación en Langley, y suministró a cincuenta agentes fuera de servicio como extras, según su sitio en Internet.

El novelista de espionaje Tom Clancy ha gozado de una relación especialmente estrecha con la CIA. En 1984, Clancy fue invitado a Langley después de escribir «La caza de Octubre Rojo», que fue convertida en película en 1990. La Agencia volvió a invitarlo cuando trabajaba en «Juegos de patriotas» (1992), y su adaptación cinematográfica obtuvo, por su parte, acceso a Langley. Más recientemente, «La suma de todos los miedos» [The Sum of All Fears] (2002) presentó a la CIA persiguiendo a terroristas que detonan un arma nuclear en suelo estadounidense. Para esta producción, el director de la CIA, George Tenet, ofreció a los cineastas una visita personal a la central de Langley; la estrella de la cinta, Ben Affleck, también consultó con analistas de la agencia, y Chase Brandon sirvió como consejero en la escena.

Fuentes mediáticas indican que la CIA también trabajó en el filme «9 días» [Bad Company] con Anthony Hopkins/Chris Rock (2002) y en el éxito de Jerry Bruckheimer «Enemigo público» [Enemy of the State] (2001). Sin embargo, al parecer no existe detalle alguno al respecto en el dominio público. De la misma manera, el comentario en el DVD del director de «Juego de espías» [Spy Game], Tony Scott, para esa película, indica que visitó Langley durante la pre-producción pero, según un informe, parece que el apoyo fue retirado después que Chase Brandon leyó el primer borrador del guión.

Más detalles que de costumbre emergieron sobre la participación de la CIA en la cinta de Tom Hanks «La guerra de Charlie Wilson» (2007) y en «El buen pastor» (2006) de Robert De Niro – pero no muchos. Milt Beardon había viajado al Festival de Cine de Moscú con De Niro y afirma que los dos «desaparecieron y se quedaron un tiempo con la gente de la mafia y del KGB. Los presenté a generales y coroneles, los de antes, con los que yo había estado metido durante tantos años.» De Niro después se fue con Beardon a Pakistán.» «Vagabundeamos por la Provincia de la Frontera Noroeste,» recuerda Beardon, «cruzamos el puente [a Afganistán] que construí hace años, nos quedamos con un puñado de tipos disparando ametralladoras y tomando té.» A pesar de todo, «El buen pastor» no cumplió con las serias esperanzas de ser el equivalente para la CIA de «Banderas de nuestros padres» (2006), lo que debía haber sido según el historiador oficial de la Agencia – todo en el interés de lo que llama una «cultura de la verdad.»

«La guerra de Charlie Wilson» muestra los esfuerzos clandestinos de EE.UU. de suministrar armas a Afganistán para combatir a la Unión Soviética en los años ochenta, que tuvo la consecuencia en la vida real de que el antiguo aliado de EE.UU. se volvió en su contra a través de al-Qaeda (como Crile explica en el libro de la película). Sin embargo, Beardon, el agente de la CIA quien suministró las armas, trabajó como consultor de la película y dijo antes de su estreno que «dejará de lado la noción de que por haber hecho eso, tuvimos el 11-S.» La participación de la CIA en la película parece por lo tanto haber rendido sus frutos.

Los verdaderos motivos por los que la CIA adopta un papel «consultivo» en todas estas producciones son fuertemente resaltados por un comentario aislado del ex Abogado General Asociado de la CIA, Paul Kelbaugh. En 2007, mientras estaba en una Universidad en Virginia, Kelbaugh dio una conferencia sobre la relación de la CIA con Hollywood, en la cual estaba presente un periodista local. El periodista (que ahora desea que no se le nombre) escribió una reseña de la conferencia en la que describió la discusión por Kelbaugh de la película de suspenso de 2003 «La prueba» [The Recruit], con Al Pacino. En ella señaló que, según Kelbaugh, un agente de la CIA estuvo presente durante toda la filmación bajo la guisa de un consultor, pero que su tarea real era desorientar a los cineastas: «No queríamos que Hollywood se acercara demasiado a la verdad,» dijo Kelbaugh según el periodista.

Es peculiar que en un correo electrónico de contenido duro, Kelbaugh haya desmentido enfáticamente esa declaración pública y afirmado que recordaba «discusiones muy específicas con altos administradores [de la CIA] de que nunca nadie debía distorsionar el contenido [de la cinta] – NUNCA.» El periodista considera que el desmentido de Kelbaugh es «extraño» y nos dijo que «después de la publicación de la historia, él [Kelbaugh] me envió un correo y que le encantó… Pienso que tal vez le haya parecido bien sólo porque [la conferencia] fue ‘solo en Lynchburg’ – ya sabe, como que nadie en Lynchburg le iba a prestar realmente mucha atención, imagino. Tal vez por eso lo haya dicho, y tal vez es el motivo por el que lo niega ahora.» El periodista insiste en su informe original, y Kelbaugh se ha negado deliberadamente a involucrarse en una ulterior discusión del asunto con nosotros.

