El 28 de junio pasado fue detenida en el aeropuerto de La Paz la estadounidense Donna Thi, de 20 años y proveniente de Miami, por intentar ingresar con 500 cartuchos calibre 45 que había declarado en la aduana como «queso». En la terminal aérea la esperaba la esposa del coronel James Campbell, jefe del grupo […]
El 28 de junio pasado fue detenida en el aeropuerto de La Paz la estadounidense Donna Thi, de 20 años y proveniente de Miami, por intentar ingresar con 500 cartuchos calibre 45 que había declarado en la aduana como «queso». En la terminal aérea la esperaba la esposa del coronel James Campbell, jefe del grupo militar de la embajada de Estados Unidos en Bolivia. El representante diplomático norteamericano, Philip Goldberg, intervino inmediatamente para gestionar la libertad de la mujer y declaró que se trataba de «un error inocente». La munición, dijo el funcionario, estaba destinada para «deporte y entrenamiento».
La directora nacional de Migración, Magaly Zegarra, no opinó igual que el embajador. Para ella, «el hecho que una ciudadana norteamericana esté relacionada a la embajada, portando proyectiles en una aeronave norteamericana procedente de Miami, ciudad donde viven protegidos por el gobierno terroristas procedentes de diversas partes de Latinoamérica, en especial el ‘maestro’ de ellos, como llaman estos terroristas a Posada Carriles, y burlando todos los mecanismos, es cuestionable».
En estos días, los agentes de migración y los policías bolivianos se muestran sensibles con los pasajeros provenientes de la Unión Americana. En marzo de 2006 otro ciudadano estadounidense, Triston Jay Amero, alias Lestat Claudius, un californiano de 25 años al que se le hallaron 15 documentos de identidad distintos, hizo detonar 300 kilos de dinamita en dos hoteles de La Paz. Y el 8 de diciembre de ese año, cuando se efectuó en Cochabamba la Reunión Cumbre de la Comunidad Suramericana de Naciones, los servicios de seguridad detectaron la presencia de dos falsas periodistas estadounidenses que fotografiaban los vehículos presidenciales.
En los últimos dos casos, Philip Goldberg se mostró más cauteloso. Apodado en Bolivia como «el embajador de la limpieza étnica», el diplomático es un experto en impulsar separatismos. Entre 1994 y 1996 fue asistente especial del embajador Richard Holbrooke, uno de los estrategas de la desintegración de Yugoslavia. También promovió la separación de Serbia y Montenegro y estuvo en Kosovo, donde fogoneó conflictos entre fuerzas serbias y albanesas.
El embajador no oculta su apoyo a los empresarios que pretenden la insólita autonomía gubernamental de Santa Cruz de la Sierra, Beni, Pando y Tarija, al oriente del país. Conocidos como la «media luna», estos cuatro departamentos suman 685.095 kilómetros cuadrados, más de la mitad de la superficie boliviana. Concentran la mayor parte de la riqueza gasífera, agroindustrial y ganadera, y absorben la mitad de la inversión extranjera.
Uno de los cabecillas autonomistas es el terrateniente croata Branco Marinkovic, partidario de un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, miembro de la Federación de Empresarios Privados de Santa Cruz, el Banco Económico y la Cámara de Exportadores. Marinkovic también es accionista de la compañía de Transporte de Hidrocarburos Transredes, cuyo 50 por ciento pertenece a Enron y Shell y opera gasoductos y oleoductos de 6.000 kilómetros que llegan a Argentina, Brasil y Chile.
El 2 de julio del año pasado se realizó un referendo para otorgar a la «media luna» facultades irrestrictas sobre las riquezas del suelo y disponer de ellas sin consulta al gobierno central. El «sí» se impuso en las cuatro regiones, pero en los otros cinco departamentos (La Paz, Cochababamba, Chuquisaca, Oruro y Potosí) la pregunta fue respondida negativamente. A nivel nacional, el «no» obtuvo el 57,6 por ciento de los votos y la consulta por la positiva el 42,4 por ciento.