Tras un mes de intensa conmoción social el gobierno de Cambiemos intenta recuperar la iniciativa acentuando el sesgo populista, mientras ataca a Venezuela en la OEA
Hugo Chávez solía repetir: «el que se mete con Venezuela, se seca». Su discípulo, el actual presidente Nicolás Maduro, también apela a esa advertencia. Hasta el momento han tenido razón. Pero es una expresión incompleta: habría que decir «quien no se mete con Venezuela, también se seca».
Argentina vivió más de un mes de paros y movilizaciones que desembocaron en la huelga general del 6 de abril. Coincidentemente, el gobierno de Mauricio Macri avanzó como parte del bloque intervencionista que desde la OEA programó una embestida supuestamente definitiva contra la Revolución Bolivariana.
La Confederación General del Trabajo (CGT) y las izquierdas hicieron caso omiso de esa escalada oficial en América Latina. Nadie quiso meterse con Venezuela. Suponer que un enfrentamiento con Macri puede soslayar el papel que Washington le ha asignado para la región es tener una interpretación muy pobre del momento político que vive Argentina.
Buenos Aires jugó un papel de avanzada en la ofensiva lanzada desde la OEA y desplegada al interior de Venezuela con fallidas movilizaciones de masa y efectivos actos terroristas desde el 19 de abril. La incomprensión respecto del lugar de Argentina en la estrategia hemisférica del gran capital corre pareja con la ceguera para entender la política de la Casa Rosada fronteras adentro.
Para condenar a Macri y su coalición Cambiemos se apela al calificativo de «neoliberal», término vacío, insulto en lugar de caracterización. El de Macri es un gobierno del gran capital apoyado en la socialdemocracia y como táctica para acumular respaldo social y ponerse en situación de acometer el saneamiento que el sistema requiere, aplica una política de neto corte populista, diferenciada del gobierno anterior sólo por algunas pocas medidas y un estilo diferente. «Kirchnerismo con buenos modales» lo llama el sector liberal despechado por el curso de los acontecimientos.
Penosas paradojas
Aun en su heterogeneidad por momentos inmanejable, Cambiemos está infligiéndole derrotas severas al Partido Justicialista (PJ, peronismo). Con el mismo programa estratégico de Cambiemos, la CGT intentó convertirse en el centro organizador de un nuevo PJ. Un malogrado acto masivo el 7 de marzo produjo el efecto inverso y reaparecieron fracturas irreparables del aparato sindical, con el consecuente fortalecimiento de Cambiemos, que además mostró la capacidad de convocar a una significativa movilización de alcance nacional el sábado 1 de abril.
Mientras tanto la conducta de la dirección sindical docente llevó a la quiebra el paro nacional con el que pretendía doblegar al Gobierno. Pocos esperaban la dureza de Macri y su gobernadora en la provincia de Buenos Aires. El hecho es que María Eugenia Vidal y por extensión el Presidente pudieron apuntarse una victoria política de magnitud.
Ahora Macri prepara otro golpe al corazón del peronismo: celebrará con trabajadores el 1 de mayo, en un acto en el club Ferro Carril Oeste, histórico punto de reunión de organizaciones combativas y de izquierda revolucionaria. Fue invitado por el Partido Fe (encabezado por el sindicalista rural Gerónimo Venegas y teledirigido por el papa Francisco), más de 47 sindicatos que no acataron el paro del 6 de abril y, muy notoriamente, por las denominadas «62 Organizaciones».
Las «62» fue un frente sindical formado durante la llamada «Revolución Libertadora» (en realidad, la contrarrevolución opresora), después del golpe de Estado militar de 1955 que derrocó a Juan Perón. Lo integraba la totalidad del ala sindical peronista dispuesto a enfrentar la dictadura, más todo el arco de izquierdas que entonces tenía singular peso en el movimiento obrero. En la vereda de enfrente estaban los «32 Gremios Mayoritarios y Democráticos», ampulosa denominación adoptada por dirigentes sindicales socialdemócratas y radicales, que habían formado los «comandos civiles» del golpe, actuaban en respaldo de la dictadura y, como era de suponer, a poco andar perdieron toda representatividad.
Luego, el peronismo arrinconó y expulsó a las izquierdas y se adueñó de las glorias de la entonces denominada «resistencia peronista». Es una penosa y elocuente paradoja que 60 años después las «62» inviten a celebrar el 1º de Mayo a un presidente al que sus pares de derecha e izquierda en la CGT califican como «neoliberal» y representa exactamente a los fenecidos «32».