Censura previa

Las agencias clandestinas tienen una larga historia de interferencia en la industria cinematográfica. Cartas descubiertas en la Biblioteca Presidencial Eisenhower, provenientes del agente secreto Luigi G. Luraschi (identificado por el académico británico John Eldridge), el ejecutivo de Paramount que trabajó para el Consejo de Estrategia Estratégica (PSB) de la CIA, revelan hasta qué punto la CIA pudo llegar dentro de la industria cinematográfica en los primeros días de la Guerra Fría, a pesar de sus afirmaciones de que no buscaba una influencia semejante. Por ejemplo, Luraschi informó que había logrado el acuerdo de varios directores de reparto para que colocaran imperceptiblemente «negros bien vestidos» en películas, incluyendo «a un mayordomo negro dignificado» que tuviera líneas «que indicaban que era un hombre libre» en «La mansión de Sangaree» [Sangaree] (1953) y en una escena en un club de golf en «¡Qué par de golfantes!» [The Caddy] (1953). En otros sitios, la CIA arregló la eliminación de escenas clave de la cinta «Hoguera de odios» [Arrowhead] (1953), que cuestionaba el tratamiento en EE.UU. de los indios apache, incluyendo una secuencia en la cual una tribu es forzosamente desplazada y marcada por el Ejército de EE.UU. Semejantes cambios no formaban parte de una torpe campaña por inculcar lo que ahora llamamos «corrección política» en la masa. Más bien, fueron específicamente implementados para dificultar la capacidad de los soviéticos de explotar el lamentable historial de su enemigo en las relaciones raciales y sirvieron para crear una impresión peculiarmente anodina de EE.UU., que estaba, en esos días, todavía sumido en una era de segregación racial.

Se realizaron otros esfuerzos. El PSB trató – infructuosamente – de encomendar a Frank Capra la dirección de «Why We Fight the Cold War» [Por qué libramos la Guerra Fría] y de suministrar detalles a los cineastas sobre condiciones en la URSS esperando que los utilizarían en sus cintas. Con más éxito, en 1950, la CIA – junto con otras organizaciones secretas como la Oficina de Coordinación Política (OPC) y con la ayuda del PSB – compró los derechos para, e invirtió en, los dibujos animados de «Rebelión en la granja» [Animal Farm] de George Orwell (1954), a los que se dio un sesgo antisoviético para satisfacer a sus inversionistas encubiertos. El autor Daniel Leab ha señalado que duró décadas antes de que los rumores sobre la participación de la CIA en «Rebelión en la granja» fueran adecuadamente documentados; esto, observa, «dice mucho sobre la capacidad de una agencia gubernamental de mantener ocultas sus actividades.»

Además, la producción de «1984» de Michael Redgrave (1956) fue por su parte supervisada por el Comité Estadounidense de Libertad Cultural, que era supervisado por la CIA. Puntos cruciales de la película fueron alterados para satanizar a los soviéticos.

La CIA también adulteró la versión cinematográfica de 1958 de «El americano tranquilo» [The Quiet American], llevando al autor, Graham Greene, a denunciar la cinta. El coronel de la Fuerza Aérea de EE.UU., Edward Lansdale, el agente de la CIA tras Operation Mongoose [Operación Mangosta] (la campaña de sabotaje y asesinato de la CIA contra Cuba) había iniciado una correspondencia de producción con el director Joseph L. Mankiewicz, quien aceptó sus ideas. Estas incluían un cambio a la escena final en la que se nos informa que el antihéroe de Redgrave había sido embaucado por los comunistas para que asesinara al desconfiado estadounidense, quien resulta no ser fabricante de bombas, sino fabricante de juguetes para niños.

Entre bastidores

Sería un error considerar a la CIA como única en su intervención en Hollywood. La industria se abre fundamentalmente a la manipulación por una serie de agencias estatales. En 2000, afloró que agentes de la guerra contra la droga de la Casa Blanca habían gastado decenas de millones de dólares para pagar a las principales redes de EE.UU. para que inyectaran tramas contra la droga en los guiones de series mostradas a horario prioritario como ser «ER» [Sala de Urgencias en Latinoamérica, Urgencias en España], «El abogado» [The Practice], «Sabrina, la bruja adolescente» [Sabrina the Teenage Witch] y «Chicago Hope.»

A pesar de críticas por una propaganda tan manifiesta, el gobierno siguió empleando ese método para difundir su mensaje sobre la droga.

La Casa Blanca volvió a Hollywood el año siguiente cuando, el 11 de noviembre de 2001, se realizó una reunión entre el Jefe de Gabinete de aquel entonces del presidente Bush, Karl Rove, y representantes de cada uno de los principales estudios, para discutir cómo la industria del cine podía contribuir a la ‘Guerra contra el Terror.’ Jack Valenti, presidente de la Motion Picture Association of America dijo con cara seria que, «el contenido no está en discusión,» pero Rove había esbozado claramente una serie de pedidos. Es difícil estimar las consecuencias de la reunión pero, por ejemplo, es seguro que fue discutida, y producida, una segunda parte de Rambo. Del mismo modo, varias series con temas de seguridad nacional aparecieron poco tiempo después de la reunión, incluidas «Súper Espías» [She Spies] (2002-2004) y «Threat Matrix» (2003).

