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Maestro en Oaxaca: una profesión peligrosa

Fuentes: Argenpress

   Nunca había visto al ejército de una Nación cargar contra sus maestros como acaba de ocurrir en el estado mexicano de Oaxaca. La barbarie contenida en ese acto hace pensar en una sociedad enferma y mal asistida.   Cierta vez escuché a Fidel Castro referirse a los maestros como una especie de: «Proletariado de la […]

   
Nunca había visto al ejército de una Nación cargar contra sus maestros como acaba de ocurrir en el estado mexicano de Oaxaca. La barbarie contenida en ese acto hace pensar en una sociedad enferma y mal asistida.
 
 Cierta vez escuché a Fidel Castro referirse a los maestros como una especie de: «Proletariado de la intelectualidad» en alusión a su origen humilde, a lo exigente de una profesión que requiere de enormes esfuerzos y una consagración ejemplar y que suele ser pobremente apreciada y peor pagada.
 
 En el magisterio apenas existen jerarquías y los maestros son los profesionales que menos ascienden, no es extraño incluso que con impar modestia enseñen toda la vida en las mismas escuelas donde comenzaron su carrera.
 
 Los maestros de la escuela pública latinoamericana conocen a la sociedad por su base: enseñan a niños pobres, viven en sus barrios y son pobres como ellos. La mayoría nunca ha conocido a un padre rico, porque aquellos envían a sus hijos a otras escuelas.
 
 El maestro percibe las diferencias de clases y la lucha entre ellas por las tensiones que expresan sus pequeños discípulos, que con dibujos, añoranzas, frases y llantos, exorcizan los demonios de la pobreza con la que conviven y que si bien no llegan a amargarlos ni a matar su inocencia, marcan su existencia.
 
 Los niños siempre pintan bellas las casitas, los campos y las ciudades, no porque así sean las suyas, sino porque así quisieran que fueran; en sus fantasías, las madres son siempre tan bellas y sanas como apuestos los padres, no porque los suyos sean así, sino porque así los quisieran.
 
 En contacto con lo más inocente y puro de la sociedad, los maestros se aproximan a la realidad desde una perspectiva única y la perciben con los mismos matices que sus discípulos.
 
 Hasta hace muy poco, los mismos maestros perseguidos por la fuerza pública en las calles de Oaxaca, enseñaban a los niños y jóvenes que los soldados son esforzados servidores públicos, que bajo juramento velan por la seguridad de la Patria y el bienestar del pueblo. Son los maestros quienes al enseñar historia convierten en héroes a los militares.
 
 Los niños de Oaxaca tendrán que crecer para comprender porque un día sus maestros dejaron las aulas y sobre todo, por qué los soldados cargaron contra ellos.
 
 Los maestros son criaturas pacificas, preparadas para explicar, incapaces para imponer y poco calificadas para exigir. No obstante, por la índole de su profesión, los educadores aprenden a esforzarse para ser comprendidos y están habituados a ser escuchados.
 
 Un gobierno incapaz de dialogar con sus maestros es insolvente y el que no encuentra otra opción que reprimirlos, despreciable.
 
 El hecho de que al presidente Vicente Fox le haya faltado la sensibilidad necesaria para comprender a los maestros, no haya tenido hacía ellos un sólo gesto positivo y, en lugar de dialogar haya optado por enviar las tropas para desalojarlos de las plazas y las calles de su ciudad, hablan de la arrogancia y la mediocridad del peor presidente del Mexico moderno.