En la prensa argentina se pueden leer varias apreciaciones sobre los lineamientos de política exterior del actual gobierno de Mauricio Macri, pero sin dudas predomina el que la describe como el pasaje de una «política exterior ideologizada» a una política exterior pragmática, pues «buscará privilegiar los intereses por sobre las ideologías» [1]. También se asegura […]
En la prensa argentina se pueden leer varias apreciaciones sobre los lineamientos de política exterior del actual gobierno de Mauricio Macri, pero sin dudas predomina el que la describe como el pasaje de una «política exterior ideologizada» a una política exterior pragmática, pues «buscará privilegiar los intereses por sobre las ideologías» [1]. También se asegura que «se busca reequilibrar las relaciones de Argentina en el escenario mundial» y tener una «agenda internacional de puertas abiertas» [2].
Dos cuestiones que vale la pena señalar. La primera es que esta referencia a privilegiar los intereses por sobre las ideologías implicaría despolitizar el gobierno y presumir que no existen intereses que entren en conflicto. La realidad da cuenta de que los posicionamientos político-ideológicos responden a intereses concretos, más allá de que esta relación se haga explícita o no. De este modo, no existe tal dicotomía entre intereses e ideologías, sino que van de la mano. Sería importante saber entonces qué intereses se privilegiarán, pues será en virtud de eso que se cultivarán un tipo u otro de relaciones exteriores.
La otra cuestión es la relativa a las puertas abiertas. En efecto, esta postura se asienta en el dogma liberal (ideológico) de que la apertura comercial tiene como resultado el crecimiento económico. Estados Unidos es uno de los países que ha impulsado la política de puertas abiertas como estrategia diplomática. Claro que se trata de un país que históricamente cuenta con las herramientas de poder duro y blando para, a su vez, proteger ciertos sectores de su economía que no deben exponerse a las vulnerabilidades la «libre competencia». En el caso argentino, las «puertas abiertas» es probable que no conduzcan a una economía pujante, sino a un incremento de las importaciones y a la desarticulación del sector manufacturero, que difícilmente sobrevivirá expuesto a la competencia con economías de tecnología de punta y con ventajas comparativas superlativas para el desarrollo industrial.
Los dos aspectos señalados, la supuesta desideologización de las relaciones internacionales, que en los hechos es ideología neoliberal, y las puertas abiertas, que es el resultado de lo primero, se vienen aplicando desde el inicio de la gestión Macri.
Los primeros pasos en esta dirección se dieron con la presencia de Macri en el Foro de Davos en enero. En ese encuentro de magnates multimillonarios y empresarios, Macri obtuvo la promesa de que Coca Cola invertirá 1.000 millones de dólares en Argentina y mantuvo conversaciones con GEMS Education para impulsar las nuevas tecnologías en la educación privada.
Otro hecho sustancial fue la visita de Obama, que dejó en claro que «Washington es el socio estratégico de Cambiemos» [3]. Desde el gobierno estadounidense se espera que Argentina sea la punta de lanza del giro en la política de integración regional, pasando de una postura latinoamericanista (léase: populista e ideologizada) a una que «se abra al mundo», pragmática.
Así se está haciendo. Por eso Argentina ya es miembro observador de la Alianza del Pacífico. Esta Alianza integrada por Chile, Perú, Colombia y México, tiene por objetivo la «integración» a través de la liberalización del comercio y los mercados entre sus miembros y con Estados Unidos y la Unión Europea. Se apunta a la eliminación de aranceles para facilitar el comercio entre sus partes [4].
Teniendo en mente esta experiencia, Macri-Malcorra buscan que el Mercosur se acople a esa tendencia «aperturista», alentando el acuerdo con la Unión Europea. De este modo, la usual dicotomía planteada entre Mercosur y Alianza Pacífico, daría paso hacia una convergencia entre ambos en pos de la liberalización comercial. El Brasil de Temer está presionando también en esta dirección, a favor de una flexibilización y liberalización del Mercosur [5].
La otra cara de los tratados de libre comercio al estilo de la Alianza Pacífico, son los acuerdos de seguridad. El panorama actual va dando muestras de un progresivo alineamiento a políticas internacionales y hemisféricas (fallidas hasta la fecha) de guerra contra el narcotráfico y el terrorismo. Los países de la AP, todos ellos firmantes de TLCs con Estados Unidos, se inscriben a su vez en acuerdos multi y bilaterales de seguridad que incluyen: lineamientos específicos para la lucha contra el narcotráfico, el terrorismo, para el control de las fronteras (léase, control migratorio), cursos de entrenamiento y asesoría, venta de armas y equipos de seguridad. En este escenario es nada menos que sugerente el proyecto de reforma del decreto reglamentario de la «Ley de defensa nacional» impulsado por la gestión de Macri [6].
Las decisiones del gobierno de Macri en materia comercial y de seguridad no tienen nada de neutrales. Su pragmatismo resulta de inscribirse en la ideología hegemónica, de carácter neoliberal. Buscan satisfacer unos intereses concretos. Los de aquellos grupos implicados en el «mundo de los negocios», que están del «lado correcto» de la globalización y que por eso prescinden -según ellos- de la ideología, entendida desde su perspectiva como atributo de los «populismos» y que nada tiene que ver con el neutral mundo empresarial.
Notas:
[2] http://www.lanacion.com.ar/
[3] http://www.pagina12.com.ar/
[4] http://www.infobae.com/2016/
[5] http://www.nodal.am/2016/07/
[6] http://www.pagina12.com.ar/
Este artículo se encuentra publicado en http://www.celag.org/macri-y-
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.