La reunión fue, en los hechos, sólo una en toda una serie entre Hollywood y la Casa Blanca entre octubre y diciembre de 2001. El 17 de octubre, como reacción ante el 11-S, la Casa Blanca anunció la formación de su «Fuerza de Tareas de Arte y Entretenimiento,» y en noviembre, Valenti había asumido la dirigencia del nuevo papel de Hollywood en la «Guerra contra el Terror.» Como resultado directo de las reuniones, el Congreso pidió consejo a conocedores de Hollywood sobre cómo conformar un mensaje efectivo a EE.UU. y al mundo en tiempos de guerra. En noviembre de 2001, John Romano, guionista-productos de la popular serie de la televisión de EE.UU., «Third Watch» [«Emergencia Urbana» en Latinoamérica, «Turno de guardia» en España] informó al Comité de Relaciones Internacionales de la Cámara que el contenido de producciones de Hollywood era parte crucial de la configuración de percepciones de EE.UU. en el extranjero.

El 5 de diciembre de 2001, la poderosa Academia de Televisión Artes y Ciencias convocó a su propio panel llamado «¿Hollywood va a la guerra?» para discutir lo que la industria podía hacer como reacción ante el

11-S. En representación del gobierno estuvieron en la reunión Mark McKinnon, asesor de la Casa Blanca, y el jefe de enlace con el entretenimiento del Pentágono, Phil Strub. También asistieron, entre otros, Jeff Zucker, presidente de Entretenimiento de NBC, y Aaron Sorkin, creador y escritor del drama de la Casa Blanca «El ala oeste» [The West Wing] (1999-2006). Inmediatamente después, Sorkin y su equipo se pusieron a producir un episodio especial del show que trataba de una masiva amenaza terrorista contra EE.UU. intitulado «Isaac e Ismael.» El episodio recibió máxima prioridad y fue completado y emitido exitosamente dentro de sólo diez días después de la reunión. El producto propugnó la superioridad la superioridad de valores estadounidenses mientras rebalsaba de furia contra los yihadistas islamistas.

El entrelazado de Hollywood y los aparatos nacionales de seguridad sigue siendo tan fuerte como siempre: el ex agente de la CIA Bob Baer nos dijo: «Existe una simbiosis entre la CIA y Hollywood» y reveló que el ex director de la CIA George Tener está actualmente, «en Hollywood, hablando con los estudios.» Las afirmaciones de Baer fueron reforzadas por las reuniones de Sun Valley, encuentros anuales en Sun Valley, en Idaho, en los cuales se juntan cien de los principales nombres en los medios estadounidenses – incluyendo todos los principales ejecutivos de los estudios de Hollywood -para discutir la estrategia colectiva de los medios para el año siguiente. Ante el idílico telón de fondo de costosos campos de golf, bosques de pinos y límpidos lagos de pesca, se llega a acuerdos, se firman contratos, y la cara de los medios estadounidenses es alterada sin bombo ni platillos. A la prensa todavía no le han concedido permiso para informar sobre esas reuniones de los medios corporativos y por lo tanto nunca se ha revelado públicamente la naturaleza exacta de lo que se discute en esos eventos. Se sabe, sin embargo, que Tenet fue un conferenciante principal en Sun Valley en 2003 (mientras era todavía jefe de la CIA) y de nuevo en 2005.

Conclusiones

Muchos darán un salto atrás ante la idea de que el cine moderno de Hollywood pueda ser utilizado como un instrumento de propaganda, pero los hechos parecen hablar por sí mismos. ¿Tienen el poder agencias como la CIA, así como el Pentágono, para afectar el contenido de películas suministrando la tan apetecida pericia, los emplazamientos, y otras ventajas? ¿O pueden afectar los cambios de guión mediante simple persuasión, o incluso coerción? ¿Siguen realizando acciones encubiertas en Hollywood como lo hicieron con tanta amplitud en los años cincuenta, y más allá, puede la influencia oculta del gobierno jugar alguna parte en la creación de mensajes de seguridad nacional en series de televisión como «24» y «Alias» (la estrella de esta última, Jennifer Ganer, incluso hizo un vídeo de reclutamiento gratuito para la CIA)? Cuesta tomar en serio la noción de que agencias clandestinas aspiren a ser más abiertas si suministran una información tan limitada sobre su papel dentro de los medios, incluso sobre actividades de hace décadas. El espía puede haber venido del frío, pero sigue ocultándose en las sombras de la sala de cine.

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Matthew Alford (PhD: Universidad de Bath) enseña Film y Televisión en la Universidad de Bristol y escribe actualmente un libro sobre propaganda en Hollywood. Robbie Graham es catedrático asociado sobre medios en Stafford College. Para contactos escriba a: [email protected] y a: [email protected] respectivamente. Se suministrarán las referencias a pedido.

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