Para completar el panorama, la CGT conmemorará el 1 de Mayo con un acto en el pequeño estadio cerrado de Obras Sanitarias. Por su lado la mayor fuerza potencial del movimiento obrero, la izquierda clasista, hará una cantidad de pequeños actos u omitirá su participación en una fecha de peso singular para el movimiento obrero en Argentina.
Pugna por la iniciativa política
Al compás de estos acontecimientos avanza un alud de juicios por corrupción a numerosos funcionarios del gobierno anterior -a todas luces muy fundados- incluida la ex presidente Cristina Fernández. Asqueada la sociedad por las revelaciones de corrupción y ya en plena batalla electoral, está a la vista quién tiene la iniciativa política, pese a la negativa evolución de la economía.
Es previsible que el endurecimiento oficial frente a la CGT lleve a una reacción de ésta, mediante un plan de lucha e intentos de nuevas huelgas generales. Esa perspectiva tiene a favor el generalizado reclamo económico de la población y en contra el abrumador rechazo de trabajadores a las actuales dirigencias.
También, en el corto plazo, gravitará una relativa atenuación de la crisis económica. Cuando esta edición entre a imprenta Macri estará reunido con Donald Trump. Tema principal: Venezuela. En segundo lugar, pedir que el imperio afloje la cuerda sobre el cuello de la economía argentina para que su ansioso aliado del Sur pueda mantener la gobernabilidad y evitar que la caída económica preludie un colapso político. Macri pretende volver con compromisos de inversiones por 20 mil millones de dólares para extraer shale-gas en los yacimientos de Vaca Muerta. A mediados de mayo viajará a China y Japón, con objetivos económicos análogos.
Aunque todavía tiene espacio discursivo, el proyecto desarrollista de Cambiemos no sale del pantano en el que estaba el país cuando Macri llegó a la Casa Rosada. Al contrario, cada día se hunde más. Argentina salió de la recesión pero el crecimiento del PIB hasta fines de abril es mínimo y en términos reales inexistente. Es previsible que la dinámica se acelere a partir de mayo y permita al Gobierno complementar de ese modo la compleja operación política que, con base en la dispersión del peronismo, apunta a ganar las legislativas de octubre, cuya primera instancia serán las primarias de agosto. Si lo lograra, con certeza iniciaría otra fase económica con centro en la reducción del déficit fiscal. Por lo pronto, como reflejo interior de su política exterior, Cambiemos y un sector del peronismo enviarán al Congreso un proyecto de Ley para acabar con cortes de calles y manifestantes encapuchados, recurso sobreactuado de sectores ligados al gobierno anterior, contra el cual se levanta el reclamo de amplios sectores de la sociedad.
A pleno la táctica electoral. La operación política oficial equivale a sacudir una antorcha en un polvorín: aumentó el déficit fiscal, elevó el empleo público en un 1%, apeló a un endeudamiento insostenible y de enormes consecuencias a mediano plazo. Frente a las advertencias obvias de sus mandantes del gran capital, Macri y sus ministros replican con la expectativa de un vigoroso crecimiento que licúe los costos del salvataje. Es el precio, dicen, para presentar al presidente empresario de Argentina como ejemplo de éxito capitalista frente al presidente obrero de Venezuela, lanzado por el camino de la transición al socialismo.
Quién se secará
Por eso es tan urgente que la ofensiva contra Maduro tenga éxito. Washington necesita esgrimir la supuesta inviabilidad de cualquier choque frontal con el capitalismo. Va en ello el curso estratégico de la región por todo un período. Por eso, también, es imprescindible meterse con Venezuela desde el movimiento obrero y las fuerzas antisistema en Argentina: es inseparable la suerte de las revoluciones en curso en América Latina de la evolución política del gobierno Macri.
Gobiernos de Suramérica que en la primera década del siglo se negaron a meterse con Venezuela (no ingresaron al Alba, rechazaron la definición socialista de la Revolución Bolivariana, boicotearon el Banco del Sur, fueron a la rastra y por intereses mezquinos a Unasur y Celac), ya están visiblemente secos. Otro tanto ocurrirá a quienes pretenden enfrentar a Macri -en primer lugar las izquierdas- sin tomar posición frente a la contrarrevolución programada para Venezuela por Washington y sus aliados del Sur. La prueba ácida de este momento histórico pasa por defender el Alba y el esfuerzo de transición al socialismo encarnado hoy en Maduro frente al propósito de aniquilación imperialista.
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