A casi dos meses de gobierno, la nueva administración avanzó rápidamente en cambiar la política económica ampliando los beneficios para las patronales. A los costos inevitables de estas políticas regresivas en términos de actividad, se agregan los efectos de un panorama global complicado. Desde su llegada al gobierno hace casi dos meses, Mauricio Macri y […]
A casi dos meses de gobierno, la nueva administración avanzó rápidamente en cambiar la política económica ampliando los beneficios para las patronales. A los costos inevitables de estas políticas regresivas en términos de actividad, se agregan los efectos de un panorama global complicado.
Desde su llegada al gobierno hace casi dos meses, Mauricio Macri y su gabinete aplicaron una serie de medidas que significaron un fuerte shock sobre la economía: devaluación del 40 %, eliminación de retenciones (excepto las de la soja que fueron reducidas 5 %), apertura del comercio exterior, limitación de Precios Cuidados, tarifazo para la energía eléctrica, endeudamiento con bancos internacionales a través del Banco Central (BCRA), son algunas de las principales. En su conjunto, la orientación de estas medidas apunta a operar una formidable transferencia hacia los sectores más ricos en detrimento de los trabajadores y el pueblo pobre.
Shock de enfriamiento
No pueden caber dudas sobre el efecto recesivo del shock económico implementado por Macri. No se trata de una consecuencia indeseada, sino de un resultado necesario del camino tomado. Si desde 2012 la política económica kirchnerista había impuesto un freno a la economía impulsando el congelamiento de los salarios reales (paritarias que en el mejor de los casos empataban con la inflación) y la dosificación de las importaciones de insumos claves para sostener la actividad productiva, ahora vamos directamente hacia una caída.
Aumento del costo de vida. En sólo dos meses (diciembre-enero) la inflación superó el 7 %, y algunos pronósticos apuntan a que en los próximos tres meses no bajaría del 4 % mensual, por el impacto del tarifazo aplicado a partir de febrero y de nuevas subas en las mercancías que integran la canasta básica (cuyos costos también serán impactados por el precio de la energía). Es decir, en apenas cinco meses la suba de precios ya se acercaría a 20 %. El panorama de una inflación de 25 % para todo el año que los ministros usan como vara para intentar limitarlas paritarias se muestra así completamente ficcional.
Cierre del grifo crediticio. La devaluación de diciembre fue acompañada de un aumento de las tasas pagadas por el BCRA por sus letras (Lebac), que pasaron de pagar 29 % a 38 %. Esto apuntaba a elevar los rendimientos en pesos, incentivando el vuelco de pesos al sistema financiero local, conteniendo la compra de dólares. El correlato, un encarecimiento del financiamiento, cuyo resultado esperable era una caída de los préstamos. Efectivamente, en enero el crecimiento del crédito se desaceleró: aumentó $ 6.007 millones promedio, un 0,8 % mensual, cuando en el mismo período de 2015 había aumentado 2,4 %. Los préstamos a empresas son los que más se desplomaron: los descuentos de documentos cayeron $ 6.289 millones promedio, cuando el año pasado habían crecido levemente, y los adelantos en cuenta corriente se desaceleraron del 6 al 2,6 %. El jefe del BCRA viene empujando nuevamente las tasas, ubicándolas en las últimas colocaciones en 29 %, para intentar reanimar el crédito. Pero camina por un corredor estrecho. Al bajar las tasas, envía señales que ayudan a subir nuevamente el dólar, lo que de a poco va ocurriendo, metiendo más presión para la suba de precios.
Caída del consumo. Los datos conocidos esta semana sobre las ventas minoristas muestran la retracción: según la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME) cayeron 2,3 % en enero, cortando una tendencia de trece meses consecutivos de alzas. Lo mismo muestra el «El Índice de Confianza del Consumidor» que releva el Centro de Investigación en Finanzas de la Escuela de Negocios de la Universidad Torcuato Di Tella: durante el primer mes de gobierno de Macri cayó 7,2 % en el interior del país, mientras que subió 1,9 % en la Capital Federal y 0,8 % en el Gran Buenos Aires.
Al mismo tiempo, el fantasma de los despidos sobrevuela por numerosos sectores, que se dicen afectados por la apertura importadora realizada por el gobierno y/o perjudicados por el parate económico de Brasil.
El propio FMI, entusiasta con el nuevo gobierno, pronostica una disminución del 1 % del PIB para 2016.
Los datos de la economía real no amilanan a la CEOcracia, por el hecho de que son resultados predecibles de las decisiones tomadas. «Cambiar» no es gratis. Según el credo de la «economía voodoo» que profesa el elenco gobernante, estos impactos negativos del «sinceramiento» serían compensados más temprano que tarde por la respuesta de los dueños del capital, cuyo fervor inversor el gobierno se propone desatar gracias a la generosidad mostrada para con sus requerimientos.
Incremento de la producción agraria y su exportación, inversiones extranjeras, entrada de dólares (para inversión productiva o para especular, todos son igualmente bienvenidos), son las piezas claves en las expectativas de la administración de Macri para mitigar el enfriamiento que implica el feroz ajuste aplicado. Pero la situación internacional convulsionada, y los objetivos en tensión del propio plan, ponen algunas sombras en el horizonte.
Un panorama internacional sin buenas noticias
La caída de las bolsas y de los precios del petróleo que vienen teniendo lugar desde inicios de 2016, son los elementos más visibles de una situación internacional que acumula malas noticias para la nueva administración. China, principal destino de las exportaciones agrarias del país, está en el centro de los sacudones, aunque esto no signifique necesariamente que vayan a desplomarse las ventas de granos ni sus precios. Hasta el momento, la soja no acompañó la caída del crudo y otros commodities, aunque el valor de USD 322 por tonelada que cotiza hoy estén bien lejos del valor histórico (en junio de 2014 el precio era USD 522).
En el caso de Brasil, cuyas compras a Argentina cayeron 38 % en enero (alcanzando el nivel más bajo desde 2005), el FMI pronosticó una contracción de su economía de 3,5 % para 2016 y estancamiento también para 2017.
A esto se suman los efectos de una incipiente reedición de la «guerra de monedas». A pesar de la magnitud de la devaluación que siguió a la liberación cambiaria de diciembre, y de que hasta el momento la paridad peso-dólar se mantiene relativamente estable en un nivel ligeramente por encima de 14 pesos, la relación cambiaria va quedando desfasada por la depreciación que están mostrando otras monedas frente al billete verde. China, México, Brasil, son algunos de los países cuya paridad cambiaria se depreció tanto o más que la Argentina durante el último año, un movimiento que se amplificó para muchos países desde que la Reserva Federal norteamericana decidió en diciembre subir la tasa de interés.
Por eso, y porque la devaluación que siguió a la salida del cepo fue inferior a la que esperaban los exportadores, podemos esperar más temprano que tarde una mayor presión en el mercado cambiario, con el agropower especulando con la liquidación de granos.
El desplome del crudo obligo al gobierno a incrementar los subsidios a las petroleras para cerrar el conflicto entre las patronales y trabajadores en Chubut (con medidas encubiertas contra los trabajadores incluidas en la «letra chica» del acuerdo). También pone un límite a las ilusiones de que, en un nuevo contexto macroeconómico más amigable a los mercados, entrarían decenas de millones de dólares para extraer petróleo y gas no convencional.
Hasta el momento, el shock de inversiones que sería resultado de la «alegría» de tener un gabinete de CEOs, viene a cuentagotas. De Davos, el empleado del mes se llevó la promesa de Coca Cola de 1.000 millones de dólares, y también pudo volver a anunciar la llegada de inversiones de Nissan-Renault que la multinacional le había anticipado ya a Cristina Fernández. La última novedad en el rubro desembolsos de capital extranjero fueron las internas entre Cancillería y producción por la Agencia de Inversiones.
La cosa parecería estar mejor en el terreno financiero, pero tampoco acá lo logrado se aproxima a las expectativas. Se concretó la semana pasada el largamente anunciado préstamo de siete bancos internacionales, instrumentado como un pase pasivo en dólares al BCRA. A cambio de USD 5.000 millones, el BCRA entregó en garantía títulos BONAR 2022, BONAR 2025 y BONAR 2027 emitidos por el Tesoro en cartera del BCRA. Pero de los originalmente prometidos USD 10.000 millones, el empréstito adelgazó a la mitad, y la tasa de 7 % está bien por encima de lo que pagan otros países para financiarse.
En el conflicto con los buitres, el gobierno celebra el preacuerdo con los bonistas italianos, para sacarlos del conflicto en el juzgado de Griesa, aunque esto no necesariamente significa que mejoren las chances de éxito en la negociación con los que siguen en litigio, a pesar de que según se anticipa la oferta será sumamente generosa, reconociendo ganancias de nada menos que 1260 % a los bonistas que rechazaron el canje de 2005 y 2010.
La alegría es toda patronal
A pesar del formidable salto del costo de vida que ya se ha concretado, y del que se espera para los próximos meses, el ministro de Trabajo Jorge Triaca volvió a hablar de un tope de entre 20 y 25 % para los aumentos salariales, nivel que según afirmó no debería entenderse como «techo» sino un «marco de discusión». La viabilidad de este planteo se encontraría, según sostuvo, en la mejora que tendrían los asalariados gracias a los cambios que promete el gobierno para el impuesto a las Ganancias de Cuarta categoría, y para Asignaciones Familiares. A esto se sumaría recortes en el IVA para consumos de la canasta básica, que con el descontrol de precios alimentado por el gobierno serán mayormente absorbidos dentro de las cadenas de valor, sin traducirse en abaratamiento sustancial de los productos.
Aunque estas promesas todavía no tienen valores concretos (sólo en el caso de ganancias hay un proyecto presentado), se puede adivinar que para el grueso de los asalariados hay una enorme distancia entre la compensación que podrían significar estas medidas y los formidables costos que el ajuste de Macri descargó sobre sus espaldas. Para los asalariados de mayor ingreso, alcanzados por Ganancias, el cambio en el régimen impositivo podría significar una mejora de 10 % en su ingreso de bolsillo. Con una inflación que podría llegar al 40 % anual, esto significa que sólo obteniendo un aumento de 30 % (por encima de lo que aspira el gobierno) podrían llegar a un resultado neutro en términos de poder adquisitivo, ya que lo que mejoran por pagar menos Ganancias lo pierden ante la escalada de precios. Para los sectores que no pagan impuesto a las Ganancias, la pérdida será muy superior. Difícilmente la elevación de las Asignaciones familiares y los recortes en el IVA podrán compensar apenas algunos puntos porcentuales de la pérdida de ingresos generada por la inflación.
Fuente: http://www.laizquierdadiario.com/Macri-el-shock-y-los-fantasmas-en-el-horizonte